La lucha por el reconocimiento de las libertades y los derechos de las mujeres ha estado estrechamente vinculada con la expectativa de la sociedad que nos asigna el rol único de madres. Tradicionalmente la maternidad se nos ha presentado como el paso natural a dar una vez alcanzamos cierta edad, al parecer este es nuestro destino inevitable.

Este supuesto errado y determinante ha sido históricamente la principal excusa para negarnos durante años el acceso a los mismos derechos que gozan los seres humanos (en otras palabras, los hombres). Al momento de exigir educación superior, ser madres no compaginaba con la academia y la academia te alejaba de ser madre. Cuando incursionamos en la arena política, esta no combinaba con los hijos y los embarazos. Al reclamar el divorcio, las familias se se destruirían y los niños no volverían a ver a sus
madres.

Esta visión de la maternidad como condicionante no es cuento viejo para asustar a las niñas, es una realidad que sigue vigente y muchas vivimos en carne propia sus consecuencias todos los días. Está presente en las reuniones familiares, entrevistas de trabajo, discusiones con amigos, inclusive, es inevitable en las conversaciones casuales que se
sostienen con extraños.

No importa cual sea tu respuesta, todos se sienten autorizados para juzgarte y señalarte. Si deseas ser madre o lo eres, criticarán la manera en que educas a tu hijo, en varios casos dan por terminada tu carrera laboral y si continúas tu vida profesional debes explicar quién cuida de tu prole.

Si no deseas ser mamá, las miradas de reproche caerán sobre ti, oirás interminables argumentos para convencerte de lo hermoso que es la maternidad y en los casos más extremos te tratarán de “desnaturalizada” si mantienes tu posición. Si eres madre y no lo deseabas, no faltarán los juicios de valor, las imposiciones sociales y los señalamientos innecesarios.

Si deseas ser madre y no puedes serlo, seguramente recibirás lástima y no podrás evitar los consejos imprudentes. Si no respondes, es una falta terrible de respeto. Este es el juicio constante al que nos enfrentamos innecesariamente todas las mujeres.

A pesar de la carga social que aún existe sobre la decisión de ser mamá (o no serlo), en Colombia las mujeres hemos superado los prejuicios, logrando avances con los que aún sueñan muchas latinoamericanas. Actualmente, 56 mujeres hacen parte del Congreso Nacional, 19 son jueces de las altas cortes y 9 ministerios se encuentran a su cargo. La gran mayoría de ellas, como yo, tuvieron el privilegio de decidir sobre su maternidad.

Esta decisión que para las mujeres que cuentan con recursos económicos, acceso a la educación y servicios médicos de calidad es una realidad, para la mayoría de las colombianas tan solo es un discurso vacío y normas de papel.

A pesar que el aborto es un derecho fundamental cuando el embarazo es producto de una violación, la gestación es inviable o la vida de la madre se encuentra en riesgo, miles de niñas y mujeres se enfrentan a la burocracia, el estigma y excusas sin fundamento que las obligan a acudir a lugares clandestinos en donde exponen su vida, en otros casos la maternidad forzada es la consecuencia.

Decidir cuándo ser madres (o no serlo) debe dejar de ser un privilegio de pocas y somos esas pocas quienes debemos actuar para cambiar esta realidad. Las mujeres que hemos logrado acceder a los puestos de poder y toma de decisiones (como ser mamá o no serlo), no debemos hacer caso omiso a nuestra responsabilidad con la autonomía, la dignidad y la
libertad de las colombianas, por lo que debemos actuar conforme a ella.

En este sentido, apoyo y aplaudo la posición de Diana Rodríguez, actual Secretaria de la Mujer de Bogotá quién no dudó en defender el derecho fundamental al aborto, señalar las barreras de acceso que existen y tomar medidas encaminadas a superarlas de manera efectiva y permanente. Mujeres como ella que no temen decidir a favor de las mujeres, son las que
hacen historia.

Es nuestro deber como privilegiadas y convertir las palabras de papel en realidades humanas que beneficien a todas las colombianas y nunca olvidar, parafraseando a Maya Angelou, que hemos sido mujeres toda la vida y sería muy estúpido no estar de nuestro bando.

*Tranquilos. No los voy a dejar con la duda. Soy mamá y agradezco que tuve el privilegio de decidirlo.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.