En el libro Introducción a la sistemática de mamíferos y aves, publicado en 1811, se describió por primera vez la familia Psitacidae, a la que pertenecen loros, papagayos, guacamayas, pericos y cotorras. Su autor, el alemán Johann Karl Wilhelm Illiger, era curiosamente un especialista en insectos, dirigía el Museo Zoológico de Berlín y fue quien le dio nombre a la familia usando la palabra psitakos del griego antiguo que significa loro. Está dividida en dos subfamilias: una en América en la zona neotropical, con 35 géneros, y otra pequeña en África, al sur del Sahara, con 2 géneros. En ninguna otra parte del planeta se dan naturalmente especies de psitácidos, como se le llama a este grupo de manera coloquial.

Un ave bien interesante de esta familia es el loro orejiamarillo, perteneciente a la subfamilia Arinae y que lleva el nombre científico Ognorhynchus icterotis, descrita, entre muchas otras especies de la avifauna, por los ornitólogos franceses Francois Victor Massena, 2º Duque de Rivoli y 3º Príncipe de Essling, y su sobrino Charles de Souancé, en 1854. Le colocaron ese nombre del género Ognorhynchus por el pico abultado del loro: viene del griego ónkos, bulto; y rhýnkhos, pico; y el epíteto icterotis, de íkteros, amarillo, color de la Ictericia, y õtis, con orejas. En resumen, su nombre científico significa con pico abultado y con orejas amarillas. En inglés se le denomina Yellow eared Parrot.

Este loro solo se da en Colombia; es por lo tanto una especie endémica. Habita en las tres cordilleras, especialmente en los Andes de Quindío, por encima de los 2.000 metros de altura y tiene una estrecha relación con las palmas de cera, toda vez que hace sus nidos en los troncos de los ejemplares muertos, utiliza el follaje de los especímenes vivos para pernoctar y se alimenta de sus frutos. Como se sabe, el género Ceroxylon que corresponde a las palmas de cera, agrupa 12 especies, circunscritas a los Andes de Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia, y de ellas 7 ocurren en nuestro país, en las 3 cordilleras y en la Sierra Nevada de Santa Marta. Según Pablo Flórez, de la Universidad Nacional, debido a la alteración de sus hábitats y a la cacería eventual, del lorito “solo quedan dos poblaciones en los Andes de Colombia, que juntas no superan los 700 individuos”. Aunque en la Resolución 1912 de 2017, en la que se listan las especies de flora y fauna en peligro de extinción en Colombia, no se menciona ningún psitácido, lo cierto es que Birdlife en 2005 categorizó esta especie en peligro crítico de extinción.

El loro orejiamarillo es una avecilla muy bella que vale la pena preservar. Su salvación se garantizaría si se aprobara por fin el Santuario de la Palma de Cera del Quindío, en Toche. Una tarea a la que todos debemos contribuir.