[…] Porque cuando estoy en Tinder estoy atenta a esos nuevos Matches, a lo que me escriben y me preguntan. Puede ser que en menos de 24 horas tengas a 30 hombres haciendo preguntas y enviando emojis.

Entro a Tinder con el pánico en el cuerpo por saber quién será mi siguiente amor en 2021. Veo y analizo, leo y releo. Descarto borro y deshago matches con la velocidad de una analista que tiene que saber que al final sólo puede quedar uno, y que el tiempo es oro. Para mí estar en Tinder es como estar en el ojo de un huracán. Me siento expuesta y cuantas menos horas esté ahí, mejor para mi cabeza. Quiero estar máximo 48 horas.

Chateo rápido y no me gusta perder el tiempo. No puedo dedicarme a contar historias y batallitas perdidas, tampoco es el lugar que me permita extenderme en grandes cuestionarios. Si alguien me gusta mucho, si veo que lo que escribe me despierta emociones y me da calorcito en la panza, entonces doy el paso y le digo que nos veamos. Puede parecer muy loco todo esto de quedar con un match que sólo me deja ver 3 o 4 fotos, lo que pasa es que el directo es lo que me da la información, lo que me dicta si esa persona puede llegar a estar conmigo por más de 90 minutos.

No hay miedo por ir a esa cita. Es un sí o un no. Y cuanto antes lo sepa, mejor.

El tema de la primera cita está en la información. Cuánto sabe mi match de mí. Cuánto sé de él.

Me programaron para escuchar, aunque en mis ratos libres también sé stalkear, así que al hombre en cuestión intento estudiarlo por redes, si no veo nada, tendré la cita para ver si tenemos química real. Si lo que me dice me inspira confianza, y también si me gusta a rabiar. Cuando un hombre me gusta instintivamente desvío la mirada porque me cuesta sostenerla, también me aumenta la temperatura y siento que la cara me arde. No hay abanico para eso. Y me da risa.

Mi última primera cita fue breve. Menos de dos horas para saber que necesitaba una segunda. El ideal para mí. No me gusta irme a trabajar con la cabeza echa un manojo de impresiones inconexas. Prefiero separar. Volver a quedar, quizá con los nervios por todo lo alto. Tomarme un vino, llegar  dos minutos tarde para verlo de espaldas y ponerme todavía más nerviosa.

Tomarme un Ribera y ver que sigo desviando la mirada y que se me duermen las manos. Puede ser por la cita o por la diabetes. Llevo un día en Tinder y este podría ser el hombre que estoy buscando.

Si un hombre me gusta mucho se me olvida comer, paso por alto que tengo hambre. El ideal para mí en ese momento es poder estar sentada tranquila y con espacio para poder moverme. En esta ocasión todo pasó al revés. Terminé en su casa viendo Host, una peli de terror que se graba en Zoom, perfecta para que el corazón se me termine de salir hasta llegar a la esquina. Mi chico elegido está a mi lado, sin pedirme nada, con su brazo rodeando mi cabeza. Si es cómodo ese brazo, me quedo donde estoy. Es normal que con tantos nervios también tenga ganas de dormirme, que sería como morirme por horas. Perfecto. No lo consigo. Me da algo de beber y bueno, no estoy en el mood de ponerme hasta las orejas de alcohol, así que cuando termina la peli yo lo que quiero es poder levantarme con dignidad e irme a mi casa. Pero no puede ser.

Mi hombre quiere saber si hay completa compatibilidad. Para mí este es un momento de completa debilidad. Sé que si tenemos sexo ya no hay vuelta atrás.

Me gustaría esperar un año para llegar a esta fase, pero no creo que ninguno de los dos pueda aguantar ni un minuto.

Siempre da miedo pasar a mayores por primera. Da cosita engancharse, da cosita sentir. Pero da más cosita no volver a sentir. Está claro que las cosas salieron aún mejor de lo que pensé. 48 horas después mi perfil de Tinder lo he dado de baja.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.