Este 28 de abril nuevamente se darán cita en las calles del país los integrantes del comité nacional del paro, las centrales obreras, miembros de las comunidades indígenas, organizaciones sindicales, ciudadanos indignados y colectivos estudiantiles que están hastiados de la incongruencia política con el contexto de una nación ávida de cambio. Exacerbación de ánimos que ya era latente desde 2019, con el parar para avanzar del 21N y las posteriores congregaciones que quedaron en el limbo con el confinamiento de 2020, se atizan por estos días con la reforma tributaria –disfrazada de transformación social sostenible–, los escollos del plan de vacunación con la disponibilidad proyectada de vacunas, las declaraciones disparatadas de funcionarios públicos sobre una Colombia imaginaria –corto circuito con la realidad–, y las nuevas restricciones que ahora se decretan para tratar de atajar el tercer pico de la Covid–19.

Convocatoria a la protesta, si quiere lograr trascendencia, deberá superar los elementos desestabilizadores y vandálicos que la han caracterizado, reproche ciudadano requiere de inteligencia política, social y propositiva que lo lleven de la arenga a la acción legislativa. Cuatro horas de cólera en las calles poco y nada repercuten sobre los problemas de fondo que tanto aquejan al colectivo social colombiano. Alzheimer histórico, que caracteriza a la población nacional, sirve de estandarte a proyectos políticos de caudillos, mesías populistas, que hacen estupendo uso de los micrófonos, y los escenarios sociales digitales, para adoctrinar, incautos que van a la calle sin saber por qué, desde ese discurso que expresa lo que la gente quiere oír y no lo que necesita saber; taumaturgos de feudo electoral que lejos están de la garantía de los derechos y disfrazados de imparciales, sin criterio, imponen a dedo la política de los favores.

Ahora, más que nunca, la gente tiene un nudo en la garganta con la crítica situación que se vive a raíz de la pandemia, medidas severas de restricción que debe tomar el gobierno, a consecuencia del elevado número de contagios y muertes en el territorio nacional, encoleriza a una corriente incapaz de asumir su cuota de compromiso en la situación de reactivación, necesidad económica vs. cuidado auto–responsable que le correspondía a cada uno de los actores. Nuevas cuarentenas, que en el argot popular han sido llamadas dictadura sanitaria o toque de quiebra, no concentran toda la culpa en la actitud complaciente y alcahueta de las autoridades con los gremios económicos, alto porcentaje del pecado está en la indisciplina cívica que atesta la vía pública de mezquinos personajes incapaces de conservar el distanciamiento físico y las medidas de bioseguridad que tanto se han recomendado.

Encierro sin vacunas y vida económica, carente de autoridad para hacer cumplir las determinaciones que por la salud colectiva impone el gobierno, aviva la polarización recalcitrante que se ha solidificado en la población colombiana, coyuntura que impacta tanto al extremo de izquierda como de derecha debe dejar de lado la egolatría de los bandos y asumir que ninguno es invencible como héroe de cuento. Estúpido es pensar que el virus solo llegará a los otros, hipnotismo, falta de amor propio, de aquellos que parece no importarles la vida y se la pasan en fiestas, viajando o simplemente llevando la contraria a las normas, creyendo que no se van a contagiar y no llevarán la desgracia a sus hogares; irresponsables que ahora lloran y claman por un cupo en las UCI para salvar su vida y desafortunadamente mantienen en encierro a los que juiciosamente se han cuidado en este tiempo.

Verdad irrefutable es que el gobierno diseñó el “mejor plan de vacunación del mundo” sin prever la alta demanda mundial y la baja capacidad productiva de las farmacéuticas para honrar la compra de dosis, articulación del deseo con la capacidad de respuesta que ya enciende las alarmas por falta de insumo para cumplir con la segunda dosis y ejecutar las acciones como estaban previstas para la fase tres y posteriores. Incumplimiento en el arribo de elementos para la inoculación, sumado al pico de contagios por el que atraviesan las principales ciudades del país, saca a flote el absurdo relajamiento de la capa media y joven de la población colombiana que se confió y creyó superado el problema de la pandemia y ahora expía culpas en la gestión de los gobernantes que se quedaron en estimaciones sin plantear medidas de contingencia extremas, como las que están por llegar.

Hambre que invade a un amplio porcentaje de la población nacional se complejiza con la soterrada reforma fiscal radicada en el Congreso, peligroso apretón financiero que sofoca y desaparece a la clase media, y refleja estar concebido como propósito de sostenimiento del capital burgués por encima de la vida. Desmoronamiento económico y social del país no es congruente con el actuar de un ejecutivo que dice no tener flujo de caja, pero proyecta la creación de nuevos estamentos, amplía la onerosa nómina estatal y testarudamente se compromete, ciegamente, con la realización de la Copa América de fútbol; bolsillo derrochón incapaz de comprender que antes que pan y circo distractor para el pueblo se requiere de un estadista con visión social para optimizar el gasto público, enfocarse en lo realmente importante y tomar medidas que aunque impopulares son más que necesarias en este momento.

Desarticulación de fichas burocráticas, que sin sonrojarse dicen que una docena de huevos vale $1.800, el promedio salarial de un panadero es $2.000.000 o ni dimensionan el costo y valor de las cosas, saca de casillas a los ciudadanos que no resisten que se siga explotando al pueblo a expensas de una esclavitud financiera, a consecuencia de una nueva reforma tributaria del gobierno de turno, que impedirá la reactivación del país. Derivación de la inoperancia estatal, pocas vacunas, negligencia administrativa, subsidios nulos a población vulnerable, son el estandarte de una bomba social sin precedentes que le va a estallar en la mano a un novel político que sin preparación se encontró con la presidencia de Colombia. Barco sin rumbo, al mando de un mitómano que parecer ser parte de otro mundo, gobierno que fracasa con los epidemiólogos en la gestión de la salud pública y por ausencia se sentido común acrecienta la crisis social.

Secreto a voces es que se deben cerrar las fronteras por aire, mar y tierra, mientras se apacigua el incendio que indisciplinados excitaron ayudados por extranjeros que llegaron a importar las amenazadoras cepas del virus. Escollo que representa Brasil para la región llama a repensar si es coherente con la situación y el país embarcarse en la aventura futbolera suramericana, estrategia psicológica que despierta la pasión de la afición, pero destina importantes gravámenes del gasto público para hacer frente al espectáculo de un ente privado, cuando de controles y vigilancia se refiere. Elemento distractor que como estupenda cortina de humo busca tapar o disfrazar la ausencia de recursos para reestablecer y asumir compromisos responsables con la situación actual del País.

Por la vida, la paz y la democracia, el estado debe centrar esfuerzos en dejar de dinamizar el virus, menester del ente gubernamental es dar soporte a la industria para impedir el cierre de negocios que solo trae consigo un mayor desempleo. Salud mental y económica de miles de personas exige dejar de utilizar contagios y muertes con fines políticos, triste y frustrante es ver que por la incompetencia de la administración pública se pasará este 2021 y todo seguirá exactamente igual. Flaco favor se hace al país cayendo en el encantamiento de quienes hacen show, mienten, deslegitiman las instituciones y desmoralizan a los ciudadanos; entorno de corrupción y desprestigio que en nada contribuye a enfrentar el problema de salubridad, pero sí propende por bajar la guardia e ir más rápido a la propagación con protestas inocuas llevadas a la calle como la que se programa para este 28 de abril, y las que están por venir. 

Escuche el podcast de la columna ‘Entre el mito y la realidad’

Todas las columnas las encuentra en este enlace.

 

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida por Andrés Barrios Rubio (@andresbarriosrubio)

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.