Por: Margarita Barrero (TikTok: @margarita_lindalamar)

Hubo un tiempo en el que fuimos la mujer “de” fulano o perengano, no teníamos derecho a usar pantalones, no nos podíamos divorciar ni administrar nuestros bienes, menos planificar y estaba penalizado abortar.

El cambio inició cuando nuestras antepasadas perdieron el miedo y se volvieron protagonistas. Cuando decidieron actuar. La antioqueña Betsabé Espinosa, representante de la clase obrera de 1920, fue una de las lideresas sindicales que dirigieron la primera huelga de obreras de Colombia para exigir el mismo pago que los hombres y medidas contra el abuso sexual por parte de sus jefes. Luego de 21 días de protesta lograron mejores condiciones.

Doce años después, Georgina Fletcher y Ofelia Uribe de Acosta crearon y presentaron el Régimen de capitulaciones matrimoniales, que generó una reforma constitucional que nos permite ahora a las mujeres manejar nuestros bienes sin intermediación de hombre alguno.

Dos resultados de una acción femenina en equipo.

Otra puerta inesperada se abrió gracias el anticomunismo. Al final de la Segunda Guerra Mundial, el Papa Pío XII exhortó a las mujeres italianas para que votaran por mantener el orden cristiano y ese cambio de postura de la Iglesia en relación con el sufragio femenino, que aparentemente generaba menos temor que el comunismo, llegó a Colombia en 1954, cuando se logró el voto de las colombianas, durante la dictadura de Rojas Pinilla. Derecho que se estrenó en el plebiscito de 1957.

Recientemente somos muchas las que pisamos duro las calles, no solo las hijas también las madres. Queremos que nos vea el Estado, hablamos por nosotras, gritamos consignas fuertes en marchas, exigimos justicia, pedimos inclusión en todo y propagamos música como la Canción sin miedo, de Vivir Quintana, aunque lo cierto es que luchamos tanto para combatir nuestros temores y unirnos, porque también hemos estado separadas. Hoy decimos que somos más que ese discurso, que somos acción.

Semejante lucha para que en las elecciones presidenciales de los últimos 20 años la abstención en Colombia sea de 50 %, en promedio. ¡Es altísima si se compara con otros países de Latinoamérica, cuya cifra es de 30 %!. Lo peor es la parte que nos corresponde a las mujeres. Al parecer, somos las inclinadas a la abstención, es decir las que menos cumplimos con nuestro derecho de votar, y eso que somos mayoría.

¿Qué pensarían las luchadoras predecesoras de esta cifra? ¿No habrá valido el esfuerzo? Lo vale: de 39’002.239 votantes, 20’111.908 son mujeres y 18’890.331, hombres. Lo que quiere decir que, si votamos todas las mujeres sufragantes en Colombia, inclinamos la balanza para elegir, a nuestro criterio, al presidente que regirá el país los siguientes cuatro años.

Así, visibles, las mujeres podemos crear la Colombia que nos dé la gana. Es un hecho que las colombianas somos más libres que nunca, pero hay mucho por lo que vale la pena votar. Un texto de 1963, en El Tiempo, decía: “El país necesita de usted, cedúlese y haga cedular a sus amigas, haga reconocer la verdadera importancia del voto femenino, la mujer debe imponer: la paz, la justicia social y el desarrollo económico”.  Tan cierto entonces, tan importante ahora.

Avanzamos, pero queremos más autonomía. Nos falta empoderamiento económico, oportunidades laborales en igualdad de condiciones con los hombres. No queremos romper techos de cristal, necesitamos que no existan. La maternidad es una opción así como el aborto, pero la educación sexual no puede ser opcional. No queremos que nos maten o nos violen, nos necesitamos vivas y saludables. Seguimos cuidando la casa, los niños y los enfermos, pero requerimos una redistribución del trabajo doméstico y de la economía del cuidado. Además, nos merecemos más participación en la toma de decisiones estratégicas de las empresas y en la política, por ejemplo, el porcentaje de los cargos de elección popular para nosotras debería ser de 50% o más.

Este fin de semana decidamos, que la fuerza de las calles retumbe en las urnas, tal y como nuestras antepasadas lo hicieron, porque la suma de nosotras sí hace la diferencia. Así que: ¡Mujer colombiana, salve usted la patria!

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.