La imagen apareció en la portada de un especial distribuido a algunos suscriptores (no todos) junto a la edición del pasado domingo de El Espectador.

Aunque opacada, porque el argumento es reemplazado por la descalificación fácil (‘despreciable’, ‘oportunista’, ‘basura de tabloide’), uno de los ataques más fuertes que ha recibido el diario bogotano por publicar la imagen es el de Juanita Riveros, en Publimetro, el mismo medio que en 2014 fue criticado por publicar fotos explícitas de los niños quemados en Fundación, Magdalena (‘el periodismo es dinámico’).

Riveros dice que las portadas de El Espectador y del periódico Olé, de Neiva, nunca debieron salir al aire porque “la crudeza era innecesaria”.

En efecto, la foto del diario huilense (que, irónicamente, es publicada en el mismo artículo de la columnista) sí tiene una crudeza innecesaria pues muestra tres cuerpos de mujeres muertas, dos de ellas con los torsos desnudos, sin ningún tipo de contexto.

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Pero con la portada de El Espectador el tema es más complejo: en la foto no aparece cualquier persona, sino un bombero rescatista con un niño en brazos, al parecer muerto.

La imagen del hombre, con un traje impermeable amarillo, untado de barro, da a entender que estaba haciendo todo lo posible por salvar al pequeño.

Consultado sobre este tema por Pulzo, Fidel Cano, director de El Espectador indicó que la edición impresa del diario circula por las grandes ciudades y que, en ese sentido, se buscó una imagen que les mostrara a los habitantes urbanos (alejados de estos peligros) el alcance humano de la tragedia.

“No es la foto de un pueblo arrasado, sino que esto significa muerte”, dijo Cano.

La mayoría de medios, incluido Pulzo, se ha concentrado en informar las cifras de la tragedia y mostrar panorámicas del flujo de escombros y la destrucción. El problema es que los números, las estadísticas y las fotos del flujo de escombros son solo eso: números e imágenes sin rostro humano del drama, y que ese drama tiene muerte.

“A veces nos da miedo mirar a los ojos a la muerte”, añadió Cano.

No es la primera vez que una foto de tragedias genera debates. Pasó, en su momento, con la de Omaira Sánchez, la niña de Armero que prácticamente murió ante las cámaras. El reportero que tomó la histórica foto de Omaira, Frank Fournier, incluso fue cuestionado: “La gente preguntaba: ‘¿Por qué no la ayudaste? ‘¿Por qué no la sacaste?’. Pero era imposible hacerlo”, dice Fournier, citado por BBC.

Unos años después de la tragedia de Armero, en 1989, el fotógrafo Michael Schulc Kryznanowski criticó el interés mediático que despertó Omaira y afirmó que este influyó en que no se prestara la ayuda adecuada para la niña.

Pero, a pesar de estos cuestionamientos, Kryznanowski reconoció que las fotos de Omaira movieron a personas ajenas al contexto: “Esas fotos de Omaira resultaron muy emocionantes en los países occidentales, fueron un golpe. Se tradujeron a unas altísimas cifras de dinero generado por la compasión de la gente ante la imagen de una niña moribunda”.

Sin embargo, Juanita Riveros, en su texto de Publimetro, ignora todo esto para hacer una comparación entre la foto de Omaira y la de El Espectador y afirmar que hubo “un oportunismo atroz”.

“Solo hay muerte sin más. Solamente más de lo que se ha visto siempre, solo con el hecho de que acá solo hay repulsión y sí, las ganas evidentes del click o de salir con algo de ‘impacto’”, dice Riveros.

Pese a esa afirmación, lo cierto es que la portada de El Espectador solo circuló en una versión impresa que no les llegó a todos sus suscriptores. Es más, la foto no está en una galería que El Espectador publicó en su página web el sábado (o sea, antes de que saliera la portada).

En ese sentido no se puede decir que la imagen haya sido motivada por el afán de clics.

De hecho, Cano le dijo a Pulzo que la portada tampoco fue motivada por un afán comercial: “Hoy en día los periódicos no se venden por portadas”.

Pero esto no quiere decir que no se deba debatir la foto. Por el contrario, se puede tomar como una invitación para hablar de las imágenes de tragedias, teniendo en cuenta un antecedente más o menos reciente: la foto del niño sirio que, en septiembre de 2015, se ahogó en el mar y cuyo cuerpo apareció sin vida en una playa de Turquía.

La imagen sirvió para mostrarles a los europeos, y al mundo entero, el drama de las miles de personas que huían (y huyen) de la guerra, arriesgando sus propias vidas, y por su crudeza también generó un debate.

Pero, sin la crudeza de la foto, ¿habría tenido el mismo efecto?

Otros comentarios marginales del texto Publimetro tienen que ver con el carácter icónico de las imágenes. Riveros dice que las fotos de Phan Thi Kim Phúc, la niña quemada por el napalm en Vietnam, y Omaira “fueron certeras y reflejaron humanidad”, pero sin dar muchas razones de por qué ese mismo criterio no se puede aplicar a la del diario bogotano.

Dudoso que El Espectador haya tenido la pretensión de que la imagen del bombero en traje amarillo se convirtiera en la imagen icónica de la tragedia, como tampoco fue la intención del fotógrafo que captó la imagen del niño sirio ahogado, ni la vietnamita del napalm.

Quienes trabajan en el acelere del periodismo y las decisiones en caliente saben que pocos tienen esta pretensión. Que una foto se vuelva icónica es obra de un proceso social, no decisión de un editor.

Máximo, y en defensa de El Espectador, habría que decir que quien tomó la decisión buscó una imagen que transmitiera el drama humano, y qué más que encarnarlo en los niños muertos.

También para ilustrar a la comentarista, habría que decir que esa decisión, seguramente, se tomó en una redacción semidesierta, como lo es la de casi todos los medios el fin de semana. Por eso el debate debió involucrar a muy pocos.

Cuando se produjo la noticia del niño sirio, dice ‘The New York Times’, “hubo también desacuerdos dentro de las redacciones sobre si publicar o incluso compartir las imágenes. Varios periodistas argumentaron enérgicamente que era necesario confrontar al público con las consecuencias humanas de la guerra en Siria y el impacto de las políticas que dificultan que los refugiados encuentren asilo en Europa. Pero muchos editores estaban preocupados por sorprender a sus lectores y querían evitar traficar con imágenes sensacionalistas con fines de lucro”.

Es probable que, por tratarse de fin de semana, tal debate, previo a la publicación, que arrojara pensamientos tan iluminadores, no ocurriera, por física sustracción de materia, en El Espectador

Por eso, la discusión que plantea la columnista de Publimetro está reemplazando a la que no se dio en los medios, o por lo menos no con la rigurosidad que se ha debido dar. Pero no necesariamente para llegar al a conclusión que llegó Publimetro.

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