“Me siento agradecido de seguir siendo capaz de trabajar”, declara el anciano mientras mete paquetes en el ascensor de un edificio de la capital.

60 años es la edad oficial de la jubilación en Corea del Sur, uno de los países desarrollados de la OCDE pero con un sistema de pensiones que deja mucho qué desear.

Más del 45 % de los ancianos vive en una pobreza relativa o con menos de la mitad de los ingresos promedios por hogar, el índice más alto de los países de la OCDE, donde la media es de 12,5 %.

“El dinero es el motivo más importante” para seguir trabajando, añade Park, quien se niega a depender económicamente de sus hijos.

Park pertenece a las generaciones de surcoreanos responsables del “milagro del río Han”, que cruza Seúl. De ser un país devastado por la guerra (1950-1953), se convirtió en la 11ª economía mundial.

Park carece de estudios universitarios. Su trabajo como operario de mantenimiento de aire acondicionado le permitió criar a sus tres hijos y comprarse un apartamento en Seúl. Luego fundó su propia empresa pero como a muchos surcoreanos no le dio para ahorrar para la vejez.

“Nuestra generación estaba demasiado ocupada en sobrevivir y educar a sus hijos durante este periodo alocado, éramos incapaces de prepararnos para la posjubilación”, explica.

Ni para gastos personales

Corea del Sur esperó a 1988 para establecer un sistema de cotización para la jubilación, con carácter obligatorio sólo desde 1999. Las pensiones dependen del montante y de la duración de la cotización, con un mínimo de diez años, de modo que muchos ancianos quedan excluidos del sistema.

“Muchos de los que tienen 70 u 80 años nunca han tenido ocasión de cotizar (…) y no cobran pensión”, explica Hwang Nam-hui, investigadora del Instituto coreano de Asuntos Sociales y Sanitarios. Deben sobrevivir con subsidios sociales “ridículamente bajos”.

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La empresa de Park se declaró en bancarrota en 2012, dejándolo con una pensión equivalente a 130 dólares por mes y un subsidio de vejez de alrededor de 180 dólares.

“Está muy lejos de ser suficiente” para vivir en una de las ciudades más caras del mundo. “Ni siquiera da para gastos personales”, cuenta.

Por eso se apuntó al programa nacional destinado a dar trabajo a los ancianos. Comenzó como repartidor en 2014 y actualmente trabaja entre tres y seis horas diarias, de lunes a sábado.

Park entrega hasta 100 paquetes diarios y gana unos 500 dólares (1’400.000 pesos colombianos) por mes. La mayoría de sus colegas son septuagenarios y el mayor tiene 78 años.

“Tsunami gris”

Él trabaja desde hace más de medio siglo y está dispuesto a seguir “mientras la salud se lo permita, quizá hasta los 80 años”.

La esposa de Park, de 63 años, también trabaja como cajera.

En Corea del Sur, la tasa de fecundidad cayó a 1,05 hijos en 2017, muy por debajo de los 2,1 que se necesitan para el relevo generacional.

De aquí a 2030, habrá un “tsunami gris”, es decir el 25 % de la población tendrá más de 65 años (ahora son el 14 %).

En el pasado tres generaciones de una familia compartían techo, lo que garantizaba un cierto confort a los ancianos que contaban con la ayuda de sus descendientes, cuenta Hwang.

Pero la sociedad se transformó radicalmente y según estadísticas recientes hay más sexagenarios en activo (trabajan o buscan un empleo) que veinteañeros.

Park y su esposa sólo se toman una semana de vacaciones al año para ir a la isla turística de Jeju. Trabajar “es un privilegio” -dice- “me mantiene en forma, conectado socialmente, más vivo”.