Una nueva oportunidad para amar supone una nueva forma de comunicarte contigo misma, de darte a esa persona que te hace despegarte del este suelo porque ahora literalmente FLOTAS.

Tal vez te puede parecer incierto el lugar que vas a ocupar, el cómo te vas a sentir en esta nueva aventura en la que voluntariamente entregas de nuevo tu corazón y tu portentosa imaginación, pero te dejas llevar porque hay algo que te impulsa y te mantiene más viva que nunca. ¡Bienvenida al país del enamoramiento!

Es apenas lógico sentir algo de miedo al entrar en este nuevo lugar para el que no te han pedido pasaporte ni visa. Al pisarlo sentirás algo incierto y enorme para lo que no te has preparado: una grandiosa sensación de vértigo que sale de tu propio corazón.

Enamorarse entraña sus riesgos, sus inquietudes y también su maravilloso torrente hormonal. ¿Pero sabes una cosa? Merece la pena vivirlo, experimentarlo y disfrutarlo de los pies a la cabeza.

¿Qué es esto tan bueno?

El enamoramiento te puede provocar que estés en un sueño constante. Será difícil tener claro lo que estás haciendo porque para que nos entendamos: estar enamorado se parece mucho a estar bajo el efecto de una droga.

Estarás más feliz porque hay algo que te impulsa a ver la vida más de otra forma, más positiva, más ligera, tu carácter ha cambiado porque hay alguien que te hace soñar, que te hace ver la belleza donde antes sólo veías rayas, tu sentido del humor ha vuelto, se te ha quitado la malparidez  que antes exhibías y ahora hasta un pájaro que se te haga caca encima te cae bien. Eres un ser adorable, sí. Y tus amigos ya se han dado cuenta de que ahí pasa algo raro, tú, con una sonrisa, te muerdes la lengua para decir que no se trata de algo, sino de alguien.

Aunque creas que será para siempre, tiene una duración limitada

Por muy maravilloso que te siente este nuevo estado, el enamoramiento no es una sensación que te acompañará hasta la tumba. El combustible del enamoramiento también se desgasta y aterrizarás en la realidad. La duración es variable, puede ser de días, meses o incluso puede hablarse de años, pero sea como sea, en algún momento se termina y pasará a convertirse en otros sentimientos, en algunos casos se irá perdiendo y se quedará en desenamoramiento, y en otros pasará a llamarse amor.

¡Pienso en él todo el día! Me hace miserable

Este pedacito está más terrible porque no es sencillo de controlar cuántas veces vas a pensar en la persona de la que te has enamorado.

Consuela pensar que los grandes artistas de la humanidad se han inspirado en esta cascada de emociones para sacar libros como La Divina Comedia.

Si vas a los clásicos griegos, verás que el mundo se ha creado por los enamoramientos de unos dioses con otros, por sus caprichos, porque se quedaban prendados de la belleza o de la pasión, y a partir de ahí ocurrían consecuencias.

Unas a veces estas uniones eran maravillosas, y otras desastrosas. Sin ir más lejos, en la mitología griega, Eros (el amor) es hijo de Penia, que representa la miseria  y de Poros, el dios del recurso. Por eso el amor a veces se reviste de la miseria de su madre (siempre le faltará algo) pero será recursivo y enérgico como su padre. Así que por tu bien, intenta que cuando estés sintiendo más pena que recurso, recuerda que el amor tiene de ambos. Y apunta en tu memoria: el sufrimiento en el amor es voluntario.

Saca a relucir los recursos de tu enamoramiento, úsalo para tu propio bien, ponlo a que te impulse en tu dirección. Si te gusta cantar, utilízalo; si te gusta diseñar, llámalo; si te viene bien para escribir una tesis, invócalo.

El enamoramiento puede convertirte en alguien nuevo, sólo procura que te saque adelante, te deje con ganas de que no se termine, y así experimentarás la sensación más fuerte que puede estremecer a un humano.

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