Le pedí primero que hiciera un listado de los piropos que más usaba. Me llamó la atención que, además de tontos y faltos de ingenio, muchos carecían de sentido. Por ejemplo: “Tiene más patas que una mesa de billar”. Busqué imágenes en Google y reconfirmé que una mesa de billar solo tiene cuatro patas, como cualquier mesa. ¿Semejante escándalo piropeando a una mujer, diciéndole que sus extremidades inferiores dan, como mucho, para cuatro patas?

Lo que se está diciendo, en el fondo, es que las piernas de la homenajeada no son tan, tan bonitas. Si fueran ‘requetemegabonitas’, uno diría que tiene más patas que una sala de cine. Bajito estamos hablando de unas 200 patas. Ahí sí estaríamos hablando de tremendas piernas. El piropo seguiría siendo pendejo, pero al menos ahora tendría sentido. En este orden de ideas tampoco funciona el piropo aquel de “tiene más ojos que un par de siameses”. La misma vaina: cuatro. Si usted dice eso, quiere decir que usted no está frente a unos ojos que uno diga que bruto, que ojotes.

Pasa lo mismo con “uyyyyy, ¿quién pidió pollo?”. Supongo que la idea de ese piropo es expresar que una mujer, que acaba de aparecer en escena, es tan apetecible como un domicilio de la mencionada ave de corral.

—Tío, ¿de verdad esa es la comida con la que más se le puede hacer justicia a la belleza de una mujer? —le pregunté.

—Pues la verdad no. A mí el pollo no me mata.

—Entonces piense en cómo sería un piropo con una comida especial, que a usted de verdad le guste y que además sea exótica.

—Ah, ya… Pues podría ser: “Uyyyy, quién pidió jeta de marrano”.

Yo estaba pensando más en un ceviche peruano o en caviar de beluga. Como a mi tío no le da para tanto, piensen ustedes en la siguiente escena: llega una compañera de trabajo y alguien dice: “Upaaaa… ¡quién pidió trufas de Piamonte!… Esoooo”. Mejor ser comparado con un plato inusual, exclusivo, y no con una comida que llevan en moto con bolsitas de miel.

Mejor que se confundan a que se sientan acosadas

Lo primero que debemos entender, le dije a mi tío, es que los piropos desagradables sacan corriendo a cualquiera. Si lo que queremos es acercarnos a una persona que nos ha parecido físicamente atractiva, tal vez no es la mejor estrategia decirle: “Uy, qué rico… cosita deliciosa… Ah, pero no sea tan arisca… Mientras más bravas, más me gustan… Ay, ahora va a llamar a la policía… Tan amargada… Cómo le va señor agente… No, nada, no estoy haciendo nada… Aquí, esperando transporte, sí señor.

A juzgar por el listado proporcionado por mi tío, los piropos tradicionales y de pésimo gusto tienen la siguiente estructura básica: se destaca algún atributo físico y se expresa un deseo sexual. Ejemplos horripilantes de esta lógica son: “Bonitas piernas. ¿A qué hora abren?”; “Quisiera ser pirata, para encontrar el tesoro que tienes entre pata y pata”.

Le propuse una nueva estructura, sencilla: vamos a destacar un atributo no físico y luego un deseo no sexual.

Pasaba una mujer y mi tío se emocionó:

—Fácil: “Uy, mamita… si como camina cocina, me le como hasta el pega’o”.

—¡No, tío, no! ¡Así no es!… Y, por favor, no le diga mamita a nadie.

—¿Por qué, papito? Usted sí me deja decirle “papito” y no le parece desagradable.

—Sí me parece desagradable, tío.

—Pero, además, ¿cuál es el problema con el resto del piropo? Caminar no es un ‘atribruto’ físico.

—Se dice “atributo”, tío.

—Ay, como sea. Y comerse el pega’o no expresa un deseo sexual… A ver, ¿entonces cómo lo diría usted?

—Pues no sé… a ver… “Señorita, si como articula las palabras prepara los alimentos… así, con tanta elegancia… pues… soy el primero en aplaudir, pues… por su coherencia… y, como le decía, si así prepara las comidas, pues… en caso de que cocine, ¿no?… Tampoco es que tenga que cocinar por ser mujer… No me malinterprete… Pero en caso de hacerlo, con esa coherencia, y sino se siente ofendida… pues rico, porque sus almuerzos serían bien… coherentes… y yo me comería hasta… pues todo, todo”… Bueno… tal vez este no es el mejor ejemplo, tío, pero un buen primer paso sería que las mujeres se confundieran en vez de sentirse acosadas.

Mejor, mucho mejor, no decirles nada

Mi tío, insatisfecho con mi contrapropuesta, me retó:

—Nahhh, este “man”. Tanto que predica… Diga un ejemplo que sí funcione.

—A ver… Vea este: en vez de “bonitas piernas. ¿A qué hora abren”, qué tal si uno dice: “Me gusta su manera de pensar. ¿Hace talleres?”. Ahí está la estructura propuesta: un atributo no físico y una intención no sexual.

Mi tío me miró como si yo fuera el tipo más marciano de la Tierra. Pero yo continué:

—Y también podríamos cambiar esa cosa inmunda de querer ser pirata para encontrar el tesoro entre pata y pata.

—A ver, ¿cómo lo cambiaría? —preguntó él.

—No sé… tal vez por… “quisiera ser tan perceptivo como tú, para poder hablarte de tú a tú”… ¿Sí ve?… Buenísimo.

—Naaaaaaahhhhhhhhhh. ¡Qué piropo tan bobooo! ¿A cuento de qué una vieja va a estar interesada en un tipo que sale de la nada a preguntarle si hace talleres? ¿O a cuento de qué van a pararle bolas a un tipo que no conocen y se las da de perceptivo?

—Exactamente, tío. No están interesadas en piropos de desconocidos, ni en esos que le acabo de decir, ni en el del tipo que quiere saber a qué hora abren las piernas, ni en el que se las da de pirata.

—Ah, ¿entonces me toca quedarme callado?

—Sí, tío. Esa es la idea. No tienen por qué escuchar nada que usted tenga para decirles.

—¿Y si llevan el bolso abierto? Hay que ser buen ciudadano y decirles.

—Eso es diferente. No se haga el pendejo. Cállese, ¿sí?

—Bueno, papito.

—No me diga “papito”.

—Bueno, mamita.

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La próxima, el miércoles 19 de junio: “¿A cuento de qué tengo que salir de la zona de confort si tanto luché para llegar a ella?”.

Si se perdió las columnas anteriores, aquí están:

“Las manos son como un par de hijas: a una se le exige y sale adelante, la otra…”

“Carta abierta de un aficionado al Play Station”

“Más que un niño interior, tengo un adolescente interior… y es un petardo”

“Nadie me contó que uno también termina con los amigos”

“Cuando chiquito quería ser gomelo. Lo logré”

“Lleno de expectativas a los 18 años; lleno de incertidumbres a los 35”

“Yo pensé que después de los 33 años todos madurábamos”

“Cuando uno es de centroizquierda… y el suegro es uribista (y viceversa)”

“No solo nos gusta aparentar, nos fluye sin siquiera darnos cuenta”

“Ver la vida a través de LinkedIn, tan frustrante como verla a través de Instagram

“La Navidad es un tranquilo paseo de diciembre… para quien no tiene bebés”

“Mi papá es un hipócrita”

“Ser ateo es más difícil en las vacas flacas”

“Cambiar de peluquero en la misma peluquería… mala idea”

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.