La novela total de Houellebecq: Aniquilación
“Aniquilación”, la última novela de Michel Houellebecq (1958), publicada en junio de este año por Anagrama, es una de las novelas más hilarantes que he leído.
Una “novela total”, según la definición de Vargas Llosa, trata de abarcar en una representación puntual la supuesta realidad en todos sus niveles, al dar cuenta del mundo exterior e interior o mental, que son las modalidades absolutas de esa realidad.
“Aniquilación”, la última novela de Michel Houellebecq (1958), publicada en junio de este año por Anagrama, es una de las novelas más hilarantes que he leído. Es lo que podría denominarse una “novela total”.
En el resumen que la misma editorial hace de la obra nos dice: “que es muchas cosas a la vez: un thriller con flecos esotéricos, una obra de crítica política, un descarnado retrato familiar y también una narración íntima y existencial sobre el dolor, la muerte y el amor, que acaso sea lo único que puede redimirnos y salvarnos.”
Corre el año 2027, y en redes sociales y páginas de internet comienzan a ser publicados extraños vídeos violentos con hechos de terrorismo que presuntamente están sucediendo en varias partes del mundo, algunos de ellos montajes – los iniciales- otros reales, los últimos, todos ellos con enigmáticos símbolos geométricos, videos que al parecer, tienen el objetivo de crear una sensación de amenaza apocalíptica: el primer video empieza con una muy real, pero falsa, decapitación del Ministro de Economía y Finanzas de Francia, Bruno Juge, uno de los personajes más relevantes del libro, inspirado en el real ministro francés Bruno Le Maire. Y le siguen unos vídeos de la explosión de un carguero en La Coruña, un atentado contra un banco de semen en Dinamarca y un sangriento ataque a una embarcación de migrantes en las costas mallorquinas, entre otros.
El protagonista del libro, Paul Raison, es un asesor que trabaja para el virtualmente decapitado ministro Juge. Paul es un hombre un poco inerte, con severos problemas de apatía matrimonial, cuyo padre trabajó como espía para la DGSI francesa – y que, al parecer, conocía algunos hechos que precedieron a los ataques, y que sufre un ataque cerebral que lo paraliza y lo pone al borde de la muerte.
En medio de este escenario, se desarrollan las elecciones para la presidencia de Francia y el ministro Bruno – con secretos deseos de ascender él mismo a la presidencia en un período futuro – es el hombre clave tras la candidatura de una estrella del espectáculo, totalmente irrelevante en la obra, como podría serlo en alguna realidad política.
El gran reto del gobierno francés, y de Paul, es saber quién está detrás de estos videos y hechos, qué grupo pretende aniquilar y desestabilizar, sembrar el caos en el mundo. ¿Grupos fundamentalistas religiosos o de derecha? ¿Grupos antiglobalización? Y, ¿hasta dónde llegarán? ¿Cómo predecir y prevenir los ataques?
El contexto político me hizo recordar la reciente película “No miren arriba” (2021) de Adam McKay. Houellebecq desata una crítica política a las prioridades que, sin tener un aspecto cómico – como el de la película – nos aterriza en una realidad próxima apocalíptica si es que “seguimos como vamos”.
El ataque cerebral del padre de Paul lo obliga a pedir un receso laboral y a reencontrarse con su familia en escenarios bucólicos, e inclusive rurales, que contrastan con su vida urbana: una hermana católica de ultraderecha casada con un notario desempleado, una sobrina estudiante en París con quien Paul sostiene un encuentro erótico particular, y un hermano restaurador de tapices casado con una traicionera periodista y de quien está próximo a divorciarse en medio de una incipiente relación infiel con la enfermera que trata a su padre en el centro de salud en donde se encuentra recluido.
La dulzura y dedicación de la esposa del padre – a quien la burocracia sindical y del sistema de salud le impiden atenderlo en el centro de salud – la incondicionalidad de la amante enfermera, la vulnerabilidad mental del hermano de Paul cuyo destino es sorpresivo, los secretos familiares en cabeza del padre y la sobrina, las reflexiones de Paul sobre la relación con su esposa…todo hace que este libro sea una deliciosa mezcla intimista.
Para rematar, a Paul le es diagnosticada una grave enfermedad que le obliga a mover sus influencias para la oportuna atención médica y lo obliga a tomar decisiones trascendentales, en donde su esposa tendrá un lugar fundamental.
Una novela trepidante que nos deja más preguntas que respuestas y más reflexiones que soluciones. Nos bombardea con temas como el terrorismo, la muerte y el suicidio, el periodismo, las redes y la reputación, la infidelidad, el ansia de poder, la rutina nihilista, la enfermedad, el sistema político y de salud, el vacío de la sociedad, la importancia del sexo y el amor. Una novela que no olvidaremos porque marca un punto de quiebre entre lo distópico y lo real cercano, más cercano que nunca, pero con una pequeñísima luz de esperanza – algo que el escritor no acostumbra a dejar.
Sobre el autor, Michel Houellebecq, debemos decir que es poeta, ensayista y novelista francés, ganador del Premio Goncourt – el máximo galardón literario francés – con “El mapa y el territorio”, que ha sido traducido para ser distribuido en más de 40 países.
Ha descollado desde el inicio de su escritura rebelde y disruptiva: su primera novela, “Ampliación del campo de batalla (1994)”, ganó el Premio Flore; su segunda novela, “Las partículas elementales” (1998), ganó el Premio Novembre, el Premio de los lectores de Les Inrockuptibles y el reconocimiento a mejor libro del año según la revista Lire. En mayo de 1998 recibió el Premio Nacional de las Letras, otorgado por el Ministerio de Cultura francés. Así que estamos frente a un escritor de talla mayor.
Los dos libros anteriores al que se reseña, “Sumisión”, una distopía en la que abordó una ficcional islamización de la sociedad europea, y “Serotonina”, crónica despiadada de la decadencia de la sociedad occidental sumida en el sexo y las armas y las drogas legales e ilegales, han sido bastante polémicos y, por lo mismo, bastante leídos. Leer a Houellebecq no nos deja inermes: siempre será evidente que por allí pasamos y que deseamos volver a hacerlo.
*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.
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