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Esta es la entrevista a una persona que ya murió. Sebastián Restrepo Chica murió el 20 de agosto después de resistir años a un cáncer letal que le había dejado 17 lesiones en el cerebro, un cáncer que se extendió por el cuerpo como la maleza.
Recibió el diagnóstico por WhatsApp y le dieron tres meses de vida, pero supervivió años y ese encuentro con la muerte inminente lo cambió, le dio perspectiva, pese a que parecía tener una vida fundamentada en una roca, pues era actuario de profesión, magíster en Finanzas, estudios en Alta Dirección, estrategia, innovación, liderazgo, data, Administración y gestión de empresas en expansión, líder en una compañía muy importante del país. Sin embargo, se dio cuenta que la vida tenía otros secretos y otros destinos.
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Dicen que el mayor triunfo de un ser humano es conocerse, sopesar su alma, afirma Sebastián en la entrevista: “Nunca reflexioné en quién era yo, y ese es el principal error que debemos abordar. Soy Sebastián, el papá de dos niños, felizmente casado, vivo una vida más consciente frente al trabajo y las relaciones personales, eso me ha llevado a un cambio, me ha llevado a ser una persona llena de amor, con ganas de contribuir más allá de los títulos y cargos”.
Tras su muerte, Sebastián quiso dejar un mensaje, dejar una reflexión. Esta entrevista la realizó Silvia Agudelo, quien dirige el pódcast “Misteiks, errores inspiradores”, y la reproducimos con su consentimiento, haciendo apenas pequeñas ediciones para convertir el lenguaje hablado en escrito.
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¿Qué pasó hace tres años y ocho meses en su vida?
“La vida es muy sabia, le llegan a uno las cosas en el momento preciso y justo. Yo creía que vivía la vida perfecta, pero era una vida llena de ego, teniendo como prioridad todo lo de afuera. ¿Qué me hizo cambiar? La biología, o cambias por conciencia o la biología te dice ‘venga que usted no se va a dar cuenta que tiene que cambiar’; la biología me llegó con un diagnóstico de cáncer, de pulmón izquierdo, de metástasis por todo el cuerpo, los médicos me dijeron: ‘Te quedan tres meses de vida, apréndelos a vivir, esta es la situación que te toca, fue la biología’”.
Con ese diagnóstico, ¿cuál fue el camino que decidió aprender?
“El camino que yo me replantee fue ayudado por unas lecturas de Joe Dispenza, quien habla de una tesis: ‘tengo que dejar de ser yo’. Ese autor me lo llevó alguien a la clínica, me dijo: ‘Léaselo y entienda qué puede hacer, esas opciones son en blanco y negro, o te dejas llevar o tomas las riendas de la situación’; yo lo llamo la píldora roja y la azul (como en Matrix), irme por el camino de ser responsable de todo, que tres meses no marcaran mi plazo de vida, ese era un camino no solo desde la perspectiva de la medicina occidental, sino un camino desde la medicina oriental, con el entendimiento de los libros y de mí mismo; estuve con mediaciones, con médicos cuánticos, y con todas esas herramientas me di cuenta que debía ser más responsable desde lo físico y desde el ser humano; me preguntaba: ‘¿Cómo voy a mejorar mi cuerpo, qué voy a comer, qué pensamientos voy a tener?’. A nivel energético, hay que tener una creencia sobre lo que uno va a vivir, yo me la tatué en el alma: ‘Estoy sano y ya viene la sanación total’; podían venir 20 diagnósticos, pero, ¿quién me bajaba de esa realidad? Ahí vino el conocimiento propio, el autoconocimiento, la reflexión, para decir que uno está luchando por una transformación del ser”.
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Se dice que cada uno genera su propia enfermedad, ¿cree que es su caso?
“Dentro de todo lo que he leído, estoy convencido de que los pensamientos generan energía, te das cuenta de que hay un montón de médicos apostando a la epigenética, esa ciencia que dice que somos 99 % energía y un 1% materia, si somos capaces de transformar la energía, somos capaces de transformar nuestro cuerpo y nuestro ser; puse mi foco y energía en que estoy sano, si me pongo a desenfocarme, no puedo transformar mi energía y mis células. Debemos ser conscientes de ser conscientes, el poder del “yo soy”; me programo todos los días, primero le doy gracias a Dios por este nuevo día, por la almohada, por mi esposa; hoy tengo la vida, tengo este día, no sé cuántos más voy a tener, hay que vivir el presente”.
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Antes de la conversación hablaba del estrés, ¿cree que el estrés enferma?
“En su momento, esa pregunta fue un llamado de la autorreflexión: ¿Sebastián, cuáles cargas tiene a los 40 años? Encontré varias, una muy importante fue la victimización, poner mi pensamiento y validez en las personas de afuera, sobre todo cuando uno sabe que su propio carácter es débil, entonces desarrollé ese ego; cuando pones tu energía afuera, estás estresado todo el tiempo, no actúas con naturalidad, sino como Julio el que te escucha, como el jefe que te va a ser un juicio, sobre la mamá, los amigos, eso libera cortisol constante y eso fue lo que detonó en mí la enfermedad. No fue un proceso de los últimos años, esto viene desde hace tiempo, desde el colegio, desde la familia. Para desarmar todo eso tuve que hacer un viaje interior, pelar la cebolla por escamas, hasta llegar al centro. Yo no tuve factores de riesgo, como ser fumador o tener alguna herencia genética, para desarrollar un cáncer; viéndolo de esa manera solo me quedó la pregunta de ‘¿todo esto para qué?, ¿qué debía cambiar? ’. Eso se te vuelve amor puro, conciencia pura, una forma de vida más consecuente, de cara al presente”.
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Ahora hablaba de llegar al centro de la cebolla, ¿cómo llegar a nuestro centro? ¿Qué le aconseja a los hombres?
“Para mí, el ser consciente es lo que detona todo. Con respecto a los hombres, hay que generar cultura, creo que los hombres lo cogemos un poco más desde el deporte, porque eso genera pensamientos: ‘¿Yo por qué le dijo eso a esta persona? Somos un colectivo, no nos podemos salir ninguno, si no nos ayudamos a nosotros mismos, estamos jodidos, hoy intento generar conciencia, ponerle una raya más al tigre”.
Hablemos del miedo de vivir el día en ese presente sin saber si habrá otro…
“El primer día fue el peor día de mi vida, nos mandaron por WhatsApp el diagnóstico. Hacete de cuenta que se estalló un cristal, yo me paralicé y esas esquirlas no se podían recoger rápido, tuve la fortuna de rodearme de personas con muy buena energía que me llevaron al Hospital para saber qué estaba pasando, porque yo seguía con mucho miedo. La primera noche hablé con una persona que tiene un nivel energético super alto, hablamos de ese blanco y negro, cuando tienes dos caminos por delante y eliges uno. Eso tampoco fue un proceso de la noche a la mañana, yo me despedí de los niños como si ya ni fuera a volver, me fui a morir, es que tenía un cáncer en la cabeza con 17 lesiones; pero cuando uno se arma de herramientas, entendimiento, amor, espiritualidad, construye una persona nueva, uno ama a esa persona nueva, el mejor antídoto del miedo es el amor. Ahora bien, aprendí que uno no se debe bajar de ese morir todos los días, porque todas las noches podemos morir a comportamientos, a personas, a círculos sociales; hay que acercarse a esa palabra que uno no menciona nunca, ahora mis hijos saben que todos nos vamos a morir, saben que el papá tiene unas bolitas que lo amenazan, en esta casa no es un tabú hablar de la muerte, lo hemos hecho de forma prudente. Esa muerte cotidiana es importante”.
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¿Quisiera ser el Sebastián de antes, o tener la muerte tan cercana es una victoria?
“Ha sido el mejor regalo que me ha dado la vida, la segunda oportunidad de ser feliz, yo no me regresaría, esa hada para mi somos Dios y yo. Tengo la posibilidad de vivir y hacer sentido con lo que estoy proponiendo a Dios, hoy acá sentado, por eso te digo que no le tengo miedo a la muerte, soy consciente del dolor de los que se quedan acá, pero es que no nos vamos a separar energéticamente nunca”.
Al morir, nada depende de uno, en este caso, que se ha preparado para morir, ¿qué ha definido para celebrar el cierre de su vida?
“En estos días me preguntaba si me hubiera gustado morirme de un batacazo, o de una forma más tranquila, pero yo escogería esta, porque los saludos que yo he tenido, las personas del alma están ahí, vienen a saludarme y son consciente de por qué vienen, porque me ven una lápida atrás, pero los recibo con amor y cariño, con ganas de saludarlos. También se ha dado la oportunidad de pensar en el cómo y yo he elegido que sea sin tener un acercamiento a una religión, que sea acá en mi casa, con todos de blanco, con un escrito, con la música que me gusta, la de Mauricio Mesa, ese será el homenaje, no más, mis cenizas no quiero que estén en una iglesia, quiero estar en el mar, que la gente se vaya para su casa y no atender a nadie”.
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Ha mencionado la palabra propósito, ¿su propósito es ayudarnos a tener una mirada más consciente de la vida?
“Sí, ese se convirtió en mi propósito, no todos los trabajos tienen los mismos objetivos, ni todos los propósitos tienen los mismos objetivos, ese propósito de servir y de contribuir se generó a raíz de la autorreflexión y del descubrimiento”.
¿De qué se trata el podcast en el que se contó la historia de Sebastián?
“Misteiks, errores inspiradores” es un podcast que busca reivindicar el error en la vida de todos. En las palabras de Silvia Agudelo, “estamos inmersos en una cultura de negación hacia las fallas y eso es un error de vida en sí, porque la mejor manera de aprender y de conocerse es a través de los errores. Misteiks expone errores de todo tipo para que hagamos las paces con la condición humana y vivamos con más paz”.
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