Muchas veces husmeo en los perfiles de otros, a ver en qué andan, qué escriben en sus hojas de vida, quién me puede sacar de esta olla, pero me lo pienso dos veces: “Este ‘man’ va a saber que yo lo estuve mirando… va a pensar que soy un chismoso, un envidioso y un desocupado”. Ninguna de las tres cosas es verdad. Yo qué voy a andar hablando de ese tipo que era todo sapo con el jefe, le llevaba regalos y hasta se quedaban hasta tarde quién sabe haciendo qué cosas puercas en la oficina. Qué voy a tenerle envidia a un tonto que se compra un Audi para andar metido en los trancones de la ciudad, mientras los que andamos en el SITP tenemos carriles exclusivos y sin pico y placa. Y desocupado, de ninguna manera. Tengo muchas cosas que hacer… como seguir haciéndole seguimiento en Facebook e Instagram a esta mentira de tipo a ver qué otras ridiculeces hace.
Se empieza a dudar de uno mismo con solo repasar las fotos de otros en sus perfiles. Se ven todos con la piel tan limpia, en poses tan profesionales, con unas sonrisas tan sobrias, en imágenes en blanco y negro que parecen sacadas de un foto estudio.
Reviso las fotos en mi celular, a ver si alguna me sirve para el perfil. Solo salgo bien en una, pero es de un grupo grande de amigos y estamos muy pegados los unos de los otros. Me toca cortarla a tal punto que media cabellera me queda por fuera, para que no se vean los brazos de los demás. La imagen alcanza a verse granulada. Ni modo. Es lo que hay.
Todos son jefes, directores, gerentes, coordinadores…
Empiezo a creer que he tomado el camino equivocado. Sobre todo al percatarme de los cargos que tienen otros de mi generación. Todos son ‘jefes’ de algo, o ‘directores’ de cualquier cosa, o ‘coordinadores’ de lo que sea. El más varado es ‘líder’, ni idea de qué, pero líder al fin y al cabo. Incluso, los ‘community managers’ son, textualmente, “gerentes de comunidad”.
He visto títulos tales como “Jefe de Grupo” (¿De cuál grupo? ¿Cuántos son en el grupo? ¿Puedo pertenecer al grupo?). Otro que me inquieta es “Director de Proyectos” (así, en plural, pueden ser dos proyectos o mil).
¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿Qué es lo siguiente que se van a inventar? ¿Coordinador de Coordinadores? (porque alguien tiene que coordinar a los coordinadores, ¿o no?). ¿Y qué viene después? ¿Líder de gestión interna? (porque la gestión interna no se gestiona solita, ¿o sí?). Me perdonan, pero parecen compitiendo con los niveles de Amway. Van a terminar llamándose ‘Gerente Diamante’, ‘Director Zafiro’, ‘Jefe Rubí’, ‘Coordinador Esmeralda’…
Yo, que no soy líder ni frente a mis hermanos menores, me veo en la difícil misión de ponerme algún cargo que suene importante y que compita con tantos directivos ‘bendecidos y afortunados’. Tarea imposible, sobre todo para los menos bendecidos y más desafortunados en toda la cadena alimenticia del mundo laboral: los trabajadores por prestación de servicios.
Nosotros, los también llamados ‘contratistas’, somos como parias relegados a vivir a las afueras de los pueblos, entre los caminos que los conectan. Nos reunimos en las noches alrededor de una fogata y compartimos historias fantásticas mientras los caballos descansan. Son muchas las leyendas que escuchamos frente a la leña abrasada, al tiempo que mordemos la carne seca de alguna liebre cazada al atardecer. “Dice la leyenda…”, cuenta alguien, “que los empleados con contrato a término indefinido reciben un pago extraordinario al final del año… le llaman ‘la prima’”. “¡Tonterías!”, grita un campirano, acostado en el suelo, alistando el sombrero para ponérselo en la cara y echarse a dormir. “Son tonterías… Ahora van a decir que esos empleados se van de vacaciones y les siguen pagando como si siguieran trabajando”.
Unos consiguen trabajo en NY; a mí no me llaman ni de Riohacha
En ese escenario, lo más recomendable es poner en LinkedIn que uno es “consultor”. Suena mucho mejor que “contratista” y está tan de moda como el “running”, la quinua, las colonoscopias, el eneagrama y rajar de Duque.
Lo más difícil es decidir qué publicar. Los demás son tan activos compartiendo cosas interesantísimas sobre innovación, ‘start-ups’, ‘marketing’ digital, ‘coaching’, contenidos creativos… Me quedo pensando: «Qué pongo…, qué pongo para dar la impresión de que soy un profesional ». Y entonces me invento cosas para llamar la atención: “Según un listado de la revista ‘Economy, politics and something more’ (Economía, política y algo más), que recibo como suscriptor del periódico Financial Times Square, solo hay un animal más leal que el perro: el trabajador por prestación de servicios que finalmente es contratado a término indefinido”.
Aun así, me quedo corto. Veo fotos de personas en las mieles de la gloria, ganándose premios que ni sabía que existían: “Muy agradecido con la vida por este reconocimiento como Premio al mejor Coordinador de Coordinadores, en la categoría esmeralda, de la Coordination Society of Coordinated Coordinators, con sede en La Paz, Bolivia #BendecidoyAfortunado #BendecidedAndAfortunated”.
Otros suben fotos donde aparecen dando charlas, con esos micrófonos que se pegan en el cachete, como si estuvieran mostrando un nuevo producto de Apple. Qué envidia. Ni siquiera mis papás me dejaron decir unas palabras en la cena familiar de Año Nuevo: “Cállese. Va a hablar su primo, que él sí es exitoso”.
La frustración no se detiene. Cada tanto aparecen notificaciones de conocidos con nuevos trabajos en Nueva York, Miami, Madrid, Barcelona, París y Londres. “¿Cómo hace esta gente?”, me pregunto perturbado. “¿Cómo consiguen trabajo en otros países?… ¿Luego no son colombianos como yo? A mí no me contactan ni desde Riohacha. ¿Por qué esta gente termina en Europa? Quién sabe qué cosas puercas hicieron para llegar hasta allá… Mmm… Voy a mirar qué han publicado en Facebook e Instagram a ver cuál es todo el escándalo”.
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La próxima, el miércoles 30 de enero: “No solo nos gusta aparentar. Nos fluye sin siquiera darnos cuenta”.
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