Manizales reinventa su futuro: la ciudadanía toma el mando en cinco proyectos urbanos clave
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Visitar sitioManizales apuesta por la participación ciudadana para transformar cinco espacios urbanos clave, ¿funcionará?
La ciudad de Manizales ha dado un paso significativo al adoptar un modelo de diseño participativo para definir su futuro urbano a través de cinco proyectos estratégicos. Este enfoque representa una transformación sustancial respecto a la tradicional gestión centralizada en Colombia. El nuevo modelo da protagonismo a la comunidad, marcando una ruptura con la consulta simbólica que, durante años, caracterizó los procesos urbanos en la región. Sin embargo, como advierte Santiago Dussán López, presidente de la Sociedad Colombiana de Arquitectos (SCA) Regional Caldas, esto no equivale a una solución instantánea para los desafíos locales. Más bien, se trata de un proceso en el que el análisis crítico y la profundización en las prácticas participativas revelan tanto oportunidades como retos por superar (LA PATRIA; SCA Caldas).
Históricamente, la participación ciudadana en América Latina ha estado limitada por requisitos legales mínimos, sin influencia sustancial en las decisiones finales. Casos como los de Bogotá, Medellín y Lima han evidenciado que la ausencia de una verdadera inclusión genera desconfianza y proyectos urbanos que no logran concretarse o resultan insatisfactorios para sus habitantes, incluso cuando involucran grandes inversiones (Universidad de Los Andes; CEPAL). Manizales ahora se suma a un número reducido de municipios colombianos que, de acuerdo con datos del Departamento Nacional de Planeación (DNP), reportan metodologías robustas de participación. Ello la coloca en una posición pionera y, simultáneamente, la obliga a mostrar resultados tangibles a corto y mediano plazo.
Los cinco proyectos seleccionados —Parque Antonio Nariño, Parque y bulevar de San José, Parque Caldas y calle de los Artesanos, Bulevar de los Estudiantes y la Escuela del Sagrado Corazón— reflejan la diversidad de contextos y necesidades de la ciudad. Cada uno plantea retos particulares: desde la conservación del patrimonio y mejoras en la seguridad hasta la integración social y la restauración de espacios emblemáticos con fuerte carga simbólica y demandas funcionales. La presencia de múltiples actores, incluidos ministerios, universidades, gremios y organizaciones sociales, garantiza variedad de miradas, pero incrementa la complejidad de la gestión participativa.
Destaca especialmente la metodología diferenciada impulsada por la SCA Caldas, que plantea procesos de escucha adaptados a cada territorio, empleando desde convocatorias en redes sociales hasta el contacto directo con líderes comunitarios. No obstante, como demuestran casos similares en América Latina y estudios recientes (Universidad de Buenos Aires, ONU-Hábitat), el éxito de estas iniciativas depende de la calidad de la retroalimentación y la transparencia de los mecanismos de seguimiento y rendición de cuentas. La administración deberá afrontar este desafío para evitar el desgaste y la desilusión ciudadana ante la participación.
En este contexto, la administración de Manizales busca desmarcarse de polarizaciones partidistas y promover el desarrollo como principio rector, alineándose con el Plan Bicentenario 2049. Sin embargo, la consolidación de una gobernanza urbana verdaderamente participativa requiere garantizar la institucionalización de los procesos, la formación de líderes locales y una estrecha articulación con políticas públicas integrales. Según organizaciones como ONU-Hábitat y Banco Interamericano de Desarrollo, estos factores son determinantes para la sostenibilidad de las transformaciones urbanas participativas. Si Manizales logra sortear los riesgos y mantener la participación más allá de la coyuntura, podría consolidarse como un referente nacional en planificación urbana.
En conclusión, el piloto de diseño participativo en Manizales es una iniciativa prometedora que, más que una consulta ciudadana, busca instaurar un diálogo permanente y efectivo entre la administración y la comunidad. El verdadero éxito radicará en la capacidad de convertir esta participación en una práctica institucionalizada en el tiempo, más allá del cumplimiento simbólico o puntual de escuchar a los ciudadanos.
¿Cómo se garantiza que la participación ciudadana incida realmente en los proyectos urbanísticos?
Esta pregunta adquiere importancia, ya que la historia de la región muestra múltiples ejemplos en los que la consulta ciudadana sirvió solo como trámite formal, sin reflejarse luego en los resultados o diseños finales. El desafío que enfrenta Manizales radica en asegurar que la voz de la comunidad se traslade de los espacios deliberativos a las decisiones de diseño, distribución presupuestal y priorización de obras, para evitar la frustración ciudadana y recuperar la confianza en la gestión pública.
De acuerdo con las metodologías anunciadas por la SCA Caldas y los mecanismos de veeduría y seguimiento establecidos, el proceso participativo incluye la conformación de mesas temáticas, reportes periódicos y canales de retroalimentación. Sin embargo, será fundamental dar a conocer de manera transparente los criterios de selección, las etapas de ajuste y los resultados de cada fase, garantizando espacios de respuesta clara ante las propuestas y críticas de la ciudadanía.
¿Qué significa un Plan Especial de Manejo y Protección (PEMP) y por qué es clave para proyectos de patrimonio?
La inclusión del PEMP en intervenciones como la del Parque Antonio Nariño demanda su explicación. Un PEMP es una herramienta legal y técnica concebida por el Ministerio de Cultura para proteger, conservar y poner en valor bienes de interés cultural. Su objetivo es regular las intervenciones y usos permitidos en estos bienes, conciliando la preservación histórica con las necesidades sociales y funcionales actuales.
El PEMP adquiere especial relevancia ya que delimita lo que es posible hacer y prohíbe acciones que pongan en riesgo la integridad del patrimonio cultural. Además, exige la participación de expertos, autoridades y comunidades en su formulación, lo que puede alargar los tiempos de desarrollo, pero ayuda a garantizar procesos más sustentables, coherentes y consensuados.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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