A la vez que Vladdo tacha en su columna la “escasa tolerancia” de Macías y el “tono autoritario que destila en sus intervenciones”, sostiene que “muchos” le critican al congresista del Centro Democrático “no haber realizado estudios superiores”.

Es más —sostiene Vladdo—: “Hay algunos que ponen en duda su grado de bachiller, señalamiento que de ser cierto no sería grave per se; lo de verdad criticable sería que el senador estuviera presumiendo de un título que no tiene. Sin embargo, yo prefiero no hilar tan delgado y confío en la palabra del congresista”.

Pero el analista Jorge Galindo sí hila más delgado, aunque por otro lado, y sostiene en El País, de España, que lo de Macías “se trató de un ejercicio de partidismo inusitado para alguien que representa al poder legislativo en la transferencia del poder ejecutivo”.

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Al aprovechar la oportunidad que le ofreció la ceremonia de posesión de Duque (una de las más solemnes y esenciales de la democracia) “para defender un programa ideológico, de parte, de alguna manera [Macías] está traicionando al resto de la nación; y, con ello, está traicionando el espíritu del propio evento”, sostiene Galindo.

“Entre las líneas entonadas por Macías se podía leer un aviso velado al nuevo presidente: este es el programa del partido (y, por tanto, también del uribismo). Este es el ideal al que debes aspirar. ‘Cuanto más te alejes de él’, parecía decirle, ‘más te estarás alejando de nosotros’”, plantea este analista.

Y ahonda más: destaca como uno de los aspectos fundamentales del contexto político colombiano “que impide leer con normalidad el discurso de Duque” la presencia de Álvaro Uribe. “La serie Uribe-CD-Macías podría ser entendida como una cadena que pretende impactar en Iván Duque, con una última demanda velada, pendiente de ejecución en un futuro próximo: el uribismo y su jefe están fuera de toda duda, y ahí deben mantenerse. Ahí debe mantenerlos el nuevo presidente de la República de Colombia”.

Un análisis que se aproxima al de Galindo lo hace el editorial de El Heraldo, de Barranquilla, que advierte que, pese a intervenir en la solemne ceremonia en su calidad de cabeza del Congreso, Macías “actuó como un vocero del Centro Democrático: no ahorró elogios a su partido y al líder, Álvaro Uribe, y, con tal de llevarse por delante a Santos, dibujó un cuadro apocalíptico de la situación de Colombia que en nada beneficia a la imagen del país”, y remata asegurando que esa intervención fue “lisa y llanamente inoportuna e impresentable”.

Incluso, hasta el editorial de El Tiempo, de marcada influencia nacional, dedica unas líneas a Macías, en las que califica de “desafortunada” su intervención. “Su discurso, agresivo y revanchista, estuvo en las antípodas del espíritu de renovación incluyente y sin rencores que marcó las palabras” de Duque.

Por su parte, Semana, en el análisis que hace de los discursos de Macías y Duque, califica el del primero como “una de las más infortunadas intervenciones en una posesión presidencial de la que se tenga memoria”.

“Macías no había escrito el protocolario discurso de bienvenida al nuevo mandatario, sino que había aprovechado el momento para despacharse con un extenso memorial de agravios sobre el gobierno saliente. Nunca en esta ceremonia se había sacado de esa manera el espejo retrovisor”, dice la revista.

“Qué abuso del poder que se atribuyó Macías para pronunciar un discurso que no lo podía hacer a nombre del Senado. Fueron más de 30 minutos de una diatriba cargada de odio, de hiel. Espantosa. Triste”, dijo, por su parte, Darío Arizmendi, en Caracol Radio.

“Que lo hubiera hecho en el Senado de la República, en el marco de un debate político es perfectamente legítimo. Pero es que yo no conozco antecedentes en una transmisión del mando, en un escenario internacional, con la presencia de diez jefes de Estado, de observadores internacionales, de vicepresidentes, de embajadores, de delegaciones de 110 países… Yo no conocía aprovechar semejante evento para un cobro de cuentas a un exmandatario”, agregó Arizmendi.

“Fue un memorial de agravios sin muchas cifras y realmente sin mucha justificación”, agregó Darcy Quinn, de esa misma emisora. “Simplemente, un discurso cargado de odio, con el ánimo de seguir en esta división del país y de no reconciliarlo”.