Discursos de Petro en la ONU y Nueva York, más pasos hacia otros objetivos que no menciona

Nación
Tiempo de lectura: 9 min
Escrito por:  Fredy Moreno
Actualizado: 2025-09-27 10:46:17

En su intervención de 40 minutos, aludió 13 veces a Donald Trump de manera desobligante. Si no resonó en un auditorio semivacío, sí buscó eco en Colombia.

Como era de esperarse, Colombia quedó cavilando sobre el discurso del presidente Gustavo Petro el martes pasado en la 80 Asamblea General de la ONU. Para unos, su participación fue una pieza excepcional de colección pues en ese recinto muy pocas veces retumban intervenciones tan dignas y contestatarias como la del mandatario colombiano. Otros, en cambio, prefirieron no extenderse en comentarios por considerar que no vale la pena analizar ni darles bombo a unas palabras que se movieron entre lo delirante, lo mesiánico y lo estigmatizante, iguales a las que pronunciaría después en las calles de Nueva York.

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Proponer cosas como la conformación de un “ejército de la salvación del mundo”, que las Naciones Unidas transiten “desde una alianza de estados a una alianza de pueblos y culturas diversas que son el componente de la humanidad” o que los cerebros de cada persona “alcancen su máximo potencial y se interconecten en el planeta” como un “gran cerebro de la humanidad” para salvar no solo “la vida en el planeta, sino cumplir la misión de la humanidad, expandiendo la vida en las estrellas” son, efectivamente, ideales muy nobles. Pero los objetivos reales del jefe de Estado no están a distancias siderales, sino en su muy terrenal Colombia.

Diatriba de Gustavo Petro contra Donald Trump

Esos objetivos empiezan por consolidar su oposición a Estados Unidos para reeditar la siempre útil alegoría de un David chico y bueno contra un gigante y malo Goliat. En su discurso de 40 minutos, el segundo más largo de esta sesión de la Asamblea General, el presidente Petro mencionó 13 veces a su homólogo estadounidense Donald Trump de manera desobligante, y empezó por acusarlo de estar asesorado, en su política exterior hacia Colombia, Venezuela y el Caribe, “por colombianos que son aliados políticos de la mafia de la cocaína”.

También lo culpó de lanzar misiles “sobre lanchas desarmadas de emigrantes, […] sin ellos tener una sola arma para defenderse”, refiriéndose a las embarcaciones bombardeadas por unidades militares estadounidenses que las catalogaron como narcolanchas. Incluso, el presidente Petro pidió abrirle un proceso penal a Trump si entre los muertos que ocasionaron esos ataques en el Caribe hay colombianos. En este punto, el jefe de Estado colombiano dejó serias dudas sobre cómo sabe que en esas naves irían colombianos y que estaban desarmados. Igual lo hizo en Colombia con el caso del asesinato del precandidato y senador Miguel Uribe Turbay, en el que señaló diferentes responsables del magnicidio sin que las investigaciones de las autoridades judiciales hayan concluido.

Agregó que Trump manda ejércitos “contra su propio pueblo para amedrentarlo”, encabeza “la tiranía de mal”, es “el peor presidente de los Estados Unidos”, encarcela y encadena migrantes, y que es “cómplice del genocidio” por el lanzamiento de misiles “contra niños jóvenes, mujeres y viejos en Gaza”. Para Petro, “Trump no habla de democracia, no habla de crisis climática, no habla de vida. Solo amenaza y mata y deja matar a decenas de miles”.

En el recinto de la 80 Asamblea General de la ONU que concluyó este viernes ninguno de los mandatarios que intervinieron lanzó tantos ataques y tan directos contra el representante o jefe de Estado de cualquier otro país. Hubo temas recurrentes como la inoperancia e incompetencia de la misma ONU, el cambio climático o la crisis humanitaria en Gaza, pero ni siquiera el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu —señalado hoy por buena parte del mundo como responsable de genocidio contra los palestinos en Gaza— tuvo tantas alusiones negativas como Trump en el discurso del presidente Petro.

Igual que en sus intervenciones públicas en el país, muchas cosas como la calma, la sindéresis, el respeto, pasaron a ser la excepción y no la regla. ¿Por qué el presidente Petro fue tan virulento con Trump, sin considerar los efectos que tenga esa diatriba en Colombia? Como la acción que se le atribuye al conquistador español Hernán Cortés en México, el presidente Petro decidió quemar todas sus naves antes que volver a restablecer las ya muy deterioradas relaciones con el presidente estadounidense. Fiel a su estilo, Petro siguió desoyendo el precepto de pensar no solo en lo que se dice, sino en las consecuencias de lo que se dice.

O quizá sí lo piense, y atacar a Trump de manera directa vaya en la línea de lo que le señala la oposición a Petro: era su última oportunidad en un escenario global para provocar una fuerte reacción de la administración estadounidense y capitalizarla en lo político, especialmente en Colombia, en donde el mandatario lucha a brazo partido para que su proyecto político continúe. Pero lo que consiguió en primera instancia con sus declaraciones en la ONU fueron respuestas tibias de funcionarios de tercer y cuarto nivel del gobierno estadounidense. Después saldría a las calles de Nueva York, megáfono en mano, a pedirle al ejército estadounidense que desobedezca las órdenes de Trump. Pero ni aun así el mandatario de ese país se dirigió a Petro. Fue el Departamento de Estado el que respondió revocándole la visa.

Gustavo Petro busca agitar sus masas

En el imponente recinto de la ONU (para muchos, vacío en su intervención), el mandatario colombiano se quiso mostrar a la vanguardia del mundo contemporáneo, pero dejó la sensación más bien de un líder en rebelión frente al mundo actual (“Posible es una revolución mundial de los pueblos”). Su discurso osciló como un péndulo entre la visión futurista y apocalíptica de carácter ambiental y el permanente retorno a sus lugares comunes como la recurrente evocación a las ideas de la izquierda de los años 60, la lucha de clases, sus constantes dicotomías (blancos-negros, ricos-pobres, norte-sur), el nazismo y la historia de Simón Bolívar.

A la luz de las condiciones actuales, esa intervención lució ‘paleontomarxista’ por las viejas categorías a las que apeló. Estremeció anaqueles y bibliotecas donde reposa la biografía de Erasmo de Rotterdam que escribió Stefan Zweig, porque ese texto destaca que el famoso humanista odió una sola cosa de verdad sobre la tierra por ser opuesta a la razón: el fanatismo, ya fuera religioso, nacional o ideológico, porque lo creía “el destructor cerril y confeso de cualquier forma de entendimiento”.

Zweig advirtió —en su esfuerzo intelectual por reconstruir el sentir de Erasmo— que en política “las consignas que más partidarios encuentran son las que proclaman un enfrentamiento en vez de un ideal, un antagonismo cómodamente comprensible y manejable contra alguna clase [“Mientras las sociedades viejas y blancas de Europa y Estados Unidos siguen aplaudiendo a sus nuevos Hitler de moda…”, dijo el presidente Petro], raza [“La mayoría de los narcotraficantes son rubios y de ojos azules”, agregó el mandatario] o religión, pues es en el odio allí donde más fácilmente prende la llama criminal del fanatismo”.

Ese acentuado tono ideológico marcó la intervención del presidente Petro y lo reveló como un líder más cercano a los fundamentalismos, aplastado por el peso de su propia historia (“Es una contradicción antagónica, como dijera alguna vez Mao”; “El socialismo de [José] Stalin [dictador soviético que masacró en sus purgas entre 10 y 20 millones de personas] debió volverse global y no estatal”). Su proclividad al fundamentalismo quedó en evidencia, además de por la fijación en sus raíces, por la percepción de su sentido de ‘misión’ (“Invito a las naciones del mundo y a sus pueblos, sobre todo, como parte de la humanidad, a unir ejércitos y armas”. “No solo van a bombardear a Gaza, no solo al Caribe, como ya lo hacen, sino a la humanidad que clama libertad, porque desde Washington y la OTAN matan la democracia y hacen renacer la tiranía y el totalitarismo a nivel global”).

Y eso apunta a su segundo gran objetivo. Los candidatos de la coalición que lo llevó al poder, el Pacto Histórico, están divididos y dándose dentelladas por la candidatura única. El barco que trajo a Petro hasta este punto parece a merced de las tempestades, por lo que es necesario inflamar a su base política con el discurso que le gusta oír y la actitud del líder que le gusta ver. Por eso, para muchos, el presidente Petro no se comportó en la ONU como un jefe de Estado, sino como un candidato en campaña. Y eso lo ratificó en las calles de Nueva York. Debió hacer muchos puntos entre sus seguidores al verlo ser capaz de vociferar en las mismísimas ‘entrañas del imperio’. Otras miradas, sin embargo, sitúan ese hecho entre un calculado mitin electorero y un acto desquiciado e irresponsable.

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