Los futbolistas de la selección actual hacen énfasis repetido en la humildad, los pies en el piso y la confianza sin desbordes. Optimismo moderado, sin temores.

No son dados los muchachos a presumir del éxito. Se ven en su sitio, en la idea de competir para ganar, aunque perder forma parte del juego y las derrotas, para hacerlas parciales, se deben manejar con madurez. Ellos lo saben porque lo han vivido en sus clubes.

Este equipo convoca. Impulsa la pasión de los aficionados. Genera credibilidad, al igual que el entrenador por su liderazgo interior que ningún jugador discute. La tasa de aprobación después de los últimos ensayos es alta, aun con tareas pendientes como relacionar jugadores para potenciar rendimientos colectivos con funciones definidas.

El nivel de James es óptimo, al igual que el de Lerma, Carlos Sánchez, Ospina, Santi Arias, Mojica y Davinson cuando está en su posición y en su perfil natural. Los restantes en proceso para reencontrar su nivel, especialmente Falcao a quien se le ve aun fuera de ritmo y Mina quien paga factura por su inactividad.

Hay calidad, posesión de balón como instrumento fundamental, con posibilidades de gol que no se realizan con la frecuencia con que se elaboran. Está preparada Colombia para dominar los partidos, pero aún le falta la puntería para controlar los resultados.

Ven los aficionados un equipo dominante. Es lo que quieren. Más que cuantificar el juego en pases o recorridos, en metros o minutos, quieren futbol puro, electrizante.

Cuando Colombia logre la conexión del estilo característico con intensidad en el desarrollo y poder rematador, será serio aspirante. Por ahora, los argumentos expuestos son edificantes sin extraviar los papeles como ocurrió en el pasado.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.