Así fue como Serú Girán retumbó en el Cordillera y le regaló a Bogotá un 'Mundo agradable'

Entretenimiento
Tiempo de lectura: 4 min
Escrito por:  Redacción Entretenimiento
Actualizado: 2025-09-19 22:48:30

La tarde capitalina se llenó de nostalgia, lágrimas y rock argentino con un concierto que fue pura memoria colectiva con casi medio siglo de historia.

Durante el segundo día del Festival Cordilelra, Bogotá se rindió a los pies de Serú Girán. El público entendió que no se trataba de un simple concierto, sino de un viaje al corazón del rock latino. Según la programación del festival la banda argentina debía aparecer en escena a las 3:50 de la tarde; sin embargo, solo hasta las 3:59 comenzaron a zonar las primeras notas del intro de ‘La grasa de las capitales’. Fueron nueve minutos de espera, pero ¿qué es eso comparado con medio siglo de historia?

(Ve también: ¿Se agotan las bandas para Cordillera? El cartel de 2025 demuestra que el festival va para largo

Sonaron las primeras notas de La grasa de las capitales —solo la introducción, como un guiño cómplicey en ese momento quedó claro que no sería un simple concierto: era un viaje en el tiempo.

‘Frecuencia modulada’ abrió el concierto con fuerza, y la multitud respondió coreando, como si todos hubieran crecido con esas canciones en sus casas, como si Serú Girán hubiera sido el protagonista del ‘soundtrack’ de sus vidas. Luego llegó ‘Canción de Alicia en el país’, y la Bogotá de 2025 se transformó en la Buenos Aires de finales de los 70 y comienzos de los 80: la dictadura, la censura, el miedo. Cada verso retumbó con la misma vigencia de hace décadas, como si la canción se hubiera escrito para este presente.

El tono se tornó más intenso con ‘Encuentro con el diablo’, una pieza que tiene algo de rito colectivo. Las guitarras sonaron como exorcismos, las voces como plegarias. Y entonces llegó uno de los momentos más emotivos de la tarde: ‘Nos veremos otra vez’. La canción fue dedicada a Charly García y a Oscar Moro, el baterista original de la banda, fallecido en 2006. Hubo lágrimas, abrazos y silencio respetuoso entre las miles de personas que entendieron que no era solo un tributo: era un reencuentro espiritual, con Charly, de fondo, en las pantallas observando del Simón Bolívar. 

El set avanzó con ‘Si me das tu amor’, que dibujó sonrisas entre parejas y amigos; ‘Desarma y sangra’, que se convirtió en un coro melancólico bajo el cielo bogotano, y ‘Noche de perros’, que tendió su aura el parque con su energía oscura y catártica. Cuando sonó ‘A cada hombre, a cada mujer’, el ambiente se transformó en algo parecido a un acto colectivo: puños en alto, ojos brillantes, gritos de esperanza. ‘Cuánto tiempo más llevará’ reforzó ese sentimiento de resistencia compartida.

 

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Carlos vives cantó con Serú Girán

Uno de los momentos más sorpresivos fue ‘Esperando nacer’, interpretada junto a Carlos Vives. El samario subió al escenario para darle un toque caribe a la tarde. Fue un cruce de mundos: el rock progresivo argentino y el vallenato-pop colombiano, mezclados en un mismo escenario, abarcando toda la Cordillera.

La tarde continuó con ‘Mundo agradable’, que fue un respiro después de tanta intensidad, y con ‘No llores por mí, Argentina’, que arrancó un coro masivo de voces, transformando el parque en un solo canto.

Para el cierre quedó Seminare, quizá la canción más esperada de todas. Sonó como un rugido colectivo, con miles de gargantas cantando al unísono, mientras el sol bogotano caía despacio y el aire parecía cargado de electricidad.

Cuando la última nota se apagó, el silencio fue muy mínimo pero elocuente. La gente no quería irse, como si quedarse allí significara prolongar la experiencia un poco más. Muchos se miraban, otros lloraban, algunos levantaban el celular para grabar los últimos segundos de un momento irrepetible. Serú Girán no solo había tocado un concierto; había escrito, una vez más, un capítulo de la historia del rock en español.

Bogotá, en esa tarde de septiembre, fue testigo de algo más que música. Fue testigo de cómo una banda que nació en otro país y en otra época puede seguir siendo refugio, consuelo y espejo. De cómo, a pesar de los años, las canciones siguen vivas porque siguen doliendo y siguen curando, con una Bogotá que esa tarde vivió un ‘Mundo [más] agradable’. 

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