“Jugadita” glauca en la segunda vicepresidencia y encolerizado reclamo de las fuerzas humanas, que se autoproclaman como decentes, es la evidencia clara del irrespeto a la democracia por parte de la extrema izquierda colombiana; voto en blanco antes que un veto a un candidato en particular es la consecuencia de apostar por el peor de los nombres que tenían los grupos de oposición para ese cargo en la mesa directiva del Senado.

Testaruda actitud egocentrista, delirio de persecución permanente, impide asimilar a los integrantes del pacto histórico, que adoctrinamiento callejero de la primera línea, lavado de cerebro a grupos minoritarios, socavamiento de la moral y la economía del país, comienza a pasar factura de contado a una fuerza política que esta siendo derrotada por el odio que destilan y la mezquindad que los acompaña en cada una de sus acciones.

Aprobación y desaprobación de una propuesta política hace parte del ejercicio democrático de una sociedad, problema de la izquierda está en la desunión que quedó en evidencia al interior de los grupos alternativos fruto de la contradicción y el ataque indiscriminado entre ellos mismos.

Humanos fueron idiotas útiles en la conformación de las mesas directivas del legislativo, victimas de su propio invento, salieron traicionados y desnudaron lo que será el eje estratégico de cara a los comicios de 2.022, en el territorio nacional, donde la peor alternativa de los sectores de oposición es el líder de los humanos.

Rechazo tan amplio de todas las facciones es la respuesta a la conexidad de una colectividad con las desgracias y tragedias vistas en los últimos meses en las calles colombianas y que se han traducido en confrontación con las fuerzas del orden, heridos, muertos y mucha destrucción.

Prepotencia del libretista que ahora funge de prócer de las clases menos favorecidas, impide aceptar el resultado de 66 votos en blanco que se emitieron como símbolo de justicia contra la instauración de un régimen de terror y la profanación de los símbolos patrios, incitar a voltear la bandera. Ausencia de transparencia y honestidad en el proceder pulveriza las aspiraciones de quienes construyen una narrativa de odio y veneno contra el gobierno y la extrema derecha colombiana, sin comprender que no es con violencia como se debe buscar el cambio; es tiempo de replantear varias de las desacertadas decisiones que llevaron a no conseguir lo que la recalcitrante izquierda tanto deseaba.

Cándido fue pensar que retirando la bancada del legislativo no se aplicaría el artículo 26, literal b, del estatuto de la oposición que establece que si no se postula un candidato por parte de la oposición ese derecho será de los independientes, en este caso Cambio Radical o el Partido Liberal.

Incapacidad para articular y cerrar acuerdos con esquemas políticos, de centro y derecha, denotan que lejos está la izquierda de gobernar el país, y más aún de conformar una coalición amplia y sólida. Compromiso con Colombia no implica hacer política con el resentimiento y agudizar el nefasto paro con apoyo al apetito burocrático de los sindicatos, las ansias latifundistas de los cabildos indígenas y el actuar parasitario de la juventud que se niega a estudiar y trabajar mientras se les promete un futuro con subsidio estatal permanente. Grave problema de la oposición es no aceptar los resultados de un ejercicio democrático, las votaciones solo les gustan cuando las ganan porque cuando las pierden son foco de corrupción; comportamiento hipócrita de sujetos que dejan mucho que desear como personas, ciudadanos y políticos.

Nefasto precedente quedó en las minorías con curules otorgadas a quienes se identifican como los comunes, indignos opositores que se niegan a aceptar la derrota en una elección, y gozan del desprecio de la gran mayoría de la población nacional. Flaca firmeza y fundamento en los cuestionamientos a la criminalidad, que ahora se toma las calles de las poblaciones colombianas, raya el límite de lo absurdo en un discurso opositor que no pasa de una retahíla, de mentiras y quejas, incapaz de proponer la construcción de alternativas de cambio.

Hito que marcaron en el legislativo, al perder contra el voto en blanco, evidencia que rencilla entre toda la oposición es lamentable, inconveniente y pierde terreno electoral desde el harakiri que se perpetraron. Inmolación es la demostración del nido de traicioneros que se ubica en la izquierda, oscuros personajes que se sabotean, venden, traicionan y hunden para lograr arañar el poder.

Camino a las elecciones comienza a quitar las máscaras y sacar a flote la verdadera cara de los colectivos políticos, lo acontecido este 20 de julio en el legislativo representa el sentir de un alto porcentaje de colombianos que no resiste la gazmoñería de los humanos. Talante desbocado de escuderos de la izquierda está sepultándolos políticamente, precio que tienen que pagar, en democracia, frente a una nación cansada del caos y la anarquía que promueven; el paro violento que azuzaron los dejó fuera de cualquier opción electoral.

Posición férrea que dicen tener contra la corrupción queda en duda con los acuerdos que hacen por debajo de la mesa y la aproximación de adalides, social demócratas, que ahora buscan refugio en la izquierda, dinamismo político que deja ver el vaso medio lleno con el rabo de paja que los acompaña.

Voto de opinión emitido por las fuerzas políticas en el legislativo es congruente con lo que se piensa, se dice y se hace, las mayorías no comparten la manera de actuar de aquellos que se autoproclaman decentes. Cosecha que ahora recogen, quienes dicen estructurar un pacto histórico por Colombia, es la antología de una agrupación de partido para la que no existe una segunda opción y solo aceptan lo que ellos imponen. Cuestionable es la alternativa de poder que tiene como táctica un protesta vandálica cimentada desde células urbanas del terrorismo, sed tiránica, despotismo que trata de defender lo indefendible haciendo cosas descabelladas. Llegó el momento de asumir responsabilidades, victimización de la izquierda es solo un afán distractor para culpar a los demás y no asumir lo que a ellos corresponde.

Quienes pisotean y maltratan los símbolos patrios, reparten odio todos los días, promueven el terrorismo urbano, e insultan a la fuerza pública, solo merecen una fuerte sanción social. La indiferencia está afectando a Colombia, la ausencia de valores morales y éticos es la que conlleva a la construcción de una apuesta política con verdades a medias, populismo, que cautiva incautos. Mala memoria, de la que padece el país, es la que condena a los colombianos a repetir una y otra vez errores que avivan la discriminación y exclusión social como una guerra de clases desde propuestas políticas irresponsables e irrealizables. Verborrea y charlatanería caracterizan a los dirigentes de izquierda que, cuando han tenido la oportunidad de gobernar, demostraron lo pésimos administradores que son y cómo terminan arruinando la economía causando desempleo y pobreza. 

Pacto histórico por Colombia solo será viable con el reconocimiento del prójimo, respeto por la diversidad y lucha por la equidad sin odio, mentiras y exclusiones. Dedo inquisidor que se emplea para culpar al gobierno de todos los males debe ser usado para revisar cuál ha sido el trabajo de los humanos por las clases menos favorecidas, la educación y la salud; legislación y cambios promovidos desde el escenario que corresponde, el Congreso de la República.

¡En el marco de la tolerancia hay que dejar de ver mesías donde solo hay verdugos! Democracia del país está raída, rota y abandonada, todo se resuelve con insultos polarización y violencia; el ecosistema social está inundado de mucho discurso, una cosa es el libre derecho a la expresión y otra muy distinta es ofender, irrespetar y fomentar la violencia y terrorismo. 

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