Por: Carlos Díaz Montes*

“Va a llegar muy lejos, siga que le falta mucho”. Esta frase que su hermana le repite todos los días es una de sus principales motivaciones. Filiberto Pinzón es una persona que a pesar de haber conseguido mucho, sigue convencido de que todavía tiene cosas por aprender, característica propia de los trabajadores ejemplares. Sin duda es un apasionado de la fotografía.

Siempre lo había visto por televisión, esperaba con ansias verlo en persona. Y ahí estaba: un tipo de 1,70 aproximadamente, vestía ropa casual combinando un jean café y un suéter amarillo, y portaba unas gafas cuadradas de un fino marco dorado. Su forma de caminar me mostró que era una persona descomplicada, lo cual comprobé una vez hablé con él. Al verme me saludó con un “¿cómo vamos, mi hermano?”, me apretó la mano de manera amigable y me invitó a sentarme en su estudio. Paso seguido, tomó uno de los libros que tenía un su escritorio, lo abrió y empezó a pasar las hojas a medida que la conversación iba avanzando.

En su ser siempre hay actitud positiva, incluso después de un mal día. Si bien considera que el 50 % de su cabeza está ocupada por la fotografía, esta labor no influye en sus temas personales. Y es que, para él, cuando se entra a un lugar todo lo que no corresponda a éste se debe quedar afuera. Sabe muy bien separar las emociones de las situaciones.

Filiberto trabajó en El Siglo desde 1974 hasta 1980, donde hacía fotograbados y aquí es donde empezó a estudiar a fondo la fotografía. El 5 de agosto de 1980 llegó a El Tiempo, bajo el cargo de fotomecánico, y en 1998 le dieron el puesto de fotógrafo digital, labor que hoy en día sigue desempeñando.

Junto con Rafael Espinosa, gran amigo suyo, montaron un estudio de fotografía digital. En este lugar él se adentró en un mundo nuevo, pero lleno de maravillosas experiencias, cuyos frutos sigue recogiendo hoy en día.

Con el paso de los años, realizó todo tipo de fotografías, desde platos de restaurantes hasta los principales paisajes del país. “Cada foto es una historia llena de recuerdos”, me dijo. Y es que ha viajado a lugares donde pocos llegan, como la Sierra Nevada del Güicán, ubicada en el parque Nacional Natural del Cocuy. Ésta la recorrió durante 7 días, tomando fotos espectaculares.

También tuvo otros trabajos destacables como el de Caño Cristales, el cual fue expuesto por YouTtube el 12 de noviembre del 2014 en su programa El rollo de Fili, canal en el que ya tiene 102 capítulos, cada uno con un toque especial que lo hace diferente al resto.

El canal mencionado anteriormente es una de las joyas de su corona, ya que fue nominado a los Premios India Catalina en 2015. En este expone todos sus trabajos de manera audiovisual para que sean más llamativos. Sin embargo, no se preocupa por los likes. “Si no tiene no pasa nada, y si tiene me alegra”, expresa. Para él, lo realmente importante es el cariño de la gente de los pueblos a los que va.

Sus fotografías también están plasmadas en varios de sus libros: ‘Libro de pueblos patrimonios’, ‘Experiencias Únicas’, ‘Así es Cota’, ‘Escapados por Colombia’, ‘Colombia al natural’. Cada libro suyo representa la esencia de Colombia y de sus pueblos.

La buena relación que ha construido con las personas a lo largo de los años es lo que le permite viajar y tomar fotos por todo Colombia. El programa no cuenta con presupuesto, razón por la cual va a los lugares cuando amigos suyos lo invitan o va a dar charlas. Él mismo dice que “no importa quién eres, sino como eres”.

Al hablar con amigos o estudiantes de ‘Filito’, como le dicen los más cercanos, se encuentran puntos en común como el gran aprecio y la profunda admiración que le tienen no solo como fotógrafo, sino como persona.

Rafael Espinosa, gran amigo suyo, siempre sonríe al hablar de él. “Es un bacán”, dice. Y es que esta corta, pero profunda frase lo dice todo, expone la alegría y la energía que este fotógrafo le inyecta a todo mundo. Hablando un poco más sobre esto con su amigo se refirió a Filiberto como alguien “espontáneo y alegre”.

Recuerda que su compañero siempre le ponía apodos a la gente, pero sin ánimo de ofender a nadie. A un muchacho que era muy creído le decía la Miss Universo, y a otro que comía demasiado le decía “Buche de tula”.  “Cada vez que los decía era imposible no reírse”, concluye.

Su otra pasión: la enseñanza  

Otra de sus pasiones es enseñar. Por esto en 2014 fundó ‘Los párvulos de Fili’, un taller de fotografía para aquellos que no tenían conocimiento alguno sobre este tema. No le gusta dictar clase de manera tradicional sino rompiendo los esquemas de estudiante y profesor. El fotógrafo, de 61 años, se convirtió en un amigo, un consejero y hasta sacerdote de sus estudiantes; y siente nostalgia porque el curso cerró en 2018.

Entre risas, chistes y anécdotas va transmitiendo su conocimiento a cada uno de sus pupilos. “Yo mamo gallo, pero lo hago en serio”, me dijo. Pues a pesar de parecer un hombre muy relajado, no negocia la disciplina ni las ganas de aprender. Recuerda una anécdota sobre cuando expulsó a un alumno de Los Párvulos, pues éste pensaba que como su maestro era una persona “recochera” no lo iba a sacar si faltaba a dos clases, algo que desde el comienzo se les había advertido y, por lo tanto, el estudiante perdió el cupo.

En la actualidad…

Durante 30 años estuvo junto a su compañera de vida, Sandra Ruiz, con quien tuvo dos hijos: Andrés y Carolina, quienes tienen 34 y 31 años, respectivamente. Hace 2 años tomó la decisión de dar un paso al costado y empezar un nuevo modo de vida en solitario.

Actualmente vive en un pequeño apartamento que queda a cinco minutos de su trabajo. Todos los días va de su casa al periódico y viceversa; atraviesa el barrio, luego el puente peatonal de la estación El Tiempo, ubicado sobre la avenida 26.

La decoración de su apartamento es muy de su estilo, pues no tiene muchas cosas y es ordenada. En su sala no hay nada fuera de lo normal. Un pequeño comedor de madera, acompañado de unas sillas con tapicería color crema. A la izquierda hay un sofá negro y una pequeña mesa de centro, en esta tenía algunos de sus libros de fotografía. Me llamó la atención un cuadro ubicado en la pared norte de la casa. Era de un rojo vivo, muy llamativo y por lo cual era imposible no mirarlo; la figura era extraña, era la mezcla de unas personas y unos cuadros, me pareció muy curioso.

Sin duda no es fácil cambiar algo a lo que se está acostumbrado desde hace tanto tiempo, pero la vida da muchas vueltas y hay que estar preparado. Filiberto asumió esto con mucha madurez y se le ve bien, a gusto con sus cosas.

A falta de 2 años para pensionarse Filiberto se ve tomando fotos hasta sus últimos días:

“La edad no es un impedimento para hacer lo que me gusta y que aún tengo muchos proyectos en mente”.

Este bogotano tiene entre ceja y ceja seguir trabajando en su programa ‘El rollo de Fili’ y sacar más libros que retraten la belleza de Colombia, país al que ama profundamente.

Es un trabajador incansable, ni siquiera el éxito logra acabar con sus deseos de seguir escalando y dejar en alto la fotografía y el nombre de su país. “Todavía tengo mucho que ofrecer, se acordará de mi”. 

* Estas notas hacen parte de un acuerdo entre Pulzo y la Universidad de la Sabana para publicar los mejores contenidos de la facultad de Comunicación Social y Periodismo. La responsabilidad de los contenidos aquí publicados es exclusivamente de la Universidad de la Sabana.