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“El sufrimiento no es una virtud”, asegura Bonnet en su columna de este domingo en El Espectador al respaldar la polémica iniciativa del alcalde de Soledad, Atlántico, Joao Herrera, para que los niños entren a estudiar a las 9 de la mañana.

“Estoy de acuerdo. Porque, además, en ciudades grandes y medianas, por las distancias, esto puede ser una cruel realidad y no una exageración, como parece”, dice Bonnet.

Y formula los siguientes interrogantes:

“¿Es que esto tiene que ser así? ¿Qué idea de trabajo seguimos manejando? ¿No pueden los empresarios crear jornadas flexibles para sus trabajadores, y que estos ajusten sus horarios a las necesidades de la familia? En estos tiempos de hiperconexión, ¿no resulta posible que ciertos trabajos se adelanten desde los mismos hogares, aunque sea parcialmente? ¿Cuál es la calidad de vida de una familia donde el padre o la madre debe sacar los niños a la madrugada, a veces a recorridos de hasta una hora, y luego ellos mismos deben subirse a un bus que va atestado, transitar distancias enormes, y hacer lo mismo a las cinco de la tarde, para llegar exhaustos a hacer tareas y labores domésticas? ¿Es la costumbre y la inercia lo que impide que estas rutinas cambien?”.

El alcalde Herrera destacó una diferencia importante entre programar el tiempo de los estudiantes según la disponibilidad del maestro y la escuela, o hacerlo a la inversa:

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“Hoy en día todo está montado para el maestro, el horario es del maestro, el epicentro es el maestro y no puede ser. El epicentro es el estudiante, entonces queremos incluso que el niño llegue al colegio con agrado, con ganas, con deseos de estudiar”, dijo el mandatario.

También señaló que “ayudar al desarrollo cerebral del niño en esas horas en las que debe estar durmiendo y no siendo sometido al castigo de un baño dormido, para luego llevarlo a un colegio que luego resulta agresivo y donde encuentra un maestro inquisidor”.