“Los lazos familiares son también grilletes” – Piedad Bonnet

Hace unos días tuve la oportunidad de ver “Encanto” (2021), esa exitosa película de Disney en la que, evocando paisajes y ambientes colombianos, se narra una historia de dolor, amor y resurgimiento. Las grandes protagonistas son las grietas familiares, que van socavando la magia de ese encantador mundo que se ha construido alrededor de un núcleo familiar típica y ruralmente latino.

Pues bien, justo después de ver la película, cuyo final feliz no solo se adivina, sino que está íntimamente asociado a la marca “Disney”, llegó a mis manos un libro que nos desvela también las grietas familiares, sin la perspectiva mágica de la película. Lo hace desde una perspectiva realista, ficción sí, pero basada en la más cruda realidad: “Qué hacer con estos pedazos” (Alfaguara, 2021), la recientemente publicada novela de Piedad Bonnet (Amalfi, Antioquia, 1951), esa poeta colombiana, literata y crítica literaria y profesora de literatura de la Universidad de Los Andes, que tanto nos ha “encantado” con sus letras.

Su faceta de novelista no ha sido tan explorada como su faceta poética. Sin embargo, de las mejores novelas publicadas por Alfaguara, son, sin dudas, las de esta escritora colombiana. Me remito a las 3 últimas que son las que he leído y que me han llegado al alma: El prestigio de la belleza (2010), Lo que no tiene nombre (2013), Donde nadie me espere (2018).

El título de la novela que hoy reseñamos es más que sugestivo y, a pesar de llegar al final del libro, nos quedamos sin respuesta, porque es una pregunta que, en la vida real, jamás la tendrá.

La historia que nos cuenta Piedad se construye de episodios ordinarios y bien puede ser el relato de nuestras propias vidas y familias. Esos relatos que se mantienen en silencio pero que van haciendo mella en las relaciones familiares; relatos que, sin tener intención alguna moralista o didáctica, nos van enseñando que lo que alguna vez fue una pequeña gota de agua hoy se puede convertir en una bola de nieve. Y que hay que saber parar a tiempo.

Piedad nos lleva de la mano de la historia de Emilia, una mujer de clase media alta, que ha perdido a un hijo de 11 meses, Pablo, y cuyo esposo -asumimos que para romper la monotonía invasora de la vida doméstica-, decide hacer una remodelación de la cocina del apartamento que habitan, hecho detonante de un sinnúmero de eventos caóticos que desvelan esas grietas, vacíos y nudos de las relaciones familiares.

Un caos que comienza con un esposo que solo hace alarde de “el poder de no respetar los límites”.

Remata el caos un viaje al exterior a través del cual Emilia y su esposo pretenden huir de esa remodelación que hace polvo la casa – y casi que sus vidas -, en el que Emilia se encontrará con su hija Pilar, un encuentro que la dejará con ese desasosiego de madre, esa sensación incurable promovida, además, por el esposo de Emilia y padre de Pilar – un proto-tipo sin nombre-, desasosiego que solo es un síntoma de la imposibilidad de reconstruir un pasado ya ido. Pero también se reencontrará con La Habana y un pedacito de su pasado.

Las relaciones de Emilia con sus hermanos Angélica y Luciano son típicamente complejas. Angélica, es esa hermana cuya generosidad envidiable la hace abandonar todo para desvivirse por sus padres, y Luciano, es el típico miembro de la familia que nunca aparece. Y ella, en el medio… siempre el que protagoniza o el que narra un cuento o una novela es el del medio…Y nunca se termina sabiendo el del medio de qué…

La familia típicamente colombiana no podría existir sin Mima, la empleada doméstica-testigo excepcional de la vida, que nos sorprende casi al final de la novela con un episodio de esos que quisiéramos ignorar pero que nos enfrenta a la ruda realidad de la vida de las clases sociales menos favorecidas pero, sobre todo, del violento patriarcado.

Las relaciones de amistad de Emilia son tan superficiales como la descripción de las mismas en la novela. Maria Isabel y Quela son apenas adornos en la vida de Emilia, esa exitosa periodista cuya profundidad profesional actúa de balsa de salvamento.

La enfermedad del padre de Emilia es una circunstancia transversal en la novela, que nos va adentrando en la vejez, el deterioro, la fala de ganas de vivir. En fin, la vida. Hacia allá vamos todos.

El final es totalmente inesperado, sobre todo porque a quien lo causa, escasamente lo encontramos perfilado en el primer tercio de la novela. Es esa pequeña gota que hace rebasar la copa y que nos aterriza en lo que nunca debió haber sido, pero es lo que fue y lo que hay.

Esa habilidad de convertir lo ordinario en extraordinario, el dolor en camino, los sinsabores en tejidos de letras, las evocaciones en legados, solo la tienen los grandes. Y Piedad es una de ellas. Los múltiples premios literarios que ha ganado así lo demuestran y Alfaguara y la Universidad de los Andes lo saben. Gracias siempre por esas palabras, querida Piedad.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.