En palabras coloquiales, tiene que ver con la oxidación de la piel, pues científicamente la explicación es que “los cambios hormonales de la madurez traen como consecuencia un aumento en la producción de lípidos en la superficie de la piel” y al mismo tiempo “se va reduciendo nuestra capacidad antioxidante natural”, lo que aumenta exponencialmente “esa peroxidación” y “genera más 2-nonenal”,  una “molécula que se genera en la piel al oxidarse de forma natural los ácidos grasos de la barrera lipídica”.

Como explica el experto en el artículo publicado el año pasado en El País de España, “el 2-nonenal [puro] huele realmente mal. Tanto que cuando abrimos una cápsula con esa molécula en el laboratorio, todo apesta”.

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Sin embargo, para remover el olor no es suficiente un baño, como pasa, por ejemplo, con el sudor: “Los lípidos no son solubles en agua. De ahí que el mal olor relacionado con los ácidos grasos sea tan complicado de eliminar”.

El cambio químico comienza de manera gradual desde los 30 años y se extiende hasta, más o menos los 60, edad en la que comienza a manifestarse el olor.

Finalmente, y si te preguntas por qué muchas veces los ancianos no se enteran de que huelen mal, o por evitar el olor se exceden con su perfume, la respuesta es simple: “a partir de los 70 la pérdida [de la capacidad olfativa] es tan notable que casi somos tan inmunes al mal olor como los niños menores de 8 años, que no se inmutan al entrar en el baño del jardín de infancia ni se alteran con las ventosidades de sus amigos”, añade el medio español.