Revuelo jurídico que causó anuncio de imputación de cargos al precandidato presidencial de la alianza glauca, por parte de la Fiscalía, excitó el delirio de persecución que a diario acompaña a las fuerzas opositoras colombianas. Enceguecido odio que destilan contra quien ose pensar diferente, y los estamentos democráticos, es el estandarte para estructurar base discursiva que invade las plataformas digitales y las reuniones sociales. Figura de inmunidad, que quieren ostentar, delinea un entorno que hace perder confianza en una alternativa de cambio en la administración pública, escasas oportunidades de gobierno que los han acompañado demuestran que son muy buenos para criticar, pero pésimos para gestionar.

Victimización constante, revestida de persecución estatal o politización de la justicia, es foco de acción para cazar incautos y hacer campaña con mentiras, eje ideológico desde el que se presentan como grandes administradores, libre pensadores, eminencias académicas o demócratas recalcitrantes, para esconder la escasa idoneidad que los acompaña en el ejercicio del gobierno. Lloriqueo de micrófono en plaza pública, y medios de comunicación, teje serias dudas sobre su grandeza y talante político. Distante de violación de derechos fundamentales que buscan auto–protegerse, con la anuencia de organismos multilaterales, está lo que ellos mismos llaman “errores técnicos”, delitos por acción u omisión que rondan la contratación pública, el desconocimiento de licitaciones o concursos de méritos, el detrimento patrimonial, y el autoritarismo, por solo mencionar algunos.

Lo que se pinta como una guerra sucia, que inclina al País de cara a las próximas elecciones, desvía la atención de un pasado, no muy lejano, que llama a recordar el paso de esos caudillos por cargos públicos y sus flamantes obras hoy sucumbidas en el caos, las construcciones irregulares o cayendo en el olvido de la corrupción. Alarde de autoridad ética que los acompaña en época preelectoral construye el panorama deliberante entre izquierda y derecha que ahora atrae al centro, señalamiento de oponentes políticos atribuyendo conductas non sanctas y condenas a través de insultos, ofensas, difamaciones y etiquetas que fácilmente se ven y se encuentran en Twitter. Histeria colectiva, sin argumentos, que no les permite dimensionar que la responsabilidad aumenta de acuerdo con el cargo y poder que se ejerce. 

Histrionismo gubernamental, gimoteo particular, intimida desde el grito, la prepotencia y el egocentrismo que acompaña a quienes apuestan por un giro de 180º en el andar político, económico y social de la Nación. Corderos dóciles que se hacen elegir para su vanidad, pero olvidan el principio de dar resultados: ejecutar, controlar, supervisar y exigir el cumplimiento del deber a sus funcionarios desde el ejemplo propio. Más que nombres particulares lo que necesita la democracia es acabar con la impronta de injusticia e impunidad, en temas espinosos y con muchas aristas, que acompañan a humanistas, glaucos, comunes y alternativos en la estrategia divisora de una campaña impura; espiral en donde se pretende desconocer hechos, argumentos y pruebas de un debido proceso en el que el sujeto goza del principio de presunción de inocencia.

Grave problema de las corrientes de izquierda está en el doble rasero, y silencio cómplice y conveniente, que se guarda ante los atroces actos de las disidencias guerrilleras o la violación de derechos humanos por parte del régimen bolivariano en territorio venezolano. Indignación por acciones tácticas y estratégicas, del gobierno colombiano y sus fuerzas armadas, en la confrontación con el delito, que se debería equiparar con los bombardeos a campo abierto que ahora tiene un éxodo sin precedentes, en la frontera del terror, que une al estado de Apure con el municipio de Arauquita. Absurdo proceder de mamertos que se constituye en un exabrupto y atentado contra el sentido común, palabras vanas y acciones de papel que cierran filas en una coalición o programa conjunto con miles de fisuras a consecuencia de la atomización de intereses que los acompaña.

Disconformidad comportamental que exalta aires de superioridad que se materializan en la alcaldesa capitalina que, abandona el barco en medio del naufragio, para unas vacaciones, sustentadas con una supuesta excusa médica, o el líder del “pacto histórico” que, en medio del aislamiento y los picos de la pandemia, va a Cuba e Italia, incumple con su presencia en el parlamento, y luego esgrime profundos sufrimientos y milagrosas recuperaciones del cáncer y el contagio de la Covid–19. Astucia de la lástima que, lejos de los argumentos, aterriza en un entorno de oscuras personas que dejan denotar que en cada paso que dan ocultan sus verdaderos propósitos, carencia de credibilidad y garantías en un entorno en el que debería primar la trayectoria y fidelidad a unos principios. Estupidez política que hace el mayor daño posible a su imagen cuando olvidan la posición pública que ocupan y se inmiscuyen en temas que no deberían, calenturas de momento en las plataformas sociales que les abre procesos en los órganos de control.

Faltas administrativas, conductas penales, infracciones fiscales son violaciones a la norma que deben llevar la discusión a las instancias jurídicas y no políticas, torpeza de neófitos en la gestión pública es reflejo de lo descuidados que son como gobernantes. Nefastas decisiones que acompañan el quehacer de la oposición son la perfecta excusa para desviar la atención de los temas coyunturales para el País: inoculación nacional para aproximarse a la comunidad rebaño, crisis económica y social que trajo consigo la pandemia, reforma profunda a las ramas legislativa y judicial, déficit tributario, reactivación de la industria, migración indiscriminada, entre otros factores. Derrotero de la campaña que ahora inicia no puede estar concentrado en las desavenencias particulares y disputas procesales de los barones electorales que tendrá su punto de ebullición el próximo 6 de abril con la audiencia de preclusión al adalid del Centro Democrático.

Carrera por la presidencia apenas está comenzando, meollo del parangón está con las Claudias, Juanitas y Angélicas que se promulgan como prototipo de lo impoluto viendo la viga en el ojo ajeno sin asumir la que tienen en el propio. Show de popularidad que aleja la atención de los graves problemas nacionales y nuevamente circunscribe el discurso a la divergencia en la implementación de los acuerdos de paz, el perdón y olvido a los desmovilizados, la representatividad política de los ex–FARC, la relevancia de la JEP y su tolerancia con los delincuentes, el poder de convocatoria y cacicato entorno a los íconos referentes de los extremos de izquierda y derecha, y la “propaganda sucia” que ya enaltecen secuaces electorales que se acuestan en unidad nacional, se levantan siendo social demócratas y almuerzan fungiendo de progresistas.

Incongruencia que siembra dudas sobre la disponibilidad que tiene la casta opositora para asumir responsabilidades sin caer en la inacción que los caracteriza, complejo narcisista que los envuelve en sus creencias y alinea con pensamientos similares; repetición innecesaria de un pensamiento plagado de evasivas y lugares comunes. Ansias de poder que les impide reconocer y aceptar al otro, construir desde lo edificado sin tirar a la basura lo propuesto por su antecesor. Colombia requiere, de cara al futuro, de políticos con palabra, formación e ideas que aporten a la reconstrucción de la Nación, sin la mezquindad de pensar en las necesidades de cada uno de ellos.

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