En los desórdenes, ocurridos esta semana, resultaron heridas 4 personas en la sede, 3 ajenas a la universidad, y un estudiante de la misma, como resultado de la manipulación de explosivos, que llevaron a amputaciones.

La argumentación de Atehortúa es débil, muy distante de lo que se esperaría de un académico y rector de una universidad.

“La Universidad… no es ajena a los conflictos que vive el país. De la misma manera como ocurre en otras universidades, de la misma manera como individuos armados entran a las aulas escolares en Estados Unidos y propician masacres, nuestra universidad no escapa a esa situación que tenemos en Colombia, donde no hemos podido encontrar una paz completa, duradera, definitiva, conforme se ha propuesto en los acuerdos (de la Habana)”, dijo Atehortúa a Caracol Radio.

El argumento de Atehortúa es perverso, y permite inferir varias cosas:

  • Que como también hay prostitución y narcotráfico, y la Universidad no es ajena a lo que ocurre en el resto del país, habría que tolerarlos si las autoridades internas no los pueden controlar.
  • Que solo el día en que vivamos en una sociedad como la de Suecia o Dinamarca se tendrá que ver a la violencia como algo ajeno a las universidades o inaceptable.

Además, el argumento de Atehortúa tiene, al menos, 2 errores:

  • Que los acuerdos de La Habana acabarían con toda la violencia, cuando ‘escasamente’ lo que hicieron fue acabar con la generada por las Farc.
  • Que las masacres que se presentan en Estados Unidos son una expresión del mismo tipo de violencia que padecen los centros educativos en Colombia. Eso no es cierto.

Atehortúa luego pasó al contraataque: “Habría que preguntar al Estado cómo particulares están teniendo acceso a los explosivos. Habría que preguntarle al Estado cuál es su preocupación frente a problemas que aquejan a las universidades públicas. Yo creo que más que pensar inmediatamente en acciones punitivas y policiales, hay que pensar la universidad desde otro punto de vista: La Universidad Pedagógica es mucho más que un disturbio, es mucho más que individuos ajenos a ella que por las circunstancias del país actúan dentro de ellas”.

Pero el argumento más controvertible de Atehortúa fue cuando invocó la autonomía universitaria para rechazar un eventual ingreso de la fuerza pública a la Universidad.

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“No estamos de acuerdo, por principio académico, pero también por convicción intelectual de autorizar el ingreso de la fuerza pública al campus universitario. Esta posición es de todos los rectores, no solo de las universidades de Colombia, sino de toda América Latina”, dijo Atehortúa a Blu Radio.

A pesar de que Atehortúa podría apoyar su tesis de la autonomía en normas y reglamentos, hay quienes sostienen, dentro del mismo estado colombiano, que esta se refiere fundamentalmente a temas académicos y administrativos.

Pero Atehortúa no está solo: hay quienes llegan a invocar hasta la inviolabilidad del domicilio –garantizada por la Constitución- para justificar que la fuerza pública no pueda entrar.

No obstante, esa tesis presume que el ingreso se da sin razón, espontáneamente, arbitrariamente, y no que está en curso un delito, como ocurrió esta semana cuando los encapuchados atacaban a la fuerza pública con explosivos, poniendo en riesgo a civiles indefensos.

Hasta con las disposiciones del Código de Policía, esta podría entrar a la Universidad, sin necesidad de una orden judicial.

Como remate sorprendente de su argumentación ‘académica’, y sin que nadie lo hubiera sugerido, Atehortúa dijo que no se puede “caer en la teoría de Trump de armar a los docentes”. ¿Quién dijo eso? Precisamente, el Estado quiere asumir el problema, primero para proteger la vida, y segundo, para que no lo tengan que asumir los ciudadanos y la universidad.