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El opositor de izquierda Yamandú Orsi venció al candidato oficialista de derecha, en señal de que la política en la región parece moverse como péndulo.
Con la victoria en Uruguay de Yamandú Orsi, un profesor de historia y exjefe comunal departamental de 57 años (del opositor del izquierdista Frente Amplio), el fiel de la balanza entre los gobiernos de izquierda y de derecha en América Latina se volvió a mover una línea hacia la izquierda, pues derrotó a la centro-derecha, representada por el presidente saliente Luis Lacalle Pou, y a su candidato, el oficialista Álvaro Delgado. La izquierda vuelve al poder en Uruguay, y una explicación sería que los electores apelan al sufragio no como una expresión ideológica, sino para castigar a los gobernantes.
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Ahora, la relación entre las dos tendencias ideológicas del espectro político indica que, en la región, después del primero de marzo del año entrante, cuando Orsi asuma el poder, habrá 13 gobiernos de izquierda y siete de derecha, aunque ese año también tendrán lugar elecciones generales en Bolivia, Honduras y Ecuador. Por ahora, parece triunfador el modelo de los delfinazgos como recién acaba de ocurrir en México, en donde ganó Claudia Sheinbaum, pupila del expresidente Andrés Manuel López Obrador, y en Uruguay, con el triunfo de Orsi, delfín del expresidente José Mujica, que sensibilizó a los electores con la exposición de la enfermedad que padece.
Además de Sheinbaum en México y Orsi en Uruguay, también son de izquierdas Bernardo Arévalo (Guatemala), Xiomara Castro (Honduras), Daniel Ortega (Nicaragua), Miguel Díaz-Canel (Cuba), Luis Abinader (República Dominicana), Gustavo Petro (Colombia), Nicolás Maduro (Venezuela), Luíz Inácio Lula da Silva (Brasil), Dina Boluarte (Perú), Luis Arce (Bolivia) y Gabriel Boric (Chile). De esos 13 gobiernos, sin embargo, habría que descontar los regímenes dictatoriales de Cuba, Nicaragua y Venezuela, que no permiten claramente el libre juego de la democracia.
De hecho, los resultados de las elecciones en Uruguay, admitidos de inmediato por el presidente Lacalle Pou y por su candidato, son positivos para la región porque demuestran que en las democracias plenas los escrutinios se dan a conocer y que los ganadores acceden al poder y los perdedores se van sin mayores sobresaltos, algo que ha despreciado abiertamente el régimen de Venezuela, en donde, cuatro meses después de las elecciones, no se conocen las actas de las votaciones, de no ser porque la oposición las publicó recién terminó la jornada electoral del 28 de julio.
El factor Maduro, precisamente, ha hecho que la izquierda en Latinoamérica no consiga mostrarse con unidad, pues se ha dividido en torno al reconocimiento de su triunfo. Solo los regímenes de Cuba y Nicaragua lo reconocen, lo mismo que otros países como Bolivia y Honduras, mientras que el Gobierno de Colombia se mueve entre el silencio y algunos mensajes contra los bloqueos impuestos al régimen por Estados Unidos y la Unión Europea. Todo indica que, con la anuencia de esas naciones, Maduro se juramentará de nuevo como ’presidente’ de Venezuela el próximo 10 de enero.
Al otro lado del espectro político, en la derecha, están Nayib Bukere (El Salvador), Rodrigo Chaves (Costa Rica), José Raúl Mulino (Panamá), Pedro Pierluisi (Puerto Rico), Daniel Noboa (Ecuador), Javier Milei (Argentina) y Santiago Peña (Paraguay). Todos, tanto los de derecha como los de izquierda, han probado que la historia parece tener movimientos pendulares, por lo que no se podría afirmar que, por ejemplo, con el triunfo de Orsi en Uruguay, la izquierda se esté consolidando en la región.
El ascenso de la izquierda en América Latina comenzó a finales de los años 90, cuando la región fue recorrida por una primera ola que se conoció como la ‘marea rosa’ (recibió ese nombre porque no se trató del comunismo rojo puro y duro) o el ‘ciclo bolivariano’ marcado por la figura de Hugo Chávez y su tono populista. De hecho, el coronel venezolano fue el primero en ascender al poder en 1999, seguido en 2003 por Lula da Silva en Brasil y Néstor Kirchner en Argentina; en 2006, por Michelle Bachelet en Chile y Evo Morales en Bolivia. En 2007 lo hicieron Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua, y, en 2010, José Mujica en Uruguay.
Así, esos gobiernos de izquierda, que surgieron por el descontento social con medidas económicas calificadas como neoliberalismo —y que también se vieron beneficiados de lo que se conoció como “década de oro” del precio de las materias primas que produjo un ‘boom’ económico— coparon hacia 2010 prácticamente todo el mapa de Sudamérica. Para entonces, las únicas excepciones en esta subregión fueron Colombia, Chile y Guyana. Pero cinco años más tarde la historia osciló de nuevo.
En 2015, los derechistas Mauricio Macri y Jair Bolsonaro ganaron en Argentina y Brasil, respectivamente, y Sebastián Piñera lo hizo en 2018 en Chile. En las postrimerías de la segunda década de este siglo, los únicos gobiernos de izquierda en Latinoamérica eran los de México (en donde Andrés Manuel López Obrador ganó en 2019), Cuba, Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Uruguay. Al comenzar la tercera década de este siglo, Guillermo Lasso ganó en Ecuador en 2021, pero ese mismo año también lo hicieron los izquierdistas Xiomara Castro en Honduras y Pedro Castillo en Perú.
Un análisis de la Universidad de Navarra escrito a propósito de la llegada de Gustavo Petro al poder en 2022 en Colombia, señaló que los gobiernos de derechas “no pudieron resolver los graves problemas que llegaban”, como la gestión del COVID-19 y la consecuente crisis inflacionaria agravada por la invasión de Rusia a Ucrania; y concluyó que “en última instancia, los vaivenes políticos que se ven en la región obedecen más a un voto de castigo al mandatario en cada momento que a una disputa ideológica”. Analistas citados por esa institución sugieren que “la población no vota a [por] la izquierda por razones ideológicas, vota porque quiere castigar y quiere ensayar algo distinto”.
Un poco de esto fue lo que ocurrió este domingo en Uruguay, en donde ganó Orsi, y acabó con cinco años de la centro-derecha en el poder. Pero, aclara el mismo análisis —que si bien fue publicado hace dos años no pierde vigencia—, “es probable que tampoco los [gobiernos] de izquierda salgan especialmente victoriosos de la actual difícil coyuntura”. Esa tesis ya fue constatada con el triunfo de Milei en Argentina y el de Edmundo González Urrutia sobre Maduro en Venezuela. Otros países están a punto de someterse a ese examen el año entrante, como Bolivia y Honduras. Y después Colombia, que tendrá una prueba de fuego en 2026, cuando decidirá si sigue por la izquierda que le señala Petro o da un giro hacia el centro o la derecha.
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