Incluso, unas que tú no habrías elegido y que no te sonaban bien, pero reconócelo: te parecían espectaculares sólo porque él te las había mandado.

De esa época pasaron a la que tú estabas ligeramente más pendiente de él, de su trabajo, de sus exámenes, de si estaba bien, de su familia, de que tuviera para el taxi y tu cariño empezó a ganar la partida.

Los mensajes y las canciones fueron cayendo hasta el punto en que fueron más habituales las llamadas perdidas tuyas que las contestadas por él.  El personaje en cuestión sabía que te tenía, y se aprovechaba de esa tranquilidad.

Empezó a llegar tarde a las citas, a irse antes con excusas de todo calibre: tengo que estudiar, tengo que ensayar, mi papá necesitaba que lo acompañe a la finca, hoy no tengo carro, mañana tengo una cita en el médico muy temprano… y tú pensaste que todo esto era normal. Así que no te preocupaste, pero también notabas que en cuanto él se desaparecía, permanecía en línea en el WhatsApp por un buen rato y no estaba hablando contigo.

Seguiste confiando en él, sin sospechar de sus excusas, de que pasó de ir a la finca 1 vez al mes a 5 veces, y te empezó a cancelar todos los planes que le proponías. Ahora te veía en el parqueadero de pasadita, si acaso se veían, porque necesitaba plata o favores, y pasaron a ser una relación telefónica, de mensajes entrecortados de WhatsApp.

Entendiste que no eras la única. Y la otra tampoco sabía que tú existías.

Aunque él lo niegue o le cueste reconocerlo, estaba con ella y no tardaste en enterarte por él, o por amigos, o por ese vecino que lo vio o lo reconoció, porque la verdad siempre llega a saberse, y por eso todos los infieles tarde o temprano tienen que desembuchar:  porque es muy jodido llevar dos novias al tiempo, porque su vida empieza a convertirse en un río de mentiras en el que muchos terminan por ahogarse.

Terminaste con él. Fue una época dolorosa. Dejaste de hablarle, de contestarle los mensajes y las llamadas y por fin me hiciste caso y lo bloqueaste en redes. Así conseguiste paz por meses o años. En ese tiempo tuviste la fuerza para recuperarte a ti, a tu paz interior, volviste a tener fe en tu trabajo, en tu proyecto de vida. Tus amigas estaban cerca de ti y pudiste entender el valor que tienen en tu vida. Te dedicaste a creer en lo que tú eres. Estabas como querías y donde querías. Una sola cosa te hacía falta: él.

Decidiste no hablar de él con tu círculo, no mencionarlo, dejarlo así, cubierto por una mota de polvo en tu memoria hasta que, un años después, un buen lunes, encontraste un correo del tipo con una frase y tu vida se descontroló: VEÁMONOS.

Saliste de tu casa después de probarte toda tu ropa y maquillaje, hecha un manojo de nervios llegaste a la cita y él estaba esperándote, puntualísimo, como al comienzo. Al verte se quedó pasmado. Fueron dos horas que pasaron en 3 minutos. Te pidió perdón, luego te pidió una cerveza. Con la quinta cerveza caíste. Y perdonaste, y volviste a enamorarte perdidamente de él.

Tus amigas te dijeron que para qué, tu hermana te dijo que ese man no era para ti, que te la iba a volver a jugar, pero no les creíste. “Él es otro. Ha cambiado, eso no va a volver a pasar, estamos bien, me lo demuestra”. Contestaste para evitar que se ensañaran con él, porque ninguna de tus amigas o familiares considera que ese tipo fuera el indicado, pero tú sigues apostando por él.

Con el paso del tiempo, él sigue mandándote mensajitos a ti, pero ya no descartas que también le mande mensajitos a otra.

Ya no es tan puntual, te vuelve a cancelar planes, a salir con historias inverosímiles de que se tiene que ir a las 11 de la noche, que su papá lo necesita, que el médico, que el carro, o que puede perder un examen o un negocio si no se va.

El que es caballero repite, te lo dicen algunas. Y con el paso de los días las sospechas se vuelven chismes y los chismes se vuelven preguntas.

¿Usted anda con otra?- le dices directamente.

Yo no, ¡cómo se le ocurre! –contesta rápidamente.

Y luego aparecen las fotos, las fiestas, y las justificaciones “esa es una amiga de mi prima que nos conocemos desde chiquitos”, “esos mensajes no significan nada”, “yo sólo estoy con usted y yo la quiero”. Tiene que confiar en mí.

Vuelves porque lo quieres, porque tu corazón sigue unido a él, pero ya sabes que es infiel, y que miente, y que si te la ha jugado dos veces, como mínimo, volverá a hacerlo. Y te dolerá entenderlo, y tu confianza se irá perdiendo porque vivir al lado de un mentiroso es estar en lucha constante, pero amarás cada detalle bonito que tenga contigo, y entregarás tu cariño a alguien que divide su corazón en tantos pedazos como amantes pueda aguantar la ciudad. Y perderás mucho tiempo por estar a su lado, pudiendo estar con alguien que no te miente y no te engaña.

Y yo te pregunto: ¿Para qué quieres volver con alguien que es infiel?

Si necesitas una consulta privada conmigo puedes escribirme a este WhatsApp. Todas mis consultas son online, desde la comodidad de tu teléfono.

Sígueme en Facebook: María Pasión la Doctora Corazón o en Instagram @mariapasiondra.corazon

Encuentra todas las columnas de María Pasión en este enlace.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.