Demasiadas pantallas, ¿cerebros en riesgo? Así afecta la hiperconectividad al desarrollo y la salud mental

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¿Sabías que el abuso de pantallas podría estar dañando la memoria y la atención en niños y adultos?

El uso excesivo de dispositivos digitales está alterando profundamente el funcionamiento del cerebro humano, especialmente entre niños y adolescentes. Distintos expertos advierten que la constante exposición a móviles, computadoras y tablets afecta la capacidad de atención y memoria, debido principalmente a las múltiples distracciones que estos dispositivos generan. Según investigaciones recientes, la sobrecarga de estímulos disminuye el control atencional, dificultando que las personas mantengan la concentración y gestionen adecuadamente su foco mental. Además, se observa un fenómeno cada vez más extendido: la dependencia de la llamada “memoria externa digital”. Este término hace referencia al hábito de almacenar información en dispositivos en lugar de recordarla por medios naturales, lo que ha demostrado manifestarse en síntomas similares a los de la demencia temprana, según los análisis citados por fuentes especializadas.

El impacto se agudiza durante la infancia. Estudios de la American Academy of Pediatrics (2023) indican que el uso prolongado de pantallas digitales dificulta el desarrollo del lenguaje, ralentizando la formación de redes neuronales necesarias para la adquisición y fortalecimiento de habilidades comunicativas. Las consecuencias pueden ser significativas y de largo plazo, perjudicando el rendimiento académico y la socialización. Así, la tecnología, lejos de ser solo una herramienta educativa o recreativa, se convierte en un factor determinante del neurodesarrollo infantil.

Este fenómeno es particularmente preocupante en países como Colombia, donde la sobreexposición digital llega a niveles críticos. Tal como señala el informe de We Are Social 2024, los usuarios colombianos pasan en promedio más de nueve horas diarias frente a una pantalla, una de las cifras más altas de América Latina. Esta hiperconectividad aumenta la incidencia de riesgos para la salud mental y física, al promover el sedentarismo, elevar los niveles de ansiedad y estrés, e incrementar la fatiga digital. La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2023) alerta que estos factores no solo afectan la calidad del sueño y el estado anímico, sino que también repercuten en la productividad y el bienestar general de la población.

La presión por estar siempre conectados está desdibujando las fronteras entre la vida personal y laboral. Según la psicóloga Poch, citada en la información original, esta realidad promueve emociones como la culpa y la ansiedad, impidiendo el adecuado descanso e incrementando la percepción de desconexión social. Este escenario requiere soluciones colectivas e individuales.

Diversos expertos plantean la opción de una “dieta digital”, que implica regular voluntariamente el uso de la tecnología a través de pausas conscientes, estrategias de gestión emocional y el establecimiento de límites claros. Instituciones educativas y empresas pueden contribuir a revertir el fenómeno implementando programas de sensibilización, habilitando espacios offline y promoviendo una cultura de bienestar digital. Medios internacionales como The New York Times y la BBC han documentado la manera en que la dependencia digital se asocia con disminución de la concentración, deterioro en la memoria de trabajo y un aumento de trastornos como ansiedad y depresión, particularmente en jóvenes (NYT, 2023; BBC Health, 2023).

Los hallazgos neurocientíficos respaldados por Nature Neuroscience (2023) refuerzan la urgencia de abordar este problema, evidenciando que la neuroplasticidad cerebral —capacidad de adaptación del cerebro— puede verse obstaculizada por la exposición constante y desregulada a pantallas. Esto afecta procesos clave como la consolidación de la memoria y el aprendizaje.

En suma, la desconexión tecnológica debe ser vista no solo como una medida individual sino una responsabilidad colectiva. Organizaciones y sistemas educativos deberán transformar sus entornos para priorizar el bienestar emocional, promoviendo un uso responsable de la tecnología. Tal como resalta la UNESCO (2024), solo mediante esta visión integral será posible construir una sociedad donde los avances digitales y la salud mental coexistan en equilibrio, fortaleciendo la resiliencia cognitiva de las nuevas generaciones.

Preguntas frecuentes relacionadas

¿Cuáles son las recomendaciones prácticas para reducir la fatiga digital en la vida cotidiana?

La fatiga digital es el resultado de un uso excesivo o inadecuado de dispositivos electrónicos, situación cada vez más frecuente en ambientes educativos, laborales y familiares. Para contrarrestarla, especialistas de la OMS (2023) sugieren establecer rutinas de descanso regulares lejos de pantallas, usar configuraciones como el modo nocturno o reducción de luz azul, y practicar pausas activas o ejercicios de relajación visual. De esta manera, se puede proteger la salud ocular y mental.

Complementariamente, expertos recomiendan la implementación de “zonas libres de tecnología” en el hogar y laborales, así como fomentar actividades de ocio sin dispositivos. Un enfoque consciente sobre la gestión del tiempo en línea resulta esencial, permitiendo a los usuarios reconectarse con su entorno y mejorar su bienestar.

¿Qué es la neuroplasticidad cerebral y por qué es relevante en el contexto digital actual?

La neuroplasticidad cerebral es la capacidad que tiene el cerebro para adaptarse y reorganizarse en respuesta a nuevas experiencias, estímulos o lesiones. Según Nature Neuroscience (2023), esta facultad es crucial para el aprendizaje, la memoria y la recuperación tras daños neurológicos.

En el contexto de la era digital, la constante exposición a pantallas puede afectar la neuroplasticidad, reduciendo la capacidad de consolidar recuerdos, aprender nuevas habilidades y adaptarse a situaciones cambiantes. Así, mantener un uso equilibrado de la tecnología es fundamental para preservar los procesos cognitivos clave en el desarrollo humano.

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