Sombras y grietas en la propuesta de Maduro de unir gobiernos y ejércitos de Colombia y Venezuela
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Con cuentagotas, la cabeza del régimen de Venezuela viene soltando temas que habría tocado con el mandatario colombiano y que dibujan un gran proyecto político.
Desde cuando Gustavo Petro llegó a la presidencia, su relación con la cabeza del régimen venezolano, Nicolás Maduro, ha estado marcada por el secretismo. Al comienzo de su administración, viajó cuatro veces a Caracas en solo cuatro meses, en las cuales primó el pretexto de los “acuerdos comerciales”, y se supo poco o nada de mayores motivaciones. El mes pasado, pero por boca de Maduro, los dos países se enteraron de que se había firmado un memorando de entendimiento para desarrollar una zona económica binacional en el Catatumbo. La semana pasada el mandatario colombiano aseguró que Venezuela y Maduro “han ayudado a derrotar el narcotráfico en la frontera con decisión”, pero aún no se sabe cómo. Y en las últimas horas, de nuevo por Maduro, se sabe que han hablado incluso de unir los dos gobiernos y las fuerzas armadas de los dos países.
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“Unir el trabajo de cooperación entre las autoridades, gobernadores, alcaldes, autoridades públicas legítimas; unir a los dos gobiernos nacionales, con los ministerios; unir a las Fuerzas Militares de Colombia con la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en la garantía de que es un territorio libre de violencia, grupos armados, narcotráfico. Completo: de Táchira, Zulia hasta La Guajira, y lo estamos logrando”, aseguró Maduro, y aprovechó su intervención para tratar de desmarcarse de los serios señalamientos de narcotráfico que pesan sobre él.
“Del lado venezolano, como yo se lo he dicho al presidente Petro muchas veces, Venezuela es un país libre de cultivos de hoja de coca y libre de laboratorios de cocaína. Libre totalmente”, continuó Maduro. “Venezuela este año tiene in récord de incautación del porcentaje de cocaína que el narcotráfico trata de pasar por nuestros mares o por nuestro territorio. Así que sí se puede. Si unimos fuertemente el poder económico, el poder institucional, el poder político y el poder militar y policial de Colombia y Venezuela en esta zona número uno, podemos demostrar que como zona piloto la liberamos de la violencia”.
En Colombia, el presidente Petro decidió responder por X y aunque las palabras de Nicolás Maduro son claras, el mandatario colombiano asegura que su homólogo venezolano “no ha hablado de unir los ejércitos, sino de articularlos para acabar el narcotráfico en la zona de frontera”. Y él parece no descartar la idea porque asegura que “eso es conveniente para las dos naciones”.
Los salvavidas de Gustavo Petro a Nicolás Maduro
Una afirmación como la de que Nicolás Maduro ha “ayudado a derrotar el narcotráfico en la frontera con decisión” resulta endeble frente a los datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y el Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI), según los cuales en el año 2023 Norte de Santander ocupaba el tercer lugar en los departamentos con más área sembrada de cultivos de coca con 43.867 hectáreas y ya desde 2024 cuenta con el mayor enclave productivo para las economías ilegales asociadas a este cultivo en todo el país, con cultivos que superan las 28.000 hectáreas. En el Catatumbo se encuentra el área más grande del país en la que se observan fenómenos de siembra intensiva de la hoja de coca con mayores niveles de productividad por área sembrada y con prácticas de industrialización del cultivo.
Una explicación para la penumbra en que se mueve la relación entre Petro y Nicolás Maduro podría ser el hermetismo necesario en que se deben mantener los esfuerzos para avanzar en los procesos de paz que adelanta el Gobierno de Colombia con diferentes grupos armados. Hay que recordar que el régimen de Venezuela ha jugado un papel importante en diferentes negociaciones, no solo porque sirve de intermediario o garante, sino porque en su territorio esas organizaciones han encontrado refugio y se mueven a sus anchas con la anuencia de las autoridades hasta el punto de que, según analistas, por ejemplo, el Eln allá opera como grupo paramilitar mientras que en Colombia delinque como guerrilla.
Ha quedado constatado, por ejemplo, que unidades del Eln asentadas en Arauca llegaron a comienzos de enero de este año al Catatumbo —haciendo travesía por territorio venezolano sin que las autoridades de ese país lo impidieran— para ejecutar la ofensiva coordinada contra posiciones del ‘Frente 33’ de las disidencias de las Farc, especialmente en los municipios de Teorama, Convención, San Calixto y Hacarí, y que provocó la muerte de casi cien personas, el desplazamiento de más de 50.000 y el confinamiento de al menos otras 20.000. Hoy las secuelas de esa arremetida persisten debido al ir y venir de los grupos armados entre Colombia y Venezuela.
Pero los procesos de paz, hasta ahora, no han dado mayores resultados, sobre todo con los grupos armados que delinquen en la frontera. Lo que sí viene quedando claro es que el presidente Petro le lanza oportunos salvavidas a Maduro cuando está en crisis: recién comenzó su administración, restableció las relaciones con el régimen entregándole un inestimable balón de oxígeno a la dictadura aislada. En las elecciones del 28 de julio de 2024, en las que esa misma dictadura fue derrotada por la oposición, pese a lo cual usurpó la presidencia, el presidente Petro dilató, junto con México y Brasil, una postura de condena, o por lo menos de exigencia de las actas de escrutinio que el régimen nunca mostró.
Cuando el mandatario colombiano comenzaba su administración, Estados Unidos ofrecía 15 millones de dólares por la captura de Maduro. Ahora que esa recompensa subió a 50 millones —la más alta de la que se tenga registro, pues dobla incluso la que ese país ofreció por Osama bin Laden o Saddam Hussein—, el presidente Petro vuelve a salir en defensa de quien la fiscal estadounidense Pam Bondi acusa de ser “uno de los narcotraficantes más grandes del mundo” y jefe del Cartel de los Soles. “[…] He recibido apoyo de Maduro y el general [Vladimir] Padrino para derrotar a los grupos narcotraficantes de la frontera con ese país. El apoyo ha sido contundente y debe continuar”, insistió Petro este fin de semana.
Pero esa contundencia resulta difícil de sustentar por dos razones. La primera tiene que ver con las consideraciones de la justicia de Estados Unidos, para la cual Maduro utiliza organizaciones terroristas como el ‘Tren de Aragua’ y los carteles de Sinaloa (México) y de Los Soles (Venezuela) para introducir “drogas letales y violencia” al país norteamericano. Hace menos de un mes, el Departamento del Tesoro calificó al Cartel de los Soles como una “organización terrorista global”. Por eso, la recompensa por Maduro no es como la ofrecida por bin Laden o Hussein, sino que forma parte del Programa de Recompensas por Narcóticos (NRP, por sus siglas en inglés).
La segunda razón es que el secretismo de la relación entre Petro y Maduro no deja ver claramente en qué consiste la cooperación binacional, por ejemplo, en la lucha contra los narcotraficantes en la frontera (pocos reportes de bajas o capturas de cabecillas importantes). Esa cooperación se manifiesta con claridad, más bien, en el correlato ideológico-político del presidente colombiano en su nueva defensa de Maduro al apelar a la exacerbación nacionalista y americanista: “Colombia y Venezuela son el mismo pueblo, la misma bandera, la misma historia”, escribió este domingo en X. Pero también son el mismo problema que, incluso visto desde el lado de Venezuela con el prisma que busca deslindar al régimen del narcotráfico, sigue siendo preocupante.
En Venezuela el narcotráfico y en Colombia la guerra
A comienzos de este año, el jefe de la venezolana Superintendencia Nacional Antidrogas (Sunad), Danny Ferrer, sostuvo que en 2024 más de 40 toneladas de narcóticos fueron interceptadas. Pero esa cifra resultó ser 28,7 % menor que la de 2023, cuando la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y otros cuerpos policiales decomisaron más de 56 toneladas. La caída en los decomisos puede evidenciar que en Venezuela se mueve la droga y en Colombia, la guerra: un informe de la Defensoría del Pueblo del primer semestre de este año proyectó para la región del Catatumbo tres posibles escenarios de evolución del conflicto, que no son excluyentes y hasta podrían desarrollarse de forma simultánea o sucesiva, agravando las condiciones de riesgo para la población civil.
El primero es la intensificación y prolongación de la disputa territorial entre el Eln y la disidencia de las Farc ‘Frente 33’ con mayor uso de violencia armada y mecanismos de control territorial. El segundo es la expansión y consolidación en áreas estratégicas mediante el establecimiento de estructuras de control social, normativo y económico. Esto incluye restricciones informales a la movilidad, imposición de normas paralelas y control de actividades comunitarias, lo que debilita el orden institucional y perpetúa un régimen de control de facto sobre las comunidades.
El tercero, pero no menos preocupante, es el riesgo latente de expansión de la banda criminal ‘Clan del Golfo’ hacia el Catatumbo desde zonas que ya domina en el sur del Cesar, Bolívar y Magdalena Medio. De concretarse, advierte la Defensoría, este escenario introduciría un nuevo actor armado en la contienda territorial, elevando el nivel de confrontación y multiplicando las amenazas contra la población civil, principalmente contra sus libertades.
Esa misma población civil es la que ve al presidente Petro invocando la idea de libertad, pero en defensa de Maduro, temiendo una acción de terceros contra el dictador: “Cualquier operación militar que no tenga aprobación de los países hermanos es una agresión contra latinoamérica [sic] y el caribe [sic]. Es una contradicción fundamental a nuestro principio de Libertad. Libertad o muerte, grito [sic] Bolivar [sic], y el pueblo se sublevó”.
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