Lo hizo durante más de 50 años en su fecunda vida como periodista deportivo.

Con energía planteaba sus pensamientos, con argumentos los defendía, en noches inolvidables de polémicas encendidas, de mentes calientes que alteraban la cotidianidad de la vida futbolera con otros maestros, algunos fallecidos.

Javier cambió el periodismo de su época. Era sereno, sin brillo, sin alma, pero su irrupción le dio contundencia a las frases; con pasión informativa tomó distancia del poder, e impulsó la crítica directa, sin compromiso.

Cuántos panegíricos, cuántas denuncias documentadas, cuántas arengas de castigo. Era un deleite escucharlo en su ‘Estadio y multitudes’. Una academia rodante que marcó una época para la nueva generación del periodismo deportivo. De esa fuente del saber bebimos muchos. En mi caso, cambió el destino de mi vida.

Esteban Jaramillo

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Por ello, se arruga mi alma con su muerte pero se fortalecen los sentimientos en mi memoria, de alumno agradecido. Seguí sus pasos, tomé su estilo, me inspiré en su trabajo, aprendí de cada palabra, de cada transmisión, de cada tarde futbolera, de cada editorial por combustible que fuera.

La última vez que nos cruzamos noté que su pasión por el periodismo había desaparecido. Que esa llama murió lentamente, como lentamente se apagó su vida. Javier, incansable conversador, cansado ya, solitario en su finca, al final de sus días.

¡Gracias maestro! Honro su memoria, con la felicidad de ser parte de su legado. Cómo no recordar aquella vez,  cuando adolescente y asustado, llegué a La Patria y a Todelar, a dar los primeros pasos a su lado, en mi vida como informador deportivo.

 

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.