¿Ayuda que debilita? La entrega de alimentos en Bajo Gitó pone en riesgo la cultura y autonomía indígena
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Visitar sitioLa entrega de alimentos industriales cambió la dieta y cultura ancestral en comunidades indígenas de Risaralda.
La entrega sostenida de paquetes alimentarios en las comunidades indígenas del Bajo Gitó, en Risaralda, ha transformado profundamente la relación de estos pueblos con sus formas tradicionales de proveerse alimento y de habitar su territorio. Una investigación de la Universidad Nacional de Colombia, encabezada por Yari Stella Vargas Huertas, señala que este modelo de asistencia alimentaria, aunque surgió para responder a la inseguridad alimentaria, ha provocado una sustitución de cultivos tradicionales como la yuca, el maíz y el fríjol por productos industriales importados, entre ellos arroz, lentejas y atún. El diagnóstico revela una pérdida significativa de prácticas culturales ligadas al cultivo y al consumo de alimentos propios, lo que ha generado una dependencia creciente hacia los mercados externos.
El impacto cultural de este cambio es profundo y genera una fractura en la transmisión de saberes ancestrales. Vargas sostiene que la comunidad ha relegado la siembra al asumir la entrega periódica de mercados como una garantía alimentaria. De esta forma, las nuevas generaciones quedan desligadas tanto de las prácticas agrícolas como del uso de utensilios tradicionales hechos a mano, como las ollas de barro o los canastos tejidos en fibra vegetal. Esta desconexión ha deteriorado no solo la seguridad alimentaria, sino también los rituales, festivos y rutinas que integraban la alimentación, la vida familiar y comunitaria.
Al mismo tiempo, la asistencia ha impulsado la creación de un circuito económico alternativo. Parte de los productos recibidos se intercambian, venden o truecan por bienes tan diversos como tabaco o alcohol en las comunidades vecinas. Aunque el suministro alimentario alivió necesidades inmediatas, dinamizó también procesos migratorios. Indígenas que se trasladan a ciudades como Pereira, Bogotá, Cali o Antioquia buscan nuevas formas de asistencia institucional, una tendencia que responde más a la esperanza de acceder a mayor cobertura social que al hambre misma.
La erosión de la soberanía alimentaria, entendida como el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas y prácticas alimentarias, es una de las consecuencias más graves. Voces institucionales y académicas, como la FAO y el Programa Mundial de Alimentos, sostienen que la recuperación de semillas autóctonas, el fortalecimiento de la colectividad y la cooperación directa con los mayores sabedores puede allanar el camino para restaurar más autonomía y sostenibilidad en los sistemas productivos.
La experiencia de Bajo Gitó expone el riesgo de diseñar políticas públicas que ignoran la riqueza cultural y territorial de los pueblos indígenas, pues estas pueden generar daños sociales irreversibles. La apuesta por el restablecimiento de la soberanía alimentaria requiere reconocer y valorar los sistemas de producción y consumo propios, así como fomentar una participación activa de la colectividad en la toma de decisiones sobre su alimentación. Solo el respeto al conocimiento ancestral y el compromiso político con la autonomía pueden sentar las bases para una transformación real y sostenible.
La participación de herramientas de periodismo de investigación, como NINA, y el énfasis en la transparencia de las fuentes, se vuelven fundamentales no solo para documentar estos cambios, sino para legitimar el proceso de recuperación alimentaria. Proporcionar información veraz y precisa fortalece la credibilidad, impulsa la confianza social y motiva intervenciones fundamentadas en el respeto a la identidad y la autonomía de los pueblos indígenas.
¿Qué significa “soberanía alimentaria” y por qué es relevante para las comunidades indígenas?
La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas y sistemas de producción alimentaria. Es fundamental para las comunidades indígenas porque les permite conservar su cultura, sus prácticas agrícolas ancestrales y la capacidad de decidir sobre su alimentación. Cuando la soberanía alimentaria se pierde, se deteriora no solo la autosuficiencia alimentaria sino también el tejido cultural y social.
En el caso de Bajo Gitó, la erosión de la soberanía alimentaria revela cómo la intervención externa puede trastocar hábitos, creencias y dinámicas comunitarias, generando una dependencia que debilita la base productiva y la identidad indígena. Por ello, restablecer la soberanía alimentaria es crucial para la resiliencia, la autonomía y la supervivencia cultural de estas comunidades.
¿Cómo impacta la migración ciudadana en la transmisión de saberes ancestrales?
La migración desde los territorios indígenas hacia entornos urbanos suele estar motivada por la expectativa de acceder a mejores servicios o programas institucionales. Sin embargo, este desplazamiento genera una desconexión cada vez más marcada con las prácticas, lenguas y conocimientos tradicionales, ya que el entorno citadino suele priorizar dinámicas ajenas al modo de vida ancestral.
Esta distancia complica la transmisión de conocimientos ligados a la agricultura, la alimentación y los rituales comunitarios. En el contexto de Bajo Gitó, la migración resalta el riesgo de perder tradiciones y costumbres fundamentales para la identidad indígena, subrayando la importancia de crear condiciones que permitan a los jóvenes permanecer, aprender y fortalecer la cultura en sus propios territorios.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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