Me siento afortunada, bendecida y feliz de poderme dedicarme a ellos. De acompañarlos, atenderlos, enseñarles. De cuidarlos. De responderles sus ingenuas dudas y de corregirlos a tiempo. De compartir un amanecer y de alcanzar a contar, tumbados en la calle, 52 estrellas en una noche.

Eso, lo amo. Pero, mi sinceridad da también para mucho, como para decirle al universo que, algunas veces, ME EXTRAÑO.

Me extraño como mujer. Extraño esos días donde me despertaba y me quedaba en cama esperando a que el hambre me tragara, para por fin levantarme y comerme lo primero que encontrara en la alacena.

De nuevo a cama. Películas extendidas. Besos entrepiernados. Ropa en la lavadora y yo deseando control remoto de lavado y máquina automática de planchado. 

Extraño largas horas en la ducha, sin presión de saber que, mientras te sacas el exfoliante de los dedos de los pies, tu hija se está maquillando o tu hijo está sacando las ollas de la cocina para armar orquesta. Extraño sentarme a leer hasta conocer por qué el Coronel no tiene quien lo escriba.

Extraño mis noches de amigas riendo sin parar y sin necesidad de pensar que tengo dos opciones: ir a la cama rápido o aguantarme la bella serenata de despertador de mis hijos a las 7 de la mañana. 

Extraño programar citas sin necesidad de tener que cancelarlas. Extraño los paseos a solas con mi esposo. Extraño la cartera solo para mí. Ahora debo compartirla con pañitos húmedos, crema para los chichones, bloqueador infantil y slime de dos colores.

Me extraño. Y algunas veces deseo salir corriendo, lo confieso. Así tuviera que despejar montañas y glaciales con mis uñas. Lo anhelo. Por tan solo encontrar una respiración a ojo cerrado, sin tener la presión de pensar lo que enseguida se avecina.

Extraño mi té caliente al desayuno. Ahora, a lo sumo, debo calentarlo tres veces. Siéntelos, deles, hábleles, péinelos, límpielos. Todo a la vez mientras uno va comiendo.

Extraño regresar del gimnasio y recostarme a reposar mi arduo entrenamiento. Extraño ver las noticias sin preocuparme por el qué será de nuestros niños. Extraño mi fuerza para mí. Mis sentimientos para mí. Extraño mi mente en blanco.

Cuando se es mamá tu tiempo ya no te pertenece. Tus pensamientos giran en torno a esos hijos y a tu esposo. A tu familia. Y somos bendecidos quienes la tenemos, pero me extraño.

Mónica Toro de Ferreira
Mónica Toro de Ferreira / Pulzo

Me sigo extrañando y prometo día a día no castigarme por estos sentimientos. No maltratarme. No juzgarme ni reprocharme. Ni hacerlo con ninguna mujer ni madre que siento o no lo mismo.

Y es extraño extrañar eso, porque aunque extraño tanto, no cambio por nada mi vida de mamá. Además, porque sé que en un años más, extrañaré más, que lo que me extraño ahora, esas manos pequeñitas que aún siguen extrañando las mías para caminar.

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