Orozco, que califica a Gustavo Rugeles como “personajillo” patrocinado o protegido por “un filipichín forrado en oro”, y como “prototipo del falso periodista dispuesto a untarse de detritus con tal de que otros machos le otorguen una sonrisa de aprobación”, critica en su columna que el juez y el fiscal no lo hubieran enviado a prisión cuando conocieron del caso.

Para ella, hay dos razones por las que el caso de Rugeles, a quien la Fiscalía acusará este jueves por presunta agresión a su novia Marcela González, de 22 años, no se puede olvidar: primero, asegura que en el sistema judicial encontró que tiene procesos pendientes por hurto desde el año 2012; por estafa agravada, injuria y calumnia en los siguientes años y también por otro ataque de género, denunciado por otra joven con la que tenía relación sentimental, en 2015.

Segundo —continúa Orozco—, porque “ha sido el peón de una tarea política por delegación del partido de Uribe o de servidores cercanos al expresidente, con o sin su permiso explícito, aunque sus afirmaciones digitales lo complazcan. Las singularidades del affaire Rugeles son de alto interés público, pero ¿será cierto que tiene quién lo proteja en la Fiscalía?”.

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Tatiana Dangond, en su columna de El Heraldo, sostiene que el caso de Rugeles “es la muestra de un patrón común en los operadores de justicia, una joven que acude con examen pericial en mano a interponer una denuncia de violencia intrafamiliar, y que luego, por la inoperancia de la justicia, queda nuevamente a merced de su agresor”.

“Todos los argumentos que han expuesto a favor de Rugeles carecen de toda validez —afirma Dangond—, partiendo de aquel que supone una persecución por sus ideas políticas, hasta aquellos que pretenden hacernos creer que la violencia intrafamiliar debe correr la suerte del infortunado dicho de que ‘los trapitos sucios se lavan en la casa’”.

Lamenta que este tipo de violencia se vea, se denuncie, pero siga ahí, “en medio de la complicidad de la injusticia”. Afirma, además, que los valores y el respeto que tanto pedimos para la mujer se dilapidan con cada caso de violencia intrafamiliar y de género.

“La violencia es una fuerza maligna que busca reivindicar el inmerecido poder de quien la ejerce sobre el cuerpo y la mente de una mujer, que quiere destruirla desde lo más profundo para dejar en ella tanto dolor que imposibilite sus oportunidades, sus iniciativas más humanas de supervivencia y su consideración como sujeto de derechos, de dignidad”, agrega Dangond.

Pero el caso de Rugeles no solo ha provocado revuelo en Colombia. El diario El País, de España, difunde el tema en una nota en la que cuenta brevemente lo sucedido y destaca la solicitud de la periodista y activista Jineth Bedoya que reclama que se aplique la ley que establece que este tipo delitos no son conciliables.

El periódico madrileño sostiene que en Colombia abundan los casos de mujeres sobrevivientes de violencia de género, pero se conoce poco sobre los victimarios, y relaciona el nombre de Camilo Sanclemente, denunciado por María Isabel Covaleda y otras mujeres por maltrato, que no tuvo sanción penal porque “la mayoría de los casos las autoridades clasifican el delito en la categoría de lesiones personales (sin condena en prisión) y dejan en libertad a hombres que las mujeres valientemente denunciaron”.

Según ese mismo medio, en los primeros cuatro días del año, la cifra de mujeres asesinadas en Colombia iba en siete. “Todo empieza con un golpe que las autoridades no deberían pasar por alto, al menos eso dice la ley”.

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