Pese a los problemas de organización de los conciertos en Colombia (tan graves y numerosos que serían objeto de otra columna), vivimos el regreso triunfal de Los Toreros Muertos, Ska-P y los Hombres G de España; los Fabulosos Cadillacs, Fito Páez, Vilma Palma e Vampiros, La Mosca, 2 Minutos y los Auténticos Decadentes de Argentina; Café Tacvba de México; el Cuarteto de Nos de Uruguay y Los Prisioneros de Chile, entre otros.

Nuestro país también se montó en esa ola: Aterciopelados, Las 1.280 Almas, La Derecha, Bajo Tierra, La Pestilencia y Poligamia volvieron a abrir un espacio en el espectro, ensanchado por Superlitio, Don Tetto, The Mills, Diamante Eléctrico, Rocka, Telebit y toda una nueva camada de artistas. La pachanga está garantizada para mi generación.

El valor agregado a las presentaciones –en su mayoría impecables– ha sido la consolidación de escenarios 100 % nacionales como el ‘Día de Rock Colombia’ y el tradicional ‘Jingle Bell Rock’ de la emisora Radioacktiva; y algunos festivales internacionales como el ‘Cosquín Rock’ y el ‘Jamming’, por mencionar unos pocos.

El público también ha hecho su parte. Aunque Pilar no tiene bicicleta, Marta tiene un marcapasos, mi novia se cayó en un pozo ciego y yo no me llamo Javier, los escenarios se llenaron (no obstante la escasa promoción en muchos casos) evidencia de la pasión que despierta el rock en español; una llama que nunca se extinguió, pero que en 2018 ardió como no se veía desde hace varios años.

Por fortuna, los juegos de seducción están de vuelta en tiempos de reguetón. Un bolero falaz sigue sonando en la era del ‘streaming’, y la guitarra se rebela contra la dictadura del Anglo. Es hora de recuperar el tren al sur en las emisoras. Los buenos muchachos están listos para abordar, igual que ayer.

 

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.