La decisión, tomada por una mayoría de cinco jueces frente a tres, da una prórroga inesperada a Bobby Moore, de 57 años, quien mató de un disparo a un cajero de un supermercado de Houston en 1980. Su caso volverá ahora a jurisdicciones inferiores de Texas.

La Corte Suprema señaló que Texas había violado la prohibición contra el castigo cruel e inusual al basarse en unos estándares sobre discapacidad mental desfasados.

La decisión supone un duro golpe para el sistema de pena capital de Texas, el estado con más ejecuciones del país.

Texas no puede explicar satisfactoriamente por qué aplica estándares médicos actuales para diagnosticar discapacidad intelectual en otros contextos, pero se aferra a estándares superados cuando la vida de una persona está en juego”,

dijo Ruth Bader Ginsburg, decana de la Corte Suprema, al leer la decisión.

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La magistrada hacía así referencia a la definición de discapacidad mental adoptada por las autoridades texanas, un particularismo que, según los expertos, tiene como objetivo restringir las excepciones para poder llevar a cabo más ejecuciones.

“La Corte Suprema estableció claramente que los estados no son libres para adoptar criterios que se desvíen del marco en vigor en la comunidad médica para los diagnósticos”, comentó el profesor John Blume, de la escuela de Derecho de Cornell.

Bobby Moore

Los tres miembros más conservadores de la jurisdicción -John Roberts, Clarence Thomas y Samuel Alito-, expresaron por escrito su desacuerdo con la opinión mayoritaria.

“Estereotipos peligrosos”

En una decisión emblemática de 2002, la Corte Suprema estadounidense estableció, utilizando un vocabulario ya considerado peyorativo, que la pena capital no se tendría que aplicar a los “retrasados mentales”.

Los tribunales de otros estados se refieren a una serie de evaluaciones médicas modernas para valorar si debe considerarse o no que un condenado por asesinato sufre una discapacidad mental.

Al defender que no existe ninguna norma sobre la materia, Texas sigue basándose en un manual médico de 1992 y en criterios empíricos controvertidos.

Se trata de “estereotipos inadecuados y peligrosos”, denunció Clifford Sloan, principal abogado de Moore.

Las técnicas que permiten evaluar la salud mental de un individuo han evolucionado con el tiempo. El cálculo del coeficiente intelectual perdió relevancia frente a las pruebas de aptitudes prácticas.

Bobby Moore fue comparado con Lennie, el personaje de un adulto gigante con espíritu de niño incapaz de medir la fuerza de sus caricias que John Steinbeck describió en su novela “De ratones y hombres”.

De acuerdo con sus abogados, cuando tenía 13 años era incapaz de leer la hora en un reloj, de diferenciar los días de la semana o de comparar una suma y una resta.

Salió del sistema educativo con muy poca formación, y cuando llegó a la edad adulta presentó evidentes problemas de adaptación.

Los jueces texanos contestaron sus límites intelectuales al señalar que era capaz de realizar tareas sencillas, como jugar al billar o pasar una máquina cortacésped.

La peluca, una señal de inteligencia

También señalaron que el día del atraco, Bobby Moore portaba una peluca para disimular su identidad.

Y cuando era adolescente, se adaptó a la vida en la calle después de que su padre lo echara de la casa familiar.

En su audiencia en la Corte Suprema a finales de noviembre, estos argumentos dejaron escépticos a varios de los ocho magistrados del templo de la justicia estadounidense.

“¿Por qué el hecho de que sepa cortar el césped o jugar al billar representa una ventaja que elimina las otras deficiencias?” se preguntó la jueza progresista Sonia Sotomayor. “Lennie trabajaba en una granja. ¿Qué lo diferencia de cortar el césped?”.

Con AFP

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