“No creo que […] sea un tipo tarado. Ni que detrás de él no haya gente pensante”, escribe Martínez en el diario barranquillero. “Sabe que Venezuela es una nación estratégica para los intereses de América y qué hay detrás de la cacareada ‘estabilización del país’ que procuran algunas naciones”.

A la cabeza de Maduro que algunos consideran cerrada —continúa el columnista— “le cabe igualmente la crisis del país. La de antes de Chávez, cuando Venezuela era una de las naciones más inequitativas del continente con un 70 % de pobreza en campos y ciudades, y la de ahora”.

“Tiene una manera muy particular de leer lo que hoy pasa, y, claro, se lo achaca al bloqueo que los enemigos han creado alrededor de las fronteras, pero es consciente de que casi 5 millones de venezolanos han salido del país y que pueden ser determinantes para un desenlace fatal del socialismo del siglo XXI, bien porque participen en una conspiración o porque terminen fastidiando a las naciones que hoy los acogen”, agrega Martínez.

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En las burradas que dice de vez en cuando (haber hablado con un pajarito, o haber dicho “millones y millonas”) las ensaya, asegura Martínez. Se dio cuenta de que “aquello funcionaba”, y ahí “encontró unas perfectas cortinas de humo, que fue desplegando cada vez que los problemas de su país se profundizaban o su guardia repelía con violencia alguna marcha, o sus acciones escandalizaban al mundo con alguna violación a la libertad de prensa”.

“No podemos equivocarnos. Maduro sabe lo que hace, así por momentos parezca que no sabe para dónde va”, insiste. “Le apuesta al temor que produce la guerra. Creo de hecho, que eso es lo que lo mantiene. Lo que digo […] es que no hay que subestimar a Maduro. Ni a sus intenciones. Porque no hay nada más peligroso que un burro con poder. Perdón. Sí. Es más peligroso un burro que no lo es y al que conviene que de vez en cuando así lo crean”.

Y la inteligencia agazapada de Maduro también la dibuja Sandra Borda en su columna de El Tiempo, en  la que pone en evidencia que está haciendo tiempo, resistiendo la presión, para después quedarse atornillado en el poder.

“Si Maduro logra quedarse lo suficiente en el poder para demostrar que Estados Unidos tiene un límite en los recursos que está dispuesto a usar para torcerle el brazo, si apuesta y logra resistir lo suficiente para demostrar que al final, Trump no estaba dispuesto a cruzar la línea e intervenir militarmente en Venezuela, tendríamos Maduro para mucho rato”, plantea Borda.

Aunque advierte que esa apuesta de Maduro es arriesgada “porque Estados Unidos también puede radicalizarse en el camino y estar dispuesto a intervenir más adelante”.

“La otra parte de la estrategia que puede empezar a fallar si pasa el tiempo es aquella que busca convencer a los militares de acogerse a la amnistía propuesta por Guaidó. Hasta ahora, solo un general de alto rango ha reconocido a Guaidó como presidente, y si no se desencadena pronto un efecto dominó, el Gobierno tendría la oportunidad de reaccionar, ofrecer incentivos adicionales y mantener a los militares de su lado. Si eso sucede, es probable que la búsqueda de una transición se frustre y Maduro termine quedándose en Miraflores”, sigue la analista.

Pero eso no es todo, pues, para Borda, “como si todo lo anterior fuera poco, la comunidad internacional ha demostrado un déficit grande de atención frente a las crisis, se fatiga rápido; y si el tiempo pasa, Venezuela, como muchos otros países, podría terminar convertida en paisaje, y eso facilitaría la continuación del régimen actual”.