Una compatriota llamada Carmen Helena, radicada desde hace varios años en Madrid (España), me hizo destinatario de unos comentarios alusivos a la cruzada que por el buen uso del idioma español yo adelanto, desde el 27 de mayo de 2004, por Internet y algunos medios de comunicación impresos y alternativos. Esas notas son bien recibidas al comenzar el año 2022, pues no cejaré en mi empeño por divulgar las normas para hablar y escribir tan rica lengua.
Dice la lectora que le parece un contraste insólito que mientras allá, de donde nos vino el fabuloso legado cultural del idioma, se siente el descuido por el buen uso de esta lengua, aquí haya motivación y sana dedicación con mis modestas contribuciones a la preservación de la pureza lingüística. ¡Bendito sea Dios porque, gracias a la Internet, la defensa del idioma es posible desde hace 17 años!
Como Carmen Helena, además, expuso algunas inquietudes respecto al español, este espacio lo dedico a absolverlas, tanto para ella como para los miles de lectores de Pulzo.com:
- La Real Academia Española (RAE) admite que a este idioma se lo llame español o castellano. En España hablan del castellano porque las raíces de la lengua están en Castilla; pero hay diferencias fonéticas con respecto a la lengua hablada en Madrid y otras ciudades. Lo esencial, sin embargo, es el contenido, no la forma. Castellano o español, entonces, son formas correctas para denominar este tesoro lingüístico que nos correspondió conocer y usar.
- Los colombianos somos quienes menos estropeamos el español, pero no somos quienes mejor lo hablamos y escribimos. Este es un contentillo que nos hemos dado desde hace decenios. Por andar en esas vanidades, hemos descuidado brindarle toda la atención que el español se merece. Por esa razón yo emprendí ─hace 17 años─ la campaña pedagógica ya aludida. No hay un solo día de cada año que yo no atrape errores entre la gente del común y en los medios periodísticos colombinos. Estos últimos son los que más material me proporcionan para redactar mis boletines y notas, para corregir imprecisas y erróneas expresiones. ¡En esas tribunas informativas hay mucho bárbaro con el lenguaje! Pero, además, muchos ─no todos, claro─ son soberbios, pues no admiten sus errores, no los corrigen y los repiten a diario. Es decir, queda muchísimo por hacer para que consigamos el título de país que habla y escribe perfectamente el español.
- No me asombra lo que me cuenta Carmen Helena sobre cómo maltratan el idioma español precisamente en la cuna de este idioma. ¡Es una gran paradoja! Yo conozco a ciudadanos españoles para quienes pareciera que su «deporte» favorito es darle de puntapiés al idioma. ¡Qué barbaridad! Las almas de Cervantes, Garcilaso de la Vega y muchos otros brillantes escritores de España, ya fallecidos, deben de padecer mucho por saber que sus coterráneos de hoy reciclaron al revés su lengua esplendorosa.
En nuestro país no estamos lejos de aquellos, aunque la brecha que nos distingue es que nosotros somos sus alumnos y ellos fueron nuestros enseñadores. Algo de provecho sí hemos obtenido de tal legado cultural, pero hay muchos vacíos por llenar; sobre todo en la academia y en las instituciones estatales, desde donde debería darse el buen ejemplo de la propagación de la gramática española. El Artículo 10 de la Constitución Política de Colombia señala: «El castellano es el idioma oficial de Colombia. Las lenguas y dialectos de los grupos étnicos son también oficiales en sus territorios. La enseñanza que se imparta en las comunidades con tradiciones lingüísticas propias será bilingüe». Existe, sin embargo, nulo interés del Gobierno por divulgar las normas lingüísticas españolas (o castellanas), y ningún emprendimiento para que desde escuelas y colegios se lo enseñe con supremo empeño, para que las nuevas generaciones no sigan creyendo que tienen licencia para escribir y hablar como quieran.
¡Hablar y escribir bien: el reto de hoy!
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