El capítulo de Los Simpson

Nación
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Me siento en un capítulo de la serie con todo esto que está pasando. Pura turba enardecida, muy visceral y poco pensante.

Mucha razón tenía el que dijo que la serie norteamericana era el Shakespeare del siglo XX, llena de hallazgos y revelaciones. Su gran acierto no fue anticipar la llegada de Donald Trump a la presidencia sino retratarnos a los colombianos indignados cada vez que ocurre algo. 

Da un poco de miedo la gente que sale a reclamar justicia con odio, escupiendo veneno. Parece que quisiera venganza más bien. Si el crimen habla de la calaña de la persona que lo cometió, nuestra reacción habla es de nosotros. Llenos de furia y resentimiento salimos a exigir cosas peores que el crimen mismo. Es como si  buscáramos una forma de sacarnos la impotencia acumulada por tantos golpes de la vida. En este momento Rafael Uribe es la vida, y queremos que nos pague. 

Acá hay clasismo por ambos lados. Uribe representa a esa élite que excluye todo lo que no se le parezca y pasa por encima de quien sea. Pero nosotros, los ofendidos, también pecamos de lo mismo. No le habríamos puesto atención al asunto si en vez de en Chapinero ocurre en Vichada, por nombrar un sitio lejano y olvidado donde se pueden cometer crímenes sin que el público se fije en ellos.

Y la verdad es que en Vichada y en otras zonas menos favorecidas por Dios suceden todos los días hechos como el de Yuliana y ni cuenta nos damos porque no nos importa. De este caso estamos pendientes porque ocurrió en nuestras narices, por eso sale la gente aterrada a decir en redes sociales que piensa en su hija o en su sobrina, como si esto se tratara de nosotros y no de la muerta y su familia.  

Fallamos como sociedad, no solo por no proteger a los niños y a cualquier otro sector vulnerable de la población, sino porque cuando más reflexión se necesita es cuando más salvajes nos volvemos. Nos bajamos al nivel del criminal en vez de elevar el tema con paciencia y análisis. Cuando más humanidad se pide de nosotros, más animales nos volvemos. No tenemos la madurez para asimilar un triunfo de la selección Colombia ni un fin de semana que venga con quincena y puente festivo, ahora vamos a poder con el asesinato de una niña de siete. 

Y si la gente nos jala hacia el abismo, la prensa no ayuda. Decirle ‘Angelito’ a la víctima y usar expresiones como prestante, prestigioso, exclusivo, gama alta, brutal, atroz, vil y similares no suma. En la vida y en el lenguaje, los adjetivos restan.

En Wikimujeres, por ejemplo, alcanzaron a decir que el libretista Rafael Noguera era el violador solo porque tiene un nombre parecido al victimario, mientras que en un noticiero, creo que de Caracol, pasaron entre las fotos de Uribe Noguera la de un amigo mío que ni siquiera vive en Colombia. Medios, ciudadanos y activistas de las redes sociales, es hora de bajarle a la demencia. 

Hay tanta violencia en nosotros que esto ya no parece Los Simpson sino Game of Thrones, donde cada personaje es más salvaje que el anterior,  la justicia se confunde con venganza y no solo toca acabar con el otro sino que hay que hacerlo de la manera más cruel posible.

Y aún así aspiramos a la paz. Con razón ganó el No.

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