Ecuador es el principal país de la región en acoger a los colombianos que huyen del conflicto interno, según ACNUR, la oficina de la ONU para los refugiados.
Algunos de ellos son escépticos con los diálogos de paz.
“Aunque se firme el acuerdo con las Farc, no creo que haya paz por ahora. Hay muchos otros grupos violentos, como el Eln o los antiguos paramilitares, que siguen igual. Colombia seguirá siendo el país de siempre, en guerra. Yo por ahora no vuelvo”, dice Santiago Giraldo a la AFP, en Quito, donde llegó hace cinco meses huyendo de amenazas.
Giraldo, que por seguridad prefiere dar este nombre ficticio, es uno de los ocho millones de víctimas del conflicto armado colombiano de más de medio siglo.
“Desafortunadamente, es crudo decirlo, no quiero regresar. Al país le falta institucionalidad, justicia, y lo de las Farc no soluciona nada. Falta todavía mucho camino por recorrer”, agrega.
Él vive en un cuarto de menos de diez metros cuadrados, alquilado en una modesta vecindad en el norte de Quito.
Para él, todo empezó en diciembre pasado con extorsiones y advertencias cuyo origen no ha podido determinar, pero bastaron para amedrentarlo.
Giraldo, de 42 años, casado y padre de dos hijas, trabajaba en su negocio de distribución de repuestos de autos en Medellín cuando se presentaron tres hombres armados diciendo: “Necesitamos una platica, le estamos cuidando el barrio, le estamos cuidando el negocio”.
Y tras negarse a pagar y recibir amenazas, “que en ese país siempre se cumplen”, en marzo pasado decidió salir hacia Ecuador y pedir refugio.
Encerrados en libertad
Diego Restrepo, otro colombiano que ha pedido asilo, sabe muy bien quiénes forzaron su partida “de un día para otro” del Quindío a Quito, no revela, “que maneja el microtráfico en Armenia, financia campañas políticas y tiene infiltrada la policía y el Ejército”, a la que él había denunciado cuando trabajaba en la administración municipal, cuenta.
Por eso, este hombre de 36 años y su esposa de 26 ven muy difícil volver. “Ese grupo es más malo que la guerrilla”, afirma.
“El acuerdo de paz es muy positivo para el país, algunas personas podrán retornar, pero en Colombia hay otros grupos armados, como los paramilitares que no se sujetaron a los acuerdos de desmovilización”, explica él, que vive en una casa del norte de Quito, compartida otras seis familias.
“Todos los días uno quisiera estar allá. Aunque estamos aquí como libres, uno se siente como encerrado”, dice Restrepo con voz quebrada.
También siente nostalgia Luis Cortes, que huyó hace dos años de Yumbo, cerca de Cali, cuando miembros de las bandas criminales lo amenazaron de muerte en su panadería por no querer pagarles extorsión.
Víctima además del potente terremoto que devastó la costa ecuatoriana el 16 de abril, este colombiano de 47 años vive en un campo de damnificados en Portoviejo, una de las ciudades más destruidas, pero aún así no quiere retornar a Colombia.
“Es muy pronto, con el acuerdo todo es más optimista, pero yo deseo volver a mi país cuando se acabe la violencia”, asegura.
Por Jordi Miro – AFP
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