El agresor, al que Morales se refiere en su escrito solo como “Él” (en mayúscula), según ella, era y sigue siendo “un hombre relevante en la vida nacional”. Pero, por su amplio “margen de peligrosidad”, decidió no presentar denuncia y quedarse callada. “Hoy, con 44 años, reviso el momento que tengo grabado como una foto y no me arrepiento de haber guardado silencio”, dice.

Agrega que desde que empezó la campaña #MeToo (por los escándalos de abusos sexuales en Hollywood y en la política de Estados Unidos) revivió la necesidad de escribir sobre esto. “[…] Pero sentía temor. Un miedo distinto al que tuve cuando ‘Él’ me violó y que se transformó luego de ver los testimonios de mujeres que de forma valiente han empezado a hablar con dignidad (bueno sería oír también a los hombres abusados)”.

“Sin embargo, lo que más me motivó a escribir fue el caso de Marcela González, pareja de un remedo de periodista nazi, agredida por él según su denuncia, el pasado 27 de diciembre”. El “remedo de periodista nazi” al que se refiere Morales en su columna es Gustavo Rugeles, ya que es él quien está envuelto en un escándalo de agresión a su pareja, que se llama Marcela González.

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“Leí tantas cosas horribles contra la mujer cuando a través de un video se retractó, que no pude evitar una profunda ira”, sigue en su columna Morales. “A mí también me hubiera gustado que Marcela siguiera adelante con el caso, que no viviera más con el agresor y que empezara una vida distinta acompañada de un entorno social amable. Se activan mis miedos cuando la imagino en peligro y deseo que no tenga un final lamentable”.

En su estremecedor relato, Morales cuenta que cuando fue violada vivía con su familia “una situación de dolor profundo”. Además, su padre estaba en una posición laboral que ella debía proteger y, para completar, su vida profesional, después de renunciar al lugar donde trabajaba con el jefe que la violó, era incierta.

Como Morales, hace poco la también periodista Paola Ochoa que contó en una columna de El Tiempo que fue víctima de acoso sexual, pero, como Morales, prefirió guardar silencio.

Allí, Ochoa dice que no se atreve a dar nombres porque no tiene pruebas del caso. “Sería su palabra contra la mía y podría terminar emproblemada judicialmente y hasta con un carcelazo. No saldría bien parada: me pulverizaría en un segundo con su poder, influencia y amigazos mediáticos”, lamenta.

También relaciona otra razón por la que no denuncia, que son  los severos riesgos a los que se expone una mujer cuando decide contar que fue o es víctima de acoso. “Tampoco me atrevo a denunciarlo públicamente porque corro el riesgo de no poder nunca más conseguir trabajo. A las mujeres que lo hacen se les cierran las puertas de por vida en casi todos los campos”.

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