Serie Mundial rompió récords de audiencia y recupera el trono: ¿a qué se debe el repunte del béisbol?

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Hace dos años, cuando los Rangers superaron a Arizona, la Serie Mundial vivió un mínimo de audiencia histórico, con un promedio apenas por encima de los nueve millones de telespectadores. El sábado 1 de noviembre, en el séptimo juego en el que los Dodgers consiguieron su segundo anillo consecutivo en las Grandes Ligas, las cifras se dispararon a niveles récord. ¿Cómo ha recuperado el béisbol el favor de la afición? ¿Pesan más los méritos propios o la crisis de su competencia, la NBA?

Hace dos años, cuando los Rangers superaron a Arizona, la Serie Mundial vivió un mínimo de audiencia histórico, con un promedio apenas por encima de los nueve millones de telespectadores. El sábado 1 de noviembre, en el séptimo juego en el que los Dodgers consiguieron su segundo anillo consecutivo en las Grandes Ligas, las cifras se dispararon a niveles récord. ¿Cómo ha recuperado el béisbol el favor de la afición? ¿Pesan más los méritos propios o la crisis de su competencia, la NBA?

Los consensos cualitativos son sólidos: las voces más autorizadas del béisbol creen que el séptimo juego de la Serie Mundial, que los Dodgers ganaron en entradas extra ante Toronto, merece un lugar entre los mejores y más emocionantes de la historia. Los datos cuantitativos son irrebatibles: los números devuelven a la pelota su lugar en la cima de las preferencias.

Solo la final de la NFL, el mítico Super Bowl, supera consistentemente la audiencia de cualquier otro evento en la industria del deporte estadounidense, pero durante los últimos años, la Serie Mundial ha estado disputando las preferencias con la final de la NBA, hasta ese séptimo juego entre Dodgers y Azulejos.

El béisbol venía de un clásico de octubre entre dos de los equipos con más larga tradición ganadora, Dodgers y Yankees. Ya había sido bañado por el efecto Ohtani, porque el astro japonés estuvo en esa serie, aunque minado por una lesión, pero los números de la final contra los Azulejos tomaron por sorpresa tal vez incluso a las Mayores.

La audiencia promedio del séptimo juego fue de 27,3 millones de espectadores en los tres canales que lo transmitieron en Estados Unidos, la mejor cifra desde el duelo en el que los Astros silenciaron a los Dodgers en 2017, que fue seguido en promedio por 29,1 millones de televidentes.

En su pico de audiencia, correspondiente a los tres innings finales, se registraron 33,1 millones de telespectadores. Esa cifra es incluso más alta que los 30,4 millones que vieron a los Yankees ganar la Serie Mundial de 1996, una cifra que formaba parte de los récords para transmisiones deportivas los días sábado, solo superada por la NFL y los Juegos Olímpicos.

La Serie Mundial en general (los siete juegos, no solo el último) promedió 15,71 millones, solo superada, de nuevo, por la de 2017, que fue seguida por 18,9 millones.

Los números fuera de Estados Unidos son aún más impactantes, con récords para la liga en Canadá, hogar de los Azulejos, donde ese séptimo juego fue seguido por 11,6 millones de personas, convirtiéndose en la transmisión en inglés más vista después de los Juegos Olímpicos de Invierno de Vancouver 2010.

También hubo audiencia sin precedentes en Japón, con 13,1 millones de espectadores sintonizando en pleno horario laboral las hazañas de Shohei Ohtani, Roki Sasaki y Yoshinobu Yamamoto, que terminó como el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial.

Diferencias vitales

Son números esperanzadores para un deporte que tuvo que cambiar muchas cosas para no perder el pulso por las preferencias de la afición ante su competencia natural, la NBA, porque la NFL y la NHL parecen tener números más estables para sus luchas por el Super Bowl y la Stanley Cup, respectivamente.

Durante la primera década del siglo XXI, la audiencia de la Serie Mundial estuvo en promedio 4,2 millones de espectadores por encima de la final de la NBA, con la única excepción de la definición Celtic-Lakers de 2008, con LeBron James en un momento estelar.

Desde 2010 en adelante la tendencia se invirtió, con el baloncesto impulsado por figuras como James o Stephen Curry, y una única excepción a favor del béisbol, la final de 2016 entre Cachorros y Guardianes, porque incluso a pesar de los números arrolladores de la Serie Mundial de 2017 entre Astros y Dodgers, la NBA fue más vista ese año.

El béisbol parece haber recuperado su lugar a partir de 2020, cuando volvió a dominar la comparación con el baloncesto, salvo esa serie de 2023 entre Texas y Arizona, que arrojó un mínimo histórico.

Esa hegemonía se ha acentuado durante los últimos dos años, impulsada por dos factores fundamentales: la forma de medición y el tamaño de los mercados.

Los registros de audiencia han comenzado a incluir los índices de seguimiento fuera de casa, o lo que es lo mismo, las transmisiones por plataformas de streaming a las que se puede acceder por dispositivos portátiles.

Por eso la diferencia de 1,5 millones de espectadores a favor de la Serie Mundial de 2020 se disparó a un promedio de 4,6 millones en los dos últimos años.

La temporada 2025 ha incorporado otro elemento a favor del béisbol. Mientras que su final incluyó al equipo del momento, los Dodgers, y a la inmensa afición canadiense gracias a los Azulejos, la definición de la NBA fue entre dos equipos de pequeño mercado, el Thunder de Oklahoma y los Pacers de Indiana.

La comparación también favorece al béisbol durante la temporada regular. Los tres canales oficiales que transmiten las Grandes Ligas registraron este año repuntes de audiencia que van desde el 9% del Fox hasta el 29% de TBS, mientras que el seguimiento de los partidos de la NBA ha bajado hasta en 25%.

Cambios efectivos y rendimientos estelares

Mientras la NBA atraviesa una crisis de recambio generacional en los últimos años, por el declive de sus figuras diferenciales, como James, Curry o Kevin Durant, el béisbol de las Mayores está en un clímax de popularidad, apenas cinco años después de que se le llegara a considerar un deporte moribundo.

La MLB ha apelado a cambios radicales que han hecho los partidos más ágiles y por lo tanto más adaptados a la televisión, y se ha beneficiado de una estrella que ha marcado un antes y un después en el béisbol moderno, Shohei Ohtani, el lanzador-bateador japonés que ha llevado las fronteras del rendimiento a niveles desconocidos.

La introducción de relojes para regular el tiempo entre lanzamientos ha llevado a que la duración promedio de los partidos sea de dos horas y 38 minutos, desde las tres horas y cuatro minutos de media en 2022, el último año con las reglas anteriores.

El agrandamiento de las bases también inyectó un dinamismo mayor a la circulación de los corredores, y dio lugar a hazañas históricas como la temporada 2024 de Ohtani, con sus más de 50 cuadrangulares y más de 50 almohadillas robadas.

Eso es una buena noticia para las transmisiones y su capacidad de vender el béisbol como un espectáculo atractivo, tanto para la audiencia como para los anunciantes.

La asistencia a los estadios también ha mejorado en estos tres años de vigencia de las nuevas reglas, lo cual representa la primera vez en 18 años que hay aumentos en tres temporadas consecutivas.

Ohtani y otros astros japoneses como su compañero Yoshinobu Yamamoto, o el estelar lanzador de los Cubs Shota Imanaga han abierto el mercado nipón de formas que no pudieron hacerlo en el pasado grandes astros como el miembro del Salón de la Fama Ichiro Suzuki.

Otro tanto ha hecho con Corea del Sur Ha-Seong Kim, agente libre que brilló hasta este año con los Padres de San Diego, y la adición de jugadores de países no tradicionales, como Colombia o Australia, está permitiendo a la liga descubrir su impacto en nuevos mercados.

El béisbol también viene de un año de números estelares en lo que respecta al rendimiento individual, y naturalmente las estrellas impulsan el espectáculo.

Hubo siete jugadores por encima de 30 cuadrangulares y 30 bases robadas en la campaña, entre ellos el gran protagonista del mercado de transferencias, el dominicano Juan Soto, por el que los Mets pagaron 765 millones de dólares, el contrato más caro de la historia del deporte.

Se impuso un récord de cuadrangulares para un receptor, pues 49 de los 60 que disparó Cal Raleigh de los Marineros de Seattle para liderar la liga, fueron hechos en partidos en los que defendió esa posición.

El Novato del Año 2024, Paul Skenes de los Piratas de Pittsburgh, registró una efectividad de 1.97 carreras limpias permitidas por cada nueve innings lanzados, convirtiéndose en el primer jugador de 23 años por debajo de 2.00 de efectividad desde que el prodigio Dwight Gooden lo consiguió en 1985.

Pero las Grandes Ligas quieren más. El béisbol está dispuesto a seguir retando los límites de la innovación, e introducirá para el año próximo árbitros robot para sentenciar sobre bolas y strikes, una especie de VAR que permitirá revisar sentencias dudosas.

El otro objetivo podría llevar a la pelota a recorrer el camino que convirtió a la NBA en el fenómeno que ha sido los últimos años: la participación olímpica de sus grandes figuras.

Con el béisbol en el programa de los Juegos de Los Ángeles 2028, el comisionado de MLB, Rob Manfred, está cada vez más comprometido con la idea de ajustar los calendarios de esa temporada para hacer posible la cesión de los astros del diamante a sus selecciones nacionales.

Tanto Barcelona ’92 como la NBA se beneficiaron de la presencia de Michael Jordan, Scottie Pippen, Charles Barkley o Magic Johnson en los tabloncillos olímpicos. Las Grandes Ligas esperan un impulso similar si Shohei Ohtani, Aaron Judge, Juan Soto o Francisco Lindor pueden defender sus colores nacionales en el Dodger Stadium.

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