Consenso es el que acompaña a los colombianos al evidenciar y exaltar la necesidad de un cambio. Crisis política, económica y social que trajo consigo la pandemia y el desgobierno no puede tapar el sol con un dedo, costo de vida está disparado y es urgente llegar a acuerdos mínimos para atender las necesidades de la población. Proyecto de un futuro gobierno debe trabajar por separar a la justicia de la política, aplicar todo el peso de la ley a los corruptos y establecer un gran pacto nacional, serio, comprometido con causas sociales y ambientales. Mensajes que da a diario la clase política, a los ciudadanos, denotan que ellos definitivamente no quieren un cambio estructural del país.

Desespero por derrotar al líder del pacto histórico por Colombia exalta una serie de uniones que solo sacan a flote un odio ideológico soportado en una mediocre propuesta de gobierno. Políticos que ahora integran la coalición centro de la esperanza son carentes de gallardía y temple, lejos están de interesarse y preocuparse realmente por el país, hechos de los últimos días dejan claro que están a la caza de vanidades individuales, propias de la hipocresía con que actúan. Pulcritud que quieren exhibir los tibios del centro olvida que tan graves son los paramilitares como los guerrilleros para la historia política de la nación, narrativa del odio y el maquiavélico proceder de los caciques de partido siembran serias dudas sobre lo que está por venir en las urnas en marzo de 2.022.

Sabiduría ciudadana, voz del pueblo, que se escucha en el sufragio, llama a preguntar y cuestionar cómo es posible que en un cónclave político de un fin de semana se purifique el proceder de quienes tuvieron en sus manos un cambio radical; indignación que de otro lado tiene a quien, desde su prepotencia, con el oportunismo de los principios éticos, quiere volver a la arena política creyendo que no quedan en la memoria rastros de su proceder desde el movimiento Verde Oxígeno. Rabo de paja que a cada instante se destapa aflora que la decencia, de la que quieren presumir los de la coalición centro de la esperanza, no es más que una estrategia de marketing. Peligroso es creer en gente que se define a sí misma como buena cuando el pasado dice todo lo contrario.

Sectores alternativos están plagados de políticos oportunistas que se revisten de populismo para evitar trabajar en programas y proyectos válidos, coherentes y reales con propuestas sólidas. Colombia necesita la construcción de un nuevo “Ethos” democrático que dé a la nación algo más que una reforma estética. Daño hace al país el endiosamiento de quien se cree la luz, la paz, el diálogo, el progreso y el cambio, excepcionalismo que quieren personificar en el “Sensei” de los humanos no es más que la sedienta, desbocada y exasperada carrera por llegar al poder de quienes vendieron el alma al diablo para ser rescatados por quien hasta el momento puntea las encuestas. Séquito de aduladores no miden las consecuencias del apoyo que ahora brindan y a la vuelta de unos meses los tendrá arrepentidos y sacando a flote actos de moralismo y señalamientos indebidos para expiar sus culpas.

De la extrema izquierda a la extrema derecha no hay absolutamente nada, lo que hacen movimientos y alianzas para lograr votos en el 2.022 nos es más que una muestra de la despreciable politiquería. En la deseosa, lenguaraz y excitada contienda por llegar a ejercer gobierno queda clara una posición de dominantes y dominados, entierro de tercera para subalternos vergonzantes de “oligarcas” que tanto odiaron en su lucha de clases. Tope máximo de votos, que alcanzan algunas fuerzas, es el que conlleva a cuentas alegres en un momento en el que muchos aún están indecisos; desfavorabilidad de caudillos es lo que dificulta vaticinar el éxito de quienes ahora dicen lograron un pacto con el propósito de llegar unidos a la Casa de Nariño.

Deseo de muchos es lograr la elección de los mejores senadores posibles para el país, vengan de dónde vengan. Problema es que de la lista de candidatos difícilmente se encuentra uno preparado, con ideas y con habilidades varias para afrontar la realidad de una nación que requiere una transformación de fondo. Opción real y factible de ganar las elecciones tendrán quienes se logren desmarcar de la mezquindad de la tradicional clase política colombiana, cada palabra intentando justificar las alianzas con antiguos contradictores, recalcitrantes enemigos, resulta ridícula y desvirtúa enconados debates en donde tenían valor los reclamos y acusaciones de ese momento. En la política todo vale, todos, absolutamente todos, tiene larga cola que les pisen, en la izquierda, el centro y la derecha, los acuerdos programáticos no son totalmente públicos, de cara a la ciudadanía, y existe un mesías que toma todas las decisiones.

Colombia necesita un gobierno colectivo y no de tufillo dictatorial, este momento de la historia exige empezar a integrarse y crear fuerzas que renueven la nación derrotando tanta politiquería. Oportunismo de discurso es diametralmente opuesto a la ejecución de políticas que puedan reconciliar y enderezar el rumbo del país. No se tiene que escoger entre el miedo y el odio, se debe buscar una nueva opción y oportunidad de cambio que claramente no está materializada en los huérfanos de poder que ahora hacen parte de la coalición centro de la esperanza. Triste es ver que muchos son los precandidatos, pero en el fondo ya todos saben cuál será el candidato, se puede discutir mucho sobre los alcances programáticos de cada aspirante, pero de lo que no cabe duda es que a la contienda electoral le falta el nivel y decencia necesaria para cualquier transformación de fondo.

No hay candidatos, ni coaliciones dignas de administrar a Colombia, hace falta una persona que defienda la democracia y sea fiel a ella y a la primacía del interés general sobre el particular. El país carece de amor fraternal, cada uno actúa de manera independiente, son tantas las decepciones que se necesita de alguien que permita creer en un mejor futuro. Unos aprovechan su discurso para engañar y manipular, y otros ni siquiera tienen uno, prefieren callar. Los que creen que quienes dicen tener un pacto histórico por Colombia, o ahora integran la coalición de centro por la esperanza, son el cambio, están siendo víctimas de su propia ignorancia y desconocimiento de la historia de la nación. Colombia y su gente merecen soñar y tener propósitos de vida, encontrar el camino para dialogar más con quienes piensan diferente.

Incoherencia política, que distante tiene al discurso de la acción, es la que conlleva a que los caudillos de partido, movimientos o alianzas estén como lobos rapaces en representación de intereses particulares que van en detrimento de la población colombiana. En los comicios de 2.022 se requiere un pueblo que asuma una posición definitiva para acabar con la corruptela enquistada por años en el poder publico, y que quienes en cada elección se hacen los de la vista gorda, salgan de esa condición de dependientes y sumisos que les dejó como herencia la conquista. Todo aquel que expresa ser “apolítico” está siendo irresponsable con el país, el saber de política no es un gusto, es un compromiso con Colombia; tener claro quién aspira a gobernar, su pasado político y personal, permitirá entender qué pretende quien de dientes para afuera promete el cambio, pero en el fuero interno tiene oscuros propósitos para todos.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.