“Soy la cargaladrillos, la persona que no conoce nadie, pero que hace que el medio exista”

“Soy la cargaladrillos, la persona que no conoce nadie, pero que hace que el medio exista”

Olga Lucía Morales, es una periodista ecléctica, versátil, sencilla y humilde, con un recorrido profesional más nutrido de lo que cualquiera pueda imaginar.

Olga Lucía Morales
María Paula Hoyos

Por: María Paula Hoyos.

Después de una larga semana, dividida entre su rol de entrevistadora, escritora, investigadora, esposa, hija y mamá de cuatro hijos, la periodista nos recibió amablemente en el seno de su casa; un cálido apartamento ubicado en el barrio Niza, el lugar que la vio crecer.

A pesar del cansancio detrás de sus ojeras, y de habernos acogido con el estómago vacío cuando caía la tarde, esta periodista mantuvo su disposición y gentileza hasta el final. Descomplicada como el atuendo con el que nos recibió; sensible como las caricias y los amorosos jugueteos con sus hijas; tenaz como la firmeza con que fijaba el orden en su hogar y espiritual como la atmósfera católica que habita en su casa, así es Olga Morales, “la mujer que relata milagros”.

Una periodista, mil historias por contar

Lejos de querer dedicarse al periodismo, esta mujer soñaba con estudiar literatura y filosofía, pero sus padres, viendo esta opción como algo que no le iba a dar de comer, le impusieron la carrera. Lo que al principio fue una imposición, es hoy, para esta mujer, la mayor de sus pasiones, el elemento que amplió su cosmovisión, el oficio que la hace más humana.

¿A.B.C del bebé, o A.B.C, su bebé?

Con un tinte agridulce en el tono de su voz, Olga relata que la vida siempre la ha puesto en donde no quiere estar. Cuando recibió la propuesta para armar lo que sería el primer formato multimedia de El Tiempo, tenía otros proyectos en mente.

En ese momento de debacle, y “por cosas de la vida”, llegó a ella la propuesta que se convertiría en su hijo profesional: el A.B.C del bebé.

La idea nació en Casa Editorial El Tiempo, luego de un estudio de mercadeo que reveló la necesidad de la industria de productos para bebés, de tener plataformas acordes con sus productos para poder pautar.

Un programa de televisión, una revista de alto formato, un portal en Internet, una sección en ADN y una sección en El Tiempo son solo algunos de los retos creativos y prácticos que involucraba aventurarse en el proyecto; pero, como ella misma dice:

“Siempre he sido una vieja muy creativa, y una mujer de retos: No sabía en qué me metía, porque me dieron tres meses para 120 artículos y para crear todo el contenido que puede requerir una mamá primeriza. Pero yo ya tenía un hijo, y de alguna manera me sentía muy ‘canchera’ en temas de maternidad”.

Morales no eligió el producto, el producto la eligió a ella, pero lo que no sabía es que terminaría convirtiéndose en una parte de sí. “Aún me duele haber dejado botado a este hijo”, declara con nostalgia.

Pero, ¿por qué ya no está involucrada en lo que alguna vez fue el eje de su carrera y su vida?

El periodismo es uno de los medios más competitivos. Muchas veces, se trata de obtener la primicia antes que la competencia, de demostrar más disposición y capacidades que el de al lado, y, justamente por lo demandante, a veces hace querer ganar más. Esta es una de las razones que, según la periodista, la separaron del A.B.C, su bebé.

“No pudimos llegar a un acuerdo con mi sueldo. Yo vendía 1.700 millones de pesos al año. Me llegó por accidente la nómina de El Tiempo, y cuando me di cuenta cuánto le pagaban a los directores de otros medios, que no vendían ni la tercera parte de lo que yo vendía, me envenené”.

Lo anterior, sumado al hecho de que el medio pasó de ser propiedad de los Santos a estar en manos de una casa editorial española, que desestimó su visión y solo pensaba en los ingresos, la llevó a renunciar.

Le tomó un tiempo darse cuenta que alimentar el cuerpo es importante, pero que alimentar el alma lo es aún más; y que no solo de pan vive el hombre, según cuenta.

Una profesional de carne y hueso

“Yo soy la típica cargaladrillos, la persona que no conoce nadie, pero que hace posible que el medio exista; tengo una pasión que me mueve, no soy de los que si les pagan poco, hacen poco, yo doy el 100%.”, es lo primero que dice Olga al responder por su recorrido profesional.

Y es que ahora, después de perder mucho en ego, y ganar mucho en crecimiento personal, como narra, ha entendido que el norte de su trabajo reposa en una dualidad: dejar huella y plasmar, en cada tarea, el sello de su entrega. No le importa ser etérea en el medio, si le deja algo provechoso a los demás.

Lejos de ver el periodismo como esa piedra en el zapato, que alguna vez le causó sinsabor, Morales habla hoy del oficio como aquel vehículo que le permitió transportarse y conocer una dimensión más humana.

Al preguntarle cuál ha sido esa experiencia periodística que más la ha marcado, no vacila, y con cierta pesadumbre en su tono, responde:

“El cubrimiento del terremoto de Haití, porque nunca había visto tanto dolor, ni tanta miseria, en tantos kilómetros. Eso me impactó profundamente, ver que por más de que el mundo entero quiso ayudar a un país a salir adelante, el país está llevado por la pobreza y la maldad, y más allá de mostrar la realidad de ese país en ese momento tan espantoso, no había nada que yo pudiera hacer…Esa es una de las vainas más difíciles del periodismo; saberse uno tan indefenso, tan vulnerable, tan poquito”.

Ha entendido, por experiencias como la anterior, que el periodismo se trata de eso, de la humanidad, de dar voz al que no la tiene, de entender el drama que implica tener la condición de persona.

La hoy subdirectora del programa ‘Se dice de mí’, para el canal Caracol, relata, precisamente, que este es un cargo que le ha permitido estar de frente con un sinnúmero de personajes, anécdotas, historias y confesiones heterogéneas, sin duda, ricas en su individualidad; pero que, de lejos, la entrevista que más la ha marcado es la que le hizo a Richie Ray y Bobby Cruz.

“Yo tenía mucho miedo de preguntarles por el tema de las orgías, de las drogas, de los intentos de suicidio… porque hay invitados que sencillamente se paran y se van. Pero ellos me hablaron con una sinceridad muy valiosa, se dejaron pelar capa por capa, me permitieron conocer su oscuridad y su experiencia con Dios, ambos son cristianos.”, aseguró.

No resulta extraño que esta interacción la haya tocado tanto, pues, más allá de impactarla, le permitió sentirse identificada; siendo una mujer que, por la misma oscuridad, inclemente e ineludible, también se vio llamada a un encuentro con lo que es hoy uno de los pilares de su vida: la espiritualidad.

La mujer detrás de la periodista

Detrás de la reportera, redactora, presentadora, directora de contenidos, hay un ser humano colmado de sensibilidad y experiencias emocionales.

Olga y la maternidad: una dicotomía entre tradición y progresismo

Risotadas, juegos, llanto, pequeños pacitos y saltos traviesos… Esto es lo primero que se escucha al entrar en el apartamento en donde habitan Santiago, Paloma, Mateo y María José, los cuatro hijos de Olga. En medio de una sociedad que está optando por no tener hijos, así es como saltó a la vista que esta periodista, su vida y su hogar, pese a adherir a un modelo tradicional, se salen de los estándares. “No me vas a creer, pero ayer escribí un artículo para la revista MedPlus sobre el aumento de los hogares unipersonales en Colombia. ¡Es algo que me impresiona! Las familias unipersonales son un 38%, es un porcentaje altísimo”, fue lo primero que dijo al percatarse de la sorpresa que genera su numerosa familia.

En épocas pasadas, se condenaba la soltería y el no tener determinada cantidad de hijos. Hoy, tener una descendencia ha llegado a ser calificado como un acto de irresponsabilidad. Siendo “modelo 71”, como se define, no es de extrañar que Morales haya decidido tener cuatro hijos, pero en medio de una sociedad marcada por un clima de juicio perenne, no ha podido escapar a los reparos de aquellos que, por una u otra razón, siempre han encontrado motivos para señalar a la mujer. A pesar de esto, nada le pesa, pues es una persona que piensa fuera del molde, y que cree, firmemente, en que tener varios hijos, lejos de condenarlos a tener menos oportunidades, les da la posibilidad invaluable de vivir y conocer cosas distintas.

“La gente piensa en lo económico, pero tener varios hijos no significa que no vayan a poder estudiar, significa proveerles otras alternativas, y por qué no, home schooling. Además, estamos en una cultura en donde los niños tienen que salir del mejor colegio y aprender tres idiomas, y cuando menos pensamos, resulta que el niño quería ser bailarín”.

Ella, que vivió la frustración de sus proyectos profesionales en carne propia, declara no estar dispuesta a hacerle lo mismo a sus hijos.

Para Morales, ser una madre responsable no es cuestión de seguir la tradición; se trata de probar distintos enfoques y posibilidades, siempre con miras hacia sacar los hijos adelante, porque de nada sirve salir de la mejor institución, si no hubo formación ni habrá desempeño con sentimiento de realización personal. De igual forma, menciona que nadie se levanta a las cinco de la mañana a prepararle el desayuno a sus hijos, ni les paga el colegio o la universidad, y que, en este sentido, nadie tiene derecho a juzgar.

Del ateísmo a la fe, de la oscuridad al milagro

“Me formé en un colegio laico, el Anglo Americano. Mis papás eran creyentes, pero no practicantes… Y en algún momento de mi vida me declaré atea, porque no necesitaba la espiritualidad”, así introdujo esta mujer el relato sobre su encuentro con Dios, y cómo este la rescató en sus momentos de mayor dificultad.

Desempleo, bancarrota, crisis matrimonial y embarazo de mellizos, uno de ellos diagnosticado con síndrome de Down. Estos son solo algunos de los elementos que conformaban el panorama de Olga a sus 40 años, cuando, dice ella, se le vino el mundo abajo. Fue entonces cuando descubrió que se necesitaba algo más que su empeño humano para superar la situación y, como por casualidad, llegó a ella en ese instante lo que describe como una epifanía: el testimonio sobrehumano de la doctora Gloria Polo, quien narra su encuentro con Dios cuando estuvo entre la vida y la muerte. En ese momento, la periodista empezó a cuestionarse sobre la existencia de alguien superior y milagroso.

Después de Santiago, su primogénito, tuvo dos pérdidas, y pensó que no iba a volver a concebir. Para su sorpresa, quedó en embarazo, y no solo de uno, sino de dos bebés. Olga es de aquellos que creen que los niños vienen con el pan bajo el brazo, y cuando descubrió su embarazo múltiple, después de los obstáculos que se habían atravesado en su proyección como madre de varios, advirtió una primera manifestación de Dios en su vida.

Aunque la felicidad no duró mucho. Ella y su esposo, Andrés, pasaron por múltiples especialistas y todos lo confirmaron: María José venía intacta, Mateo, con un cromosoma de más…Pero después de la tormenta vino la calma; y una fuerza mayor se hizo volver a sentir.

“Yo en mi corazón sabía que el niño venía bien, porque un colega de mucha fe pasó por lo mismo y finalmente su hijo nació perfecto, y yo pensé: si Dios pudo con ese milagro, va a poder con el mío”.

Y así fue. Una ecografía posterior reveló que ambos fetos venían sin alteraciones genéticas. Olga fue el uno en un millón, y su caso es, hoy por hoy, objeto de investigación en la Clínica Colombia.

Con mucho sentimiento y un sutil temblor en su voz, la que alguna vez se sintió atea, declaró que después de algo así, se hace imposible no tener fe.

La figura de Dios es, para Olga Morales, sinónimo de redención; un padre a quien le debe todo lo que es hoy… De esta devoción y gratitud con Dios nació ‘No solo de pan vive el hombre’, su primera obra literaria, que además de haber sido un ejercicio catártico en donde plasma todas las dificultades que atravesó, nació de una promesa de correspondencia hacia su deidad.

“Alguna vez escribí un libro de cuentos eróticos, pero no lo publiqué. Preferí publicar algo de lo que Dios se sintiera orgulloso”.

Y es que, más allá de la redacción, ‘No solo de pan vive el hombre’ fue un verdadero sacrificio en nombre de Dios; lo escribió cuando los mellizos tenían cuatro meses, durante el período de lactancia y esperando ya a su cuarta hija, Paloma. Sacaba, como fuese, tiempo para escribir de tres a siete de la mañana… Según la periodista, Dios recibió el sacrificio de la mejor manera, pues de ahí en más, hizo que la tribulación se fuera desembrollando: “Le pedí a Dios que si lo merecía, y si el libro era para publicarse, alguien me lo publicara; y la editorial llegó a mí cuando alguien del medio le comentó que estaba escribiendo sobre mi encuentro con Dios. El editor lo leyó, le gustó y lo publicó”, dijo.

Llama la atención que, dentro de toda esta religiosidad, su hijo Santiago estudie en el Liceo Francés, un colegio bastante liberal y prominentemente laico. Asegura que ella y su esposo escogieron este colegio por el alto nivel cultural, académico y lingüístico que veían en sus egresados, así como por ser una institución multicultural, que además promueve la integración de diferentes clases sociales. Sin embargo, reconoce que, a fin de cuentas, tomó la decisión incorrecta, porque la formación personal que imparte el colegio es contraria a su filosofía:

“Lo escogí porque me equivoqué. Me ha fregado el tema de que sean tan laico. A Santi le decían que por qué se ponía el rosario, que por qué se persignaba, y de alguna manera terminó rechazando mi fe, porque cree que lo que no es ciencia no es válido… Pero sé que él, como yo, en algún momento volverá”, sentenció.

*Estas notas hacen parte de un acuerdo entre Pulzo y la Universidad de la Sabana para publicar los mejores contenidos de la facultad de Comunicación Social y Periodismo. La responsabilidad de los contenidos aquí publicados es exclusivamente de la Universidad de la Sabana.

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