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El pasado fin de semana, la parroquia San Joaquín de Barrios, ubicada en Bogotá, fue testigo de lo que muchos consideran un milagro eucarístico.
Durante un rosario de postración realizado en la iglesia, la hostia consagrada comenzó a palpitar de manera visible, según el relato de los presentes y los videos difundidos en redes sociales.
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El hecho ocurrió bajo la conducción del padre Juvel Zuluaga Agustino, quien no pudo contener las lágrimas al presenciar el fenómeno.
La ceremonia, que tenía como propósito interceder por Colombia y Venezuela, se transformó en un evento extraordinario cuando la hostia, colocada en el centro del santísimo expuesto en el altar, comenzó a latir.
Este fenómeno, captado por la cámara de los asistentes, generaron una profunda impresión en la comunidad religiosa local, quienes consideran este evento como una manifestación divina.
El suceso en Bogotá es el segundo de este tipo registrado en la ciudad, lo que despertó un amplio interés tanto en la comunidad católica como en el público en general.
La iglesia inició el proceso de documentación del evento, con miras a solicitar una investigación más profunda por parte de las autoridades eclesiásticas competentes.
El milagro de Tumaco en 1906: un precedente histórico
El acontecimiento registrado en Bogotá sería el segundo evento de este estilo ocurrido en Colombia luego de 118 años.
En la ciudad costera de Tumaco, en 1906, un terremoto devastó las islas cercanas del Pacífico, y los habitantes de Tumaco, temiendo un inminente tsunami, buscaron refugio en la fe.
Guiados por los frailes Agustinos Recoletos, los habitantes organizaron una procesión en la que el santísimo sacramento fue llevado hasta la playa.
Este acto generó que el mar se detuviera, formando una barrera que protegió a la población de las aguas destructoras.
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Este hecho fue rápidamente catalogado como un milagro por los testigos y la Iglesia, quedando registrado como uno de los momentos más significativos de la historia religiosa en Colombia.
Proceso de reconocimiento de milagros por el Vaticano
Para que un evento de este tipo sea reconocido oficialmente como un milagro, debe pasar por un proceso de verificación detallado y exhaustivo.
Inicialmente, se recolectan testimonios y pruebas que se presentan a la diócesis local.
Luego, el caso es sometido a una comisión de expertos, quienes analizan el evento desde una perspectiva teológica y científica.
Estos expertos buscan determinar si el suceso puede ser explicado por causas naturales o si, efectivamente, desafía las leyes conocidas de la física y la biología.
Solo si el evento no tiene una explicación científica y se considera un acto divino, se eleva el caso al Vaticano, donde el Papa toma la decisión final sobre la proclamación oficial del milagro.
Este proceso de reconocimiento es largo y puede extenderse por varios años, dependiendo de la complejidad del caso y de la disponibilidad de pruebas concluyentes.
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