Acá. Cerquita de mí. Cerca de mis dudas. Cerca de mis desconocimientos. Cerca de mis equivocaciones. Cerca de mis silencios. De esos que callo para no ser vulnerado ni burlado. De esos que evito para no ser aislado ni maltratado.

Acá queridos papás. Quédense a mi lado. Como si aún estuviera protegido por esa piel sensible de mamá. Acá. Aprendan a conocerme. A percibir mi carácter. Saquen tiempo para descifrarlo.

Que nuestra cena sea apta para esculcar con amor mi alma. Que una llamada sea propicia para escudriñar en mi tono de voz. Acá papás, miren mi alma con esa lupa que solo ustedes conocen. Olfateen mis sentimientos. Saboreen lo que soy y lo que siento.

Acá, con esa sensibilidad y sentido que solo ustedes saben descifrar. Como hijo, los necesito siempre acá. A mis 2, a mis 5, a mis 12, a mis 20 e, incluso, a mis 30 y tantos años más.

Cada día, el materialismo, la poca espiritualidad y la necesidad del éxito han marchitado aquel refrán que proclamaban en poema años atrás: “Daría mi vida por ti, querido hijo”:

Pero dar la vida por nosotros, los hijos, queridos padres, no es morir para salvarnos. Es, precisamente, salvarnos en vida. Es no llenarnos de regalos. Ni complacernos siempre en nuestras peticiones. Ni premiarnos por nuestro comportamiento.

Dar la vida por nosotros es educarnos con el ejemplo. Es escucharnos, así nuestras conversaciones sean tan imperfectas e irreales como un carro de basura que vuela en un cohete. Es exigirnos a ser buenos seres humanos. Es cumplirnos lo que nos prometen. Es enseñarnos a ayudar con los oficios de casa. Es dejarnos ver sus esfuerzos físicos y emocionales para brindarnos la vida que gozamos.

Así que enséñame a ser agradecido. A pensar en el otro y a ser generoso. A respetar el prójimo, el bien ajeno y las reglas de la casa. Enséñame a ser laborioso y responsable. Enséñame a amarme. A querer mis defectos. A aceptarlos y a ser feliz con ellos. Muéstrame cómo amar a mis hermanos. Cómo disfrutar de todos mis juguetes. Instrúyeme a pagar las deudas y a cumplir con las promesas. A aceptar las diferencias. A negociar y a conciliar. A vivir por mis propios medios y no con la necesidad de vivir por el apoyo del otro.

Déjame ver que tú estás acá siempre conmigo, a mi lado, para que cuando me equivoque, mi pensamiento no sea estresarme porque mis padres me van a regañar, sino que mi primer pensamiento sea necesito llamar a mis padres.  

Enséñame a respetar a los mayores, a amar a los abuelos y tíos. A compartir con los primos. A conservar los amigos. Enséñame que podrá sonar el celular; en vivo y en pantalla el partido de fútbol favorito o la serie preferida, pero siempre seremos tú y yo más importantes que eso.

Enséñame a disfrutar de la simplicidad. A tomarnos de la mano y ver un amanecer. Enséñame que una bandada de pájaros volando juntos en el cielo reflejan el bello juego de la lleva. Que las hojas verdes también bailan al son de un ruidoso viento. Y que el arcoíris es el hermoso reflejo de que ante la tristeza también está la alegría.

Eso sí, amado padre, no caigas en el error de muchos que delegan a sus hermanos mayores a cuidar de los menores. No es una responsabilidad. Como tampoco lo es cumplir tus sueños ni tus deseos. Yo le pertenezco a tu corazón. Pero mi vida no pertenece a nadie. Ni siquiera a ti, que fue quien me la dio.

Por ello, no me hagas responsable de tus necesidades. De tus anhelos emocionales ni materiales. No encuentres en mí la esperanza a conseguir lo que tú nunca fuiste o tuviste. Si lo haces, me estarás condenando a cargar sobre mis hombros unos chalecos sin antibalas que romperán mis alas de volar.

Deja que tu amor despampanante hable por sí solo. Deja que tus hechos carguen mi corazón y alma para darte mi mano sin tu pedírmela. Así, te daré mi aliento sin tú reclamarlo. Así, como fluye un río sin empujar.

Enséñame con esa luz nocturna y cielo estrellado que tu calor, tu mirada y tus abrazos antes de dormir son la huella de mis pensamientos y la fuerza ante mi debilidad, y que si algún día me visitara el alzheimer, este no podría ni siquiera hacerme olvidar de ti.

Encuentra todas las columnas de ‘Mamiboss’ en este enlace.

Sígueme en Instagram como @montorferreira.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.