“En la religión antiuribista, el único criterio importante es si algo le conviene a Uribe o no”, continúa Ways en su escrito en el diario capitalino. “Todo lo que lo favorezca es, por necesidad, malo; todo lo que lo perjudique es, por definición, bueno”.

Esta perspectiva de Ways resulta novedosa y provocadora si se tiene en cuenta que, hasta ahora, como poderosa arma política, los señalados de pertenecer a una ‘religión’ eran los seguidores del expresidente y senador líder del Centro Democrático.

“Ese reduccionismo [el de que todo lo que favorezca a Uribe es malo y todo lo que lo perjudique es bueno] debería alarmarnos. No porque a Uribe no se lo pueda criticar; por supuesto que se puede […]. Pero una cosa es criticar con argumentos y otra, criticar por reflejo ideológico. Y, peor, acusando al contrario de algo que no ha dicho”, continúa Ways al referirse al sonado trino del expresidente en el que menciona “masacres” en el contexto de a minga indígena.

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Ways llama la atención sobre el hecho de que lo que escribió Uribe [“La autoridad serena, firme y con criterio social no produce masacres, estas son causadas por delincuentes que se aprovechan o se abrigan en las protestas”] se refería a lo que dijo José Pete, portavoz de la minga, que afirmó que se produciría “la peor masacre de Colombia” si la Fuerza Pública llegara a intervenir.

“No obstante, los opositores de Uribe, leyendo malintencionadamente el trino, se tomaron las redes para denunciar que el senador estaba incitando a una masacre, o algo por el estilo”, dice Ways, y critica que en la “macabra caricaturización” del trino de Uribe no solo participaron usuarios corrientes y los inevitables trolls en las redes, “sino políticos, periodistas e ‘influenciadores’ reconocidos, personas suficientemente informadas e inteligentes para hacer una interpretación menos delirante del mensaje”.

También reprocha a los medios y la academia, a los que señala de tener una “postura mayoritaria” antiuribisa. Es decir, a las profesionales “cuyo oficio consiste en la producción y promulgación de ideas y mensajes”. Y remata: “Deberíamos preocuparnos, pues, cuando los sumos sacerdotes de la vida intelectual renuncian con facilidad a sus facultades críticas con tal de promover una narrativa que les agrada […]. Es lo que pasa cuando la certeza religiosa en los prejuicios propios se impone sobre el ejercicio mucho más arduo de la reflexión”.