Sin embargo, el país sigue siendo la prioridad y no da espera la reforma tributaria.

La semana pasada me llamaba la atención que las calificadoras, algunas de ellas, daban el resultado del plebiscito como un factor definitivo de calificación de riesgo del país. Claro, es un elemento, pero al final, lo que a los inversionistas, empresarios, y ciudadanos les interesa es saber qué va a pasar en materia de déficit fiscal, cómo se estructurarán los impuestos; cómo los va a impactar el IVA, la renta; si se va a simplificar el sistema para ayudar a la formalización empresarial y laboral.

Hace más de un año que el gobierno convocó a la comisión de expertos para que analizaran y formularan recomendaciones para la reforma tributaria “integral”. Hace varios meses que la comisión dio su resultado y el gobierno la puso en el baúl de los recuerdos, esperando la firma con Timochenko y el resultado del plebiscito.

Ahora, con el NO en el plebiscito y el Nobel para Juan Manuel, vuelve a la carga la reforma tributaria.

José Manuel Restrepo, rector de la Universidad del Rosario y columnista del Espectador, juiciosamente planteó en la columna del 1 de enero de 2016 que la reforma tributaria era prioridad temprana este año, pues al ritmo desenfrenado que gasta el gobierno (ojo, gasta sacrificando inversión) y el descuido de sus ingresos, no es sostenible el futuro de la nación ni de cualquier implementación de procesos de “paz”.

Esperemos que el lobby a puerta cerrada que hace el Nobel no triunfe y efectivamente la reforma estructural integral sea para los colombianos. El déficit fiscal y la deuda colombiana deben ser tratados en la integralidad de los colombianos, inversionistas y empresarios.  No solo debe ayudar a corregir el déficit fiscal, sino que la reforma debe contemplar la formalización laboral y empresarial para que ésta ayude a las finanzas públicas de forma estructural.

Finalmente, el Nobel y su séquito deben aceptar la corrupción y comenzar a trabajar para controlarla y erradicarla. Tenemos el puesto 83/168 en percepción de corrupción gubernamental, según Transparencia Internacional (2015).

Supongamos que la reforma es “perfecta”, contraria a la paz “imperfecta”, pero si la corrupción sigue bajo el beneplácito y promoción estatal, de nada sirve la mejor reforma tributaria.  Los colombianos tenemos que entender que los recursos públicos vienen en gran parte de los impuestos y que estos son para el bienestar de todos, para el bien común; y de su buen destino y administración es que de verdad se construye paz.