Anoche, como casi todos los días, entré a la aplicación de Facebook a revisar qué cosas nuevas estaban pasando en el mundo.

Entre todas las cosas que vi, me encontré con una publicación de una persona cercana que leía lo siguiente: “¿Cómo amanecieron mis expertos en epidemiología, seguridad nacional y economía, listos para criticar todo y no aportar nada?” Además de lo curioso que me pudiera parecer la publicación, pensé en cuánta razón llevaba.

Desde el inicio de las medidas de aislamiento he sido testigo del tsunami de opiniones de personas en todas las redes sociales; especialmente en distintos grupos de WhatsApp. Con sorpresa me he encontrado que los comentarios se caracterizan por su connotación negativa.

Seguramente habrá leído o escuchado en las distintas redes sociales cosas como las siguientes: “¿Por qué el Gobierno no propone cosas en beneficio de los empresarios?” o “Si seguimos así nos vamos a ir de […] para el estanco”. Seguramente también se habrá topado con cosas como “No hagamos caso al decreto, que eso no lo pueden controlar” o “Me mandaron de licencia no remunerada; era eso o me echaban”. También cosas como “No podemos pagarle más a la gente y el Gobierno no hace nada” o “Los bancos no están ayudando. Esos ‘x’ meses de gracia no van a servir de mucho”.

Es ante este raudal de ‘opinionitis’ que hoy levanto la mano como un ciudadano más e invito a las personas a darle a la creatividad, como una característica de la resiliencia, el estandarte de batalla contra la coyuntura que vivimos. Porque no en otro momento es más aplicable el viejo mantra materno-paterno de “la plata no crece en los árboles”. Pues así tampoco todas las soluciones nacen de los decretos.

Me atrevo a hacer este llamado por dos razones, fundamentalmente:

  1. Porque el país se está endeudando y esto puede ser problemático en el mediano plazo

Por un lado y a decir verdad, los gobiernos del mundo, incluido el colombiano, se enfrentan a los mayores retos para armonizar y equilibrar sus políticas de salud pública y económica.

Y, sin perjuicio del real o falso dilema entre salvar vidas y salvar la economía, la realidad es que los gobiernos de los países emergentes se encuentran en el proceso de definir políticas prudentes frente al déficit fiscal, que no pongan en riesgo la estabilidad económica de los países y sin desbordar los niveles de inflación.

Pero se están endeudando, esa es una realidad indiscutible, para mitigar los efectos de la coyuntura en la economía. El endeudamiento desmedido para atender la crisis podría tener consecuencias nefastas en el mediano y largo plazo para el país.

  1. Porque la regulación responde a las realidades económicas, no al contrario

Cuando la prohibición de las operaciones que realizan empresas como Uber tiene el efecto mediático que nos permite a los colombianos opinar, nuestra reacción es de rechazo a la imposición de medidas que coartan las libertades económicas. Pero en situaciones como esta, a la que nos enfrentamos por el COVID-19, esperamos que sean los reguladores (Congreso o Gobierno, como sea el caso) quienes saquen el conejo del sombrero e impongan las medidas que permitan solventar las necesidades inmediatas. ¿No es evidente la contradicción?

Y es que, no obstante se trate de circunstancias que no son análogas ni comparables, el símil permite traer un punto a discusión: en este momento todos estamos en la inmejorable situación de crear nuevas realidades económicas, reguladas o no, para solventar (así sea temporalmente) los efectos adversos de la crisis.

Es de las nuevas iniciativas de negocios y de la voluntad de quienes hacen negocios, de donde surgen las realidades económicas y sociales que el regulador está en la obligación de circunscribir a reglas y límites. Con esto no se pretende hacer apología al incumplimiento de las normas o a la realización de negocios ilegales; todo lo contrario. El objetivo es que entendamos que el ámbito negocial es amplísimo y que la creatividad debe primar a la hora de enfrentar esta crisis.

Ejemplos como Rappi, tan ampliamente criticado por su relacionamiento con los mensajeros (o ‘Rappi’/‘Rappitenderos’), hoy son muestra del impulso que en alguna medida tiene la economía, permitiéndole a algunos a acceder a bienes y servicios sin violar las medidas de aislamiento. Merqueo es otro ejemplo que permite reforzar la idea. Hoy despachan pedidos desde el Movistar Arena. Y así, hoy algunas empresas abanderan el esfuerzo por ser creativos, redundando en beneficio y atención a las necesidades que hoy, como nunca, tenemos.

No puede permitirse pensar que los contratos son un juego de suma cero. No siempre una de las partes tiene que perder ni su pérdida suponer una ganancia correlativa o proporcional para la otra parte. Por el contrario, situaciones como la que enfrentamos por causa del coronavirus nos deben permitir encontrar rutas o caminos alternativos donde las pérdidas se mitiguen o eliminen entre las partes y las ganancias (o las menores pérdidas) se busquen entre estas, en conjunto.

Ahora bien, es posible que de la coyuntura actual algunas empresas no tengan salida distinta a la de clausurar sus operaciones. Habrá, sin lugar a duda, despidos en algunas otras. Es probable, incluso, que quien escribe estas líneas resulte desempleado. Pero lo habremos intentado. Habremos puesto la creatividad al servicio de la economía, sembrando semillas de nuevas realidades capitalizables en el corto, mediano o largo plazo.

No habremos esperado a que el Gobierno regule (y, en estos casos, regule siendo un sinónimo de “limite”) la capacidad de los colombianos de encontrar recursos, dentro de los límites de la legalidad y la razonabilidad, para afrontar los retos que la coyuntura resultante de la extensión del COVID-19 ha traído consigo. Tampoco habremos esperado donaciones del Gobierno o de magnates. Sin duda esas ayudas estarán disponibles, en mayor o menor medida; pero las soluciones reales, palpables y aplicables a cada una de nuestras realidades, estarán en nuestra capacidad de encontrar e implementar recursos que resulten de nuestra creatividad.

Por lo mismo, la creatividad puede – y debe – manifestarse en la pesquisa incansable de opciones tecnológicas, financieras, legales (como deleyes.com), operativas o de otros tipos. Estas manifestaciones en los negocios pueden ocurrir, bien mediante la implementación de herramientas existentes, o bien a través de la creación de nuevas.

De gran importancia será, entonces, encontrar las alternativas que sean aplicables a la situación particular de cada quien, y que le permitan, según sus necesidades específicas, resolver o paliar los efectos de la coyuntura en su negocio o en su vida personal. Para esto será crítica la participación ‘activa’ de las agremiaciones, las asociaciones y las Cámaras de Comercio. Estas permitirán, además, controlar o canalizar la circulación de ‘fake news’ entre las distintas redes sociales.

La creatividad será entonces, la principal herramienta de batalla. Con éxito o sin él, habrá puesto en práctica la resiliencia de la que tanto se habla y esta ya no será un concepto abstracto y etéreo, casi inalcanzable, pero si predicado, siempre opacado por la frustración, la desesperación, la depresión o la angustia. Y no la creatividad que nos caracteriza a los colombianos para encontrar alternativas y justificantes para ‘salir de puente’ o para hacer la compra. Se trata de la creatividad positiva, materializable en acciones que redunden en beneficio propio y en el de terceros; aún si su implementación resulta en fracaso, pues habremos aprendido.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.