Desde hace 20 años, la capital de la República ha sido blanco de los grupos armados y los violentos que han puesto en jaque a los organismos de seguridad. El fortalecimiento de la inteligencia y los procesos de prevención han sido las principales enseñanzas.

Entre febrero de 2003 y enero de 2019, Bogotá fue sacudida por el germen del terrorismo en al menos seis oportunidades, dejando a su paso una estela de muerte, miedo, pánico colectivo y desconfianza en las instituciones.

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Estos hechos traen el recuerdo de la bomba al Club El Nogal, el ataque a Caracol Radio, el atentado contra el exministro del Interior Fernando Londoño en el norte de Bogotá, la explosión en La Macarena, el artefacto en el baño de mujeres del centro comercial Andino y el carro bomba en la Escuela de Cadetes General Santander. Todos actos de terror que dejaron decenas de muertos y centenares de heridos, así como una fractura en la sociedad que las instituciones de seguridad han intentado cerrar.

El punto de quiebre

Para el experto en seguridad Andrés Nieto, quien fue subsecretario de Seguridad y Convivencia de Bogotá entre 2020 y 2021, el atentado contra el Club El Nogal, ocurrido la noche del 7 de febrero de 2003, marcó un antes y un después en la lucha y prevención contra el terrorismo en Bogotá, después de que la guerra que libró Pablo Escobar contra el Estado colombiano dejara sus coletazos en la capital, como las bombas al Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), a la sede de El Espectador y al centro comercial Centro 93, a finales de los años 80 y comienzos de los 90.

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Según Nieto, desde entonces las autoridades iniciaron programas de prevención ya no para delitos convencionales como el hurto, sino para prevenir actos de terrorismo. De ahí surgió la necesidad de que los cuerpos de seguridad del Estado se articularan con el sector privado para concertar procesos de prevención en tres escenarios clave: puntos de alto comercio, zonas de reuniones sociales de personalidades de la alta esfera de Colombia y sedes de la fuerza pública.

Así mismo, de esa dinámica de prevención surgieron estrategias como los comités territoriales de orden público y los consejos de seguridad, las cuales “permiten que las unidades de investigación puedan evidenciar y mostrar la vulnerabilidad en fechas especiales, en situaciones coyunturales o amenazas directas (como panfletos)”.

¿Qué enseñanzas han quedado?

El experto en seguridad insiste en que, en materia de seguridad, los resultados se miden que no va a pasar o entre menos delitos ocurran. Por ello, destaca que gracias a las actividades de inteligencia y prevención de las autoridades, en Bogotá se han frustrado más de 120 actos delictivos y de terror en los últimos tres años, los cuales, en sus palabras, “buscan desestabilizar al gobierno de turno o enviar un mensaje político de que (los grupos armados ilegales) están presentes en la ciudad y decir: ‘nos metimos a la capital de Colombia’”.

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Por otro lado, los atentados terroristas en la capital durante este milenio dejaron, a criterio de Nieto, una lección que se ha mantenido hasta ahora y es que el proceso de inteligencia tiene que “mantenerse todo el tiempo”, pues antes de El Nogal este proceso, junto con el de investigación se hacía “cuando había un ataque en otra parte o cuando había un suceso político cercano, pero hoy es constante”.

“Tanto así, que desde países como Ecuador, México y Perú han venido representantes de instituciones de seguridad para conocer los protocolos antiterrorismo que aquí se implementan”, señaló.

“No hay presencia de grupos armados”

En entrevista con El Espectador, el general Eliécer Camacho, comandante de la Policía de Bogotá, aseguró que frente a la amenaza terrorista de la que se llegó a hablar en los últimos meses, a causa de dos atentados en la localidad de Ciudad Bolívar, no hay información, por lo que desmiente que grandes estructuras delictivas estén intentando ganar terreno en la capital.

“Contamos con una herramienta importante: el Centro Integrado de Información de Inteligencia, con participación de la Policía, la Fiscalía y el Ejército, entre otras instituciones, donde hacemos nuestros análisis. Al momento no tenemos evidencia de que haya presencia de grupos armados organizados, de las magnitudes que estamos hablando, ya sean residuales, el Clan del Golfo o de alguna otra estructura que pueda afectar el normal desarrollo de la ciudad”, indicó.

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Si bien las autoridades no desconocen la capacidad que puede tener una estructura que pretenda alterar el orden en la ciudad, también son conscientes del componente investigativo que han destinado para intentar acorralar a las organizaciones que pretenden sembrar el “terror”.

“Hemos identificado que estas redes operan bajo la modalidad de outsourcing (subcontratación). Frente a ello hemos avanzado en las investigaciones. En el caso de Ciudad Bolívar se siguen analizando los móviles, a pesar de que el frente 33 del GAO Residual se atribuyó el hecho. No desestimamos las alertas de las entidades que manejan temas de derechos humanos, que tienen sus fuentes, pero lo que hacemos es atenderlas y acompañar con prevención y operaciones con los hombres y las mujeres disponibles”, concluyó el uniformado.

Esa modalidad de la que habla el general de la Policía es la que, “tradicionalmente” se ha usado para afectar estructuralmente a la capital y generar caos. Pero, ¿por qué si se tiene identificado dicho actuar, las autoridades no logran evitar los ataques?

De acuerdo con Hugo Acero, exsecretario de Seguridad durante el primer año de la administración de Claudia López, la figura de “subcontratación” entre las redes criminales, es lo que estaría dificultando el trabajo investigativo, porque son personas diferentes las que llevan a cabo tareas precisas que sumadas se traducen en los atentados. Así las cosas, para las autoridades no resulta sencillo llegar a cada uno de los participantes y el proceso de indagación podría demandar largos períodos.

“Estas acciones terroristas grandes las planean y ejecutan grupos que, en muchos casos, no se conocen entre ellos (y tienen labores precisas). Unos son los que hacen la inteligencia, otros los planean, otros consiguen los explosivos, unos más los acondicionan, para que no llamen la atención, y finalmente son otros los que lo transportan y activan las cargas”, explicó Acero.

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“Las acciones más grandes, como el atentado a la Escuela de Cadetes General Santander, carros bomba e incluso los dos últimos atentados en Ciudad Bolívar, generalmente son planeados y realizados por estructuras más grandes, en especial frentes que actúan en áreas rurales. Este método se aplicó a comienzos de siglo, cuando las Farc se enfocaron en el terrorismo urbano, especialmente en Bogotá, después del fracasado proceso de paz del Caguán”, agregó.

El objetivo, por ahora, parece claro. La necesidad de robustecer el cuerpo de inteligencia para anticiparse a los ataques delictivos es una de las estrategias que los expertos creen viable para contener a esas estructuras que pretenden desestabilizar el orden de la ciudad, sin importar cuántas vidas se lleven a su paso.

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