Por ahí no es la paz

Nación
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Los colombianos del promedio solemos creernos víctimas de dos tipos de compatriotas: los políticos y los violentos.

Casos de corrupción de los primeros, sobran. Al siempre saqueado sector de la salud se suma hoy el sonado caso Odebrecht y se viene el de Reficar, que promete ser más escandaloso. Ratas los políticos, de acuerdo, pero son nuestros representantes, y no solo porque votemos por ellos en el día de elecciones, sino porque nosotros, los ciudadanos, podemos llegar a ser igual de torcidos, lo que pasa es que no tenemos su mismo poder ni el acceso a los recursos de la nación.

Ponga usted a cualquier colombiano en el Congreso y terminará robando si tiene la oportunidad. Cada vez me convenzo más de que las críticas a nuestros dirigentes torcidos tienen igual dosis de indignación que de envidia.

Es lo que pasa con los violentos. Toda la vida criticamos a la guerrilla y a los paramilitares, convencidos de que ellos hacían de Colombia un país violento y no al revés: existían porque nos fascina matarnos. Ahora que la violencia ha bajado considerablemente, saltan en los titulares episodios de violencia aislados, generados no por entes armados sino por ciudadanos de a pie, y la verdad es que muchos de esos casos hacen replantear la idea de que en Colombia los buenos somos más. Ventajosos, aprovechados y de moral voluble, en Colombia los malos nunca han sido más.

Ejemplos hay varios, y solo con hechos ocurridos en tiempos recientes.

Ya no solo producimos violencia, ahora también la exportamos, como las telenovelas. Según Gómez, perdió el control cuando Pinto le dijo que se estaba desquitando del robo que Panamá le había hecho a Honduras en un juego por las eliminatorias al Mundial de 2018.

Da miedo la verdad sentir que volvemos a la barbarie y la impunidad de antes, que acá la vida no vale y que somos tan de derecha que si los muertos son pobres, mestizos y viven lejos de los centros de poder, no pasa nada.

Es ya discurso manido, pero no por eso deja de ser cierto: la paz no es firmar un papel, y día a día, en las calles y campos de Colombia (el país donde los buenos somos más) demostramos que no estamos listos para vivir en armonía. No necesitamos de ningún grupo guerrillero, nosotros solitos dejamos en claro que la violencia vive en nosotros y hace parte del sistema como pagar impuestos o tomar vacaciones.

Están cayendo personas por el caso de Odebrecht (y seguirán cayendo corruptos), el 31 de enero las Farc estarán en las zonas de desarme asignadas en el acuerdo, y el próximo 7 de febrero comienzan los Diálogos con el Eln.

Y nosotros, la gente de bien, ¿qué estamos haciendo por la paz?

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