Un arte nacido en esta tierra, pero traído por alguien de otra, ha excavado, literalmente excavado, en las raíces de nuestra ciudad para narrar las tradiciones, costumbres y pensamientos de nuestros ancestros y contemporáneos.

El arte tierra, o mejor llamado barranquismo, es una técnica escultórica nacida en la década de los setenta de la mano de Efrén Fernández, un hombre que trabajó en las Empresas Públicas de Armenia (EPA), y que, sin ningún estudio en artes, pero con ímpetu y pasión por tallar barrancos, supo contar la historia de esta región. Los tallajes de Efrén relatan la vida de indígenas precolombinos y tradiciones cafeteras, y constituyen un legado artístico que pretende, pese al fallecimiento de su gestor, perdurar.

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A lo largo de más 40 años el padre del barranquismo moldeó más de 20 obras. Inició casi de manera accidental, según el antropólogo Roberto Restrepo, moldeando un barranco con dos orificios que pronto se convirtieron en la nariz de una figura que representaría a Dios.

Recibió el nombre de ‘La Creación’, una premisa de lo que se vendría. Con el paso de los años llegaron las obras Raza, Paisaje Precolombino, Alegoría a la Guadua, Alegoría a La Adiela, entre otras, que, debido a lo primitivo de su hechura, no se conservan: la naturaleza tomó su lugar en muchas de ellas e hizo que desaparecieran.

En palabras de Roberto Restrepo: “Es algo auténtico del arte popular quindiano. Nunca se le reconoció un sentido artístico y precisamente por una falta de apropiación ciudadana de lo que significaba se fue abandonando poco a poco porque prácticamente el 80 % de obras de Efrén desaparecieron cuando murió”.

Los vestigios del arte tierra se reflejan en los tres únicos barranquismos que quedan en la ciudad: Alegoría a Armenia, ubicado en la avenida Ancízar López, a lado y lado de la carretera; Alegoría al Agua —fue un encargo de la EPA—, y, por último, Diálogos de pensamiento, que se unió a Alegoría al Caminante ubicado en el barrio María Cristina al costado de la vía que conduce a Calarcá.

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Además, el surgimiento de nuevos artistas como el muralista Juan Carlos Marmolejo indica la necesidad de que este arte permanezca: “En mis descansos cuando trabajaba en la universidad veía cómo trabajaba sus creaciones y fui enamorándome del cuento, fui aprendiendo a distancia y luego comencé a hacer trabajos pequeños a parte {…} Digamos que le robaba un poco de su saber y solo iba a visualizar lo que hacía y por yo ser artista aprendo muy fácil”, comenta Marmolejo.

En el caso de Juan Carlos García: “Yo vi la obra de Efrén hace muchos años, es más, yo soy exalumno del Instituto Montenegro y ahí había un barranquismo, yo estaba niño e inclusive y en mi inocencia yo me subía sobre ellos {…} Yo no quise hacer la línea de Efrén, yo quise romper el esquema y hacer otro tipo de figuración entonces me fui un poco más por el tamaño natural de las personas, por la flora, por la fauna: expresiones contemporáneas de nuestra cultura”.

El barranquismo tiene nuevas caras que han desarrollado la técnica creada por Fernández, pese a no haber sido alumnos suyos. Esta es una muestra de la recordación y sentido de pertenencia que genera para muchos la exposición de este arte al aire libre; visto por cientos de personas, cuyabros o turistas. Muchas de estas obras no necesitan ser entendidas sino sentidas.

Debido al poco conocimiento de Efrén Fernández frente al manejo de los barrancos para proporcionar durabilidad en las obras a algunas se las ha llevado el tiempo mientras otras fueron eliminadas para construir edificaciones. Sin embargo, los nuevos artistas han desarrollado técnicas para hacer de estas expresiones obras duraderas, como es el caso de García: “He hallado unas técnicas de alta durabilidad y es unas variaciones entre el acero, el concreto, la fibra de vidrio y unas resinas para poder garantizar unas obras de siquiera 50 años y pasar de lo efímero”.

No solamente se ha evolucionado en la mejoría de la técnica, sino que también han surgido nuevos estilos, apliques, y conceptos, sin perder su esencia: el tallaje de la tierra con herramientas como el palín y el recatón.

El trabajo por mantener el arte quindiano ha sido arduo, pues los espacios públicos para hacer más obras han sido nulos desde antes del fallecimiento de Efrén. Los artistas han encontrado en el sector privado, y en departamentos diferentes al nuestro como Risaralda y Huila, la oportunidad de tener un espacio para narrar las historias de esas regiones a través del barranquismo. Con este ejemplo breve, se vislumbra la falta de apropiación cultural por uno de nuestros símbolos de expresión artística, sobre todo si tenemos en cuenta que nació de nuestra tierra, un arte originario del Quindío.

La Corporación de Cultura y Turismo de la ciudad es la encargada de fomentar, fortalecer y conservar la cultura en la región y, si bien durante los últimos años se han encargado de conservar las obras, los esfuerzos no son suficientes. Para Roberto Restrepo es necesario declarar al barranquismo como patrimonio regional y también nacional para consolidar una identidad, así como se hizo con El Yipao en el 2020. Actualmente, Ana Mercedes Suárez, gestora de Proyectos Culturales en Corpocultura, está a cargo del arte tierra: “Nosotros hace algunos años comenzamos un camino importante y es pretender que nuestros barrancos entren en una lista representativa.

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Eso lo logramos con una administración pasada y los pusimos en una lista representativa, estamos en esas, tenemos que retomar ese camino sin lugar a dudas y consolidar que los barrancos se incluyan definitivamente en esa lista indicativa de candidatos a bienes de interés cultural. Con ello aseguraríamos un plan especial de salvaguarda para los barrancos y seguramente recursos fijos para poder atender su mantenimiento”.

Según Restrepo, desde antes del terremoto en el Eje Cafetero, se veía caminar a Efrén Fernández por los pasillos de Corpocultura, buscando en un tono casi de protesta a alguien que lo ayudara: “Miren, apóyenme, se están desbarrancando”. Muchas veces salía ofuscado y sin respuestas suficientes.